El
cielo tomó un tono grisáceo, el viento azotaba con más fuerza las velas del
presente donde se encontraban el Capitán
y su Grumete, como si la vida tuviese urgencia por que el Capitán saliese de
ese punto donde se había quedado tras la partida inevitable de Rosita.
Un
viento que secaba las lágrimas de ambos tras haber revivido aquella
perdida 60 años atrás.
Él
lloraba por ver cómo esas ilusiones se diluían en la profundidad del océano,
ella, por la imposibilidad de darle un
futuro a aquel amor que recién había comenzado junto al mar.
De
pronto, el Capitán se recompuso de su estado afligido e intentó continuar
vagando en lo que había sido su vida años atrás.
La
muchacha estaba ansiosa por saber qué había sido de su vida sin Rosita a su
lado.
Pasaron
dentro del barco para resguardarse de la fuerte brisa y se prepararon una taza
de té para disipar el frío del alma del Capitán.
El
Capitán miró fijamente el horizonte, supo que tenía que avanzar hacia el y
aunque la esperanza de volver a verla era un punto en el firmamento, existía
por más descabellado que pareciese. Solo el tiempo tenía la respuesta.
Mientras
disfrutaba de la compañía de su Grumete, prosiguió haciendo inventario de sus
vivencias.
-
¿Qué tal tu
estancia en España? – preguntó intrigada la grumete.
-
Disfrutamos de la
familia de mi padre en Barcelona, allí nos alojamos durante los dos meses de
estadía en tan bello país. Alquilamos un coche para movernos por las diferentes
ciudades ya que el mayor deseo de mi padre era recorrer muchas de ellas que
eran verdaderos iconos familiares, como Madrid, Córdoba, Barcelona y Sevilla,
donde nacieron mis abuelos y la ciudad que más me impactó.
Tampoco puedo olvidar los cánticos de los jornaleros
en Jaén al ir a la recolecta de aceituna en mañanas heladas, las mujeres con
refajos y pañuelos atados en la cabeza, los hombres con botas enormes de vino,
aquellas melodías que cantaban en honor a ellos mismos, los jornaleros, y a
aquel fruto, aquel oro líquido, que les daba el trabajo necesario para mantener
a sus familias. Aún resuenan de fondo en mi mente querida Grumete.
-
La Grumete
interrumpió a su Capitán asombrada por la coincidencia. – Conozco esas melodías, es mi tierra, mi
gente, yo soy de Jaén, y al igual que ellos también he sido y soy jornalera
como en aquellos años que tú recuerdas, y aunque ahora está todo mucho más
mecanizado, la labor del campo sigue siendo dura y sacrificada.
El
Capitán se mostró feliz ante tal comprobación, sobre todo sabía que su historia
con aquella provincia Andaluza no había terminado, ahora se sentía unido a
aquella tierra gracias a su Grumete y a un pasado, que estaba a punto de
contar.
-
Tengo algo que
contarte de aquella tierra Grumete.
-
¡Adelante
Capitán!
-
En uno de los
recorridos que hacíamos en las diferentes Ciudades Españolas, nos dirigimos
hacia Sevilla, mis padres, mi hermana, mis dos tíos y yo.
Era pleno Enero y el frío invernal se hacia notar, así
como también eran protagonistas los terribles efectos que la Guerra Civil
Española había traído consigo, y que nosotros desde Buenos Aires habíamos
vivido con un profundo dolor.
Era inhumana la pobreza física y moral a la que España
había sido sometida, en una Guerra con un millón de muertos y decenas de
heridos.
La miseria se respiraba a cada paso, en cada esquina,
el miedo y el pánico se veía en cada niño que te encontrabas. Niños, ancianos,
padres de familia vagaban por las calles Españolas sin rumbo, buscando un poco
de pan para poder sobrevivir, algunos de ellos en sillas de ruedas,
discapacitados, gente con miembros amputados, un horror evidente que había
dejado un paisaje desolador y con pocas expectativas de futuro.
Aquél día íbamos camino a Sevilla, ardíamos en deseos
de conocer la provincia donde nacieron mis abuelos, hacia un frío horrible, y
el hambre nos obligaba a parar en las proximidades, rozábamos las dos del medio
día, y según los paneles de la carretera estábamos en los alrededores de Jaén.
La Grumete observaba a su Capitán deseando conocer el
episodio que su Capitán quería contarle y por el cual no se había podido
olvidar de Jaén.
Mientras sus ojos brillaban como estrellas en la
noche, el Capitán proseguía con su historia.
-
Decidimos entrar
en la capital y buscar un sitio donde poder saciar el apetito, llegamos al
centro de Jaén y preguntamos a un guardia civil donde podíamos comer algo.
Efectivamente, minutos después llegamos a ese parque público que nos había
indicado, situado en una plaza, donde se hallaba el restaurante.
Al bajarnos del coche, una nube de niños nos rodeó
pidiéndonos perras gordas, que por supuesto, todos los que viajábamos les dimos
todas las que llevábamos en los bolsillos.
Nos abrieron paso y llegamos al restaurante.
Misteriosamente, había un hombre sentado en la puerta
del restaurante, en una especie de banqueta, me llamó bastante la atención.
No pedía limosna y aquellos niños con harapos viejos
lo cortejaban.
Cuando iba a entrar al restaurante me quedé
observándole y el buscó también mi mirada, sus ojos eran como dos imanes
gigantes de los que sin saber porqué, me resultaba difícil despegar mi mirada.
-
¿Era mayor
Capitán?
-
Era un anciano
con barba blanca, larga, absolutamente tupida, que le dejaba ver su nariz
afilada, sus grandes ojos que me intimidaban hasta tal punto de erizarme la
piel, unos ojos tristes pero alegres al mismo tiempo, como si hubiesen
encontrado en mí lo que buscaban.
Sus pupilas azules llamaban poderosamente mi atención,
me parecía un hombre sabio más allá de aquel atuendo.
Al quedar entusiasmado con aquel anciano, tardé en
entrar en el local junto con mi familia.
Mi padre me gritó para que entrase, entonces aceleré
mi marcha para reunirme con ellos.
-
¿No le dijiste
nada a aquel hombre? – preguntó la grumete intrigada.
-
Intenté hacerlo,
pero mi impulso fue tan vago que no lo hice, ni él tampoco articulo palabra,
nuestra conversación fue solo a través
de esa mirada penetrante que jamás podré olvidar y que aún me inquieta
bastante.
Mientras caminaba hacia dentro, giré mi cabeza atrás y
su mirada seguía persiguiendo la mía, con la misma intensidad que minutos
antes.
Nos sentamos a comer, desde la mesa no se veía la
puerta de la calle, pero a mí me alarmaba su mirada y la presencia de ese
hombre misterioso que vestía túnica blanca.
Tardamos más o menos dos horas en salir del local,
cuando llegamos todos juntos a la puerta, aquel hombre ya no estaba allí
sentado.
Recordé por un momento mi llegada a aquel lugar y advertí
que en ningún momento le había visto sonreír, mi recuerdo acentuaba su
semblante serio y su mirada penetrante que me había impactado.
Vi algunos de los niños que aún merodeaban por allí,
les pregunté por aquel anciano y al parecer nadie lo había visto.
Lo más curioso es que ni mis padres ni mi hermana lo
recordaban, parecía que solo yo me había percatado de su presencia. Nadie,
absolutamente nadie, se acordaba de aquel anciano, eso daba un aire sobre
natural dejando que el misterio creciera en mí y mi pulso se agitara con más
intensidad.
No daba crédito a lo que había ocurrido.
-
¿Qué hizo
entonces Capitán?
-
Continué mi viaje
junto a mi familia, sin olvidarme de aquel hombre y sin dejar de sentir el
recelo que su mirada despertaba en mí.
Jamás me olvidaré de aquellos ojos, y aunque nunca
supe el porqué le encontré allí, años después pude aclarar algunas de mis dudas
que este suceso había traído a mi vida.
-
¿Volvió a
aparecer Capitán?
-
En cierto modo sí
Grumete, volvió a aparecer en mi vida, cuando regresé a Buenos aires, pero eso
te lo contaré otro día, estoy algo cansado.
El tiempo estaba empeorando, el aroma del café se había
disuelto y la embarcación estaba mucho más inquieta que mi Capitán.
El viento no aminoraba y la noche nos acechaba
augurando que sería una noche difícil donde el sueño posiblemente no nos
sorprendiera.
Como en cualquier travesía que realizamos en la vida,
no siempre está el mar en calma, a veces la tormenta se cierne sobre nosotros
sin esperarlo y nos pone a prueba.
Muy interesante sigues abriéndonos caminos , llenos de nostalgia , y de pronto amenaza al barco una tormenta ,
ResponderEliminarMe sigue gustando.
Besos
Hola André, pronto veremos que ocurre en esa tormenta, me alegra que estés divisando esos caminos a mi lado.
EliminarUn beso
Inmejorable texto donde recreas tus dotes literarias y nos hace pasar por momentos de intrigas y suspense. Enhorabuena
ResponderEliminarun abrazo
fus
Hola Fus, gracias por tus palabras como siempre, me alegro que vivas esos momentos conmigo.
EliminarUn abrazo
Nunca se navega por un mar de calma.
ResponderEliminarSitúas muy bien la acción.
Sigo atenta, Amparo, este viaje del alma va a entrar en un moemnto álgido.
Abrazos
A veces si navegamos por un mar en calma Verónica, cuando nos olvidamos de todo y disfrutamos el ser nosotros mismos, el problema es que dura muy poco.
EliminarGracias por tus palabras y por seguir viniendo a comentar a pesar de que mis capítulos no son muy seguidos por falta de tiempo.
Besos
Tanto me centro que hasta he llegado a oler el café, ja ja ja. Un abrazo.
ResponderEliminarHola Lobezna, como siempre me alegras el día con tu humor, gracias por estar aquí de nuevo y hacerme participe de tus pensamientos.
EliminarBesos
Los ojos de las personas que dean huella en la vida, jamás se olvidan. Le has dado una cadencia muy agradable a tu narración. Esperemos que la tormenta que se desate no lleve a graves consecuencias...
ResponderEliminarTe mando un abrazo inmenso.
Querida Sara, en efecto esas son las personas que dejan huella en nosotros, las que solamente con la mirada recorren nuestro interior y son capaces de ponerlo patas arriba, sin duda jamás podremos olvidar a esa gente y todo lo que nos aportan. Veremos a ver en que queda la tormenta.
EliminarTe reenvío un abrazo concentrado con sabor a anís.
Que vuelva el aroma de café, con el Capitán descansado, para seguir atentamente escuchándolo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Lindas tus palabras Cecy, habrá más por supuesto.
EliminarUn abrazo
Me quedo con la ultima frase, no siemre esta el mar en calma, a veces hay que aprender a barrenar las olas. Muy lindo leerte.
ResponderEliminarSaludos, buen finde
Hola Karu, bienvenida a mi blog y mis pensamientos, gracias por tu paso y por tu comentario. Efectivamente no siempre está en calma, pero un buen barco es aquel que navega por tempestades, con un buen capitán por corazón.
EliminarDespués de esas tormentas, nos hacemos expertos en la vida.
Saludos y espero volver a verte por aquí.
como dice la chica de arriba la última frase es muy linda y significativa. Te sigo.
ResponderEliminarHola Zeida, gracias por tu llegada y tus palabras, en efecto es una frase muy significativa, debemos aplicarla siempre que la tormenta se cierna sobre nosotros.
EliminarBesos
Te felicito querida Amparo por tan interesante y agradable novela. Disfruto leyéndote.
ResponderEliminarBesos. Rosa.
Hola Rosa, gracias por volver a dejarme tus palabras y cariño. Gracias también por surcar las aguas de la vida conmigo. Yo disfruto cuando vienes.
EliminarBesos
Me gusta como relatas y como nos llenas de sensaciones. Enhorabuena
ResponderEliminarun abrazo
fus
Hola Fus, gracias por estar aquí de nuevo.Es un placer tenerte entre mis seguidores.
EliminarUn abrazo
¡¡ Buenos días Amparo¡¡
ResponderEliminarPase a saludarte y darte las gracias por tan bellas palabras, yo me encuentro mejor, pero cuesta
Hay que dar tiempo al tiempo aunque cuesta
un fuerte abrazo!!!
Espero que tengas un lindo día!!!!
Hola Lola!! Me alegro que estés aquí, eso quiere decir que efectivamente estás más animada, me alegro de que te acuerdes de mi y de que vengas tan generosamente a saludarme, para mi es un placer tus visitas fugaces, pero repletas de un profundo cariño.
EliminarMe alegro que estés mejor, y que aunque cueste vayas poco a poco, te mereces lo mejor.
Aquello que no nos mata, nos hace mas fuertes.
Espero que tengas una buena semana, Un abrazo enorme.
Hola Amparo, buenas noches,
ResponderEliminarcomo que está cansado? ahora nos dejas con la intriga! =(
bueno, ese es un buen gancho como para volver...
muy entretenida, seguiremos viaje contigo =)
Te deseo un bonito fin de semana
besos y abrazos
Hola Ariel, Buenas tardes, te dejo con la intriga como garantía de que vuelvas, jaja, gracias por viajar conmigo.
EliminarTe deseo una buena semana.
Besos
Querida Amparo,
ResponderEliminarestoy tratando de ponerme al día, y más cuando los escritos y las historias son buenas, no quiero perderme.
Voy viajando y metiéndome entre tus letras que describen sensaciones muy placenteras.
Abrazos.
Querida Genessis, me encanta que mis palabras te acompañen en ese viaje, en definitiva eso son mis escritos, un viaje en el tiempo desde el presente o hacia el presente.
EliminarGracias por tus palabras y tu lealtad.
Besos y abrazos
que viaje de pelicula, escribis muy bien te felicito....abrazo de poeta!!
ResponderEliminarGracias Andrés, en efecto no se sí es de película, pero como mínimo esta siendo de novela. Gracias por tu apreciación sobre mi forma de expresar.
EliminarAbrazos
Hola Amparo, la descripción del anciano es tan minuciosa que me permitió verlo. Ahora nos dejaras esperando al próximo encuentro en Buenos Aires
ResponderEliminarEste capitulo pinta el estado de la gente durante la guerra que duele
Cada vez se estrecha mas la relación entre el Capital y la grumete
voy a leer el siguiente
Hola Lapislazuli, en efecto parece que podemos ver a ese anciano, incluso clavar nuestra mirada en la suya.
EliminarCada vez el vinculo entre los protagonistas se hace más fuerte y necesario.
Que bonito!!!!
Una pagina muy hermosa felicidades..!!! Saludos... :)
ResponderEliminarGracias Idolidia, por tu llegada a mi blog, por tus palabras y por quedarte, espero que disfrutes en esta aventura del compartir.
EliminarBesos
Querida amiga: Estoy muy consternada por el accidente. Recibe un enorme abrazo con toda mi solidaridad y cariño, hemanada en el dolor.
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