Cuaderno de abordo, en torno al mar (Capítulo V)

Mientras el sol despuntaba a lo  lejos, llenando nuestras vidas de nuevas oportunidades, el Capitán dejaba ver en su mirada que aquel encuentro con Rosita y esos días compartidos en alta mar no habían sido para nada casuales, sino que ya habían escrito posiblemente el mayor episodio de su vida.

El Capitán comenzó de nuevo a remar con ansias de avanzar en aquella aventura ya iniciada, sin embargo en su recuerdo seguía varado en aquel puerto de Barcelona.

-         ¿Qué ocurrió Capitán? – pregunto la Grumete a pesar de tenerlo claro.

-         Pasó lo que tenía que pasar, Rosita tenía que continuar su viaje con su madre hacia Italia, algo dentro de mí se quebró haciendo un puzzle en mi interior que a día de hoy no logro unir.

Vi como aquel buque partía de nuevo llevándose a bordo mis ilusiones, mis castillos en el aire, mis sensaciones de días atrás, mis deseos, el calor de aquellos labios y  la imagen de aquella muchacha que sabía con certeza que nunca más vería.

Quedé tan vacío como los árboles en otoño tras pelar sus ramas, así estaba mi pecho, desprotegido y vulnerable al frío de la distancia que ya nos empezaba a azotar.

Por mi mente pasaban los momentos vividos aquellos días como los capítulos de una novela sin final.

Aquel buque se adentró en el mar donde se perdió el primer amor de mi vida.

En el polo opuesto a aquel nudo en el pecho que sentía, venía la alegría por conocer a mi familia Española. Eran muchos los deseos de aquel reencuentro como muchas eran también las lágrimas que envolvían el ambiente tras el reencuentro con mis tíos y primos.

-         Imagino mi Capitán, todos los reencuentros son esperados y emotivos.

-         No muchachita, no imaginas la dosis de sentimientos que habían ocupado el puesto de aquellos deseos contenidos.

-         ¿Te gustaría conocer el principal motivo de aquel viaje?

-         Por supuesto Capitán

-         Mi abuelo Federico viajó a Buenos Aires en 1909 buscando un futuro mejor, meses después se trasladaron mi abuela Montserrat y sus dos hijos, Joaquín y Luís (mi padre), ya que la vida de mi abuelo en Argentina estaba más asentada.

Joaquín tenía desesperadas ganas de volver a España, quería conocerla y abrazar a su  abuela Facunda. Tantas eran sus ansias y su necedad por llevar a cabo su deseo que a los 23 años embarcó en un buque de nacionalidad Alemana, como peluquero del barco, viajaría a una ciudad al norte de España, entraría en dique seco durante 6 meses, tiempo durante el cual visitaría a mi abuela y conocería el país antes de volver a Argentina.

Al llegar al puerto Español y sin saludar a mis tíos y a su abuela, fue reclutado para cumplir el servicio militar obligatorio de un año con un recargo de 6 meses por no presentarse en fecha. Fue inútil que se librara de ello, a pesar que desde Argentina se intentó, los trámites no dieron resultado.

-         Estoy conmovida Capitán, 6 meses sin ver a tu familia debe ser mucho tiempo, cuanto más un año y  medio.

-         Lo que no sabes querida Grumete, es que Joaquín jamás volvió a Buenos Aires.

Pasaron los 20 meses que Joaquín tuvo que cumplir en el servicio militar y a pesar de ello no podía volver, tenían que firmarle la cartilla militar como que había cumplido con el reclutamiento, para lo cual tuvieron que transcurrir otros 4 meses más, meses en los que mi tío le busco un trabajo para ofrecer máquinas de escribir por las diferentes ciudades Españolas, trabajo que le permitía conocer el país como era su sueño.

Cuando consiguió todos los papeles y debía volver a Argentina, el diablo lo tentó para hacer su último viaje y conocer la ciudad de Santiago de Compostela, capital de la comunidad autónoma de Galicia, en 1931, pleno invierno en España, enfermó gravemente y regresó a Barcelona con 42 grados de fiebre, tres días después cogería el barco que lo llevaría de regreso a Argentina.

-         No entiendo mi Capitán, ¿Y porqué no volvió?

-         Porque murió en brazos de su abuela Facunda, a pesar de que yo aún no había nacido por aquella época, siento como si hubiese vivido estos acontecimientos que han marcado las conversaciones de mi familia desde mi infancia y que con solo recordarlo me emociono.

La noticia llegó unos días después a Buenos Aires, la carta con la fecha de vuelta de Joaquín, fue sustituida por la noticia de su muerte, trágica noticia que tiró a mi abuela Montserrat desmallada al suelo.

La distancia llenaba la situación de una insólita angustia, tanto así que su abuela Facunda en cuyos brazos murió Joaquín, comenzó a decaer y  deseaba ver a su hija Montserrat después de tan trágico suceso para la familia.

Se organizó un viaje en 1936 para viajar a España, donde navegaríamos mi padre Luís, Mi madre Haydee, mi abuela Montserrat, mi hermana y yo, viaje que hubo que suspender porque estalló la Guerra Civil Española.

A partir de ahí todo se precipita, en España fallece mi bisabuela Facunda y en Buenos Aires fallece mi abuela Montserrat, con lo cual ninguna de las dos puede cumplir el deseo de abrazarse.

-    Tremendo mi Capitán, a veces el destino está escrito tan ceñidamente, que no nos da respiro.          

-    Así es mi querida Grumete, somos hojas que el  destino del viento lleva a su  antojo y por más resistencia que pongamos, te arrastra.

      Estos son los hechos que nos embarcaron principalmente en aquel Conde Biancamano, imaginarás ahora a que se debían esos enormes deseos de viajar a España y cuál era el fruto de esas lágrimas que no cesaban tan fácilmente.

-         Entiendo Capitán, de los motivos y la necesidad de aquel viaje, lástima que tu abuela Montserrat no pudiese acompañaros como teníais previsto.

El  Capitán se entristeció bastante, en aquel puerto de Barcelona donde habían atracado le esperaba doble pena, el reencuentro con el pasado y la despedida de Rosita.

Decidió entrar en su camarote para descansar un rato, llevábamos toda la noche conversando en alta mar y aunque yo no estaba cansada, el necesitaba flotar un poco en todo lo que me había contando y estaba digiriendo.

Se alejó un pié tras otro abatido, consternado, pero con menos peso del que llevaba a sus espaldas, se veía más libre y satisfecho con el mismo, y eso a su Grumete le agradaba bastante.

La Grumete quedó sola en cubierta, bajo el mando del presente pensando en la historia del Capitán, sin entender los designios de la vida que a pesar de tenerlo todo escrito de antemano, a veces nos da la sensación de que se equivoca y es injusta.

Pero no había sido suficiente para la Grumete, nunca mitigaba sus ganas de conocer a su Capitán, a pesar de haberse acercado más a su vida, a su historia, su hambre de conocer y descubrir, no habían sido saciadas.

Dispuesta a perder la vista en el horizonte, mientras el presente seguía su rumbo sin detener un ápice de su dinamismo, la Grumete advirtió la presencia del cuaderno de a bordo del Capitán, cuaderno donde se desahogaba y el cuál no le permitió pasar inadvertida, no pudo evitar engullir sus palabras.

Sus páginas estaban engalanadas con bellos poemas que reflejaban sus sentimientos, pensamiento y deseos más profundos.

En especial le llamo la atención uno que decía así;

Tu retrato esta frío,

quieto, inmóvil y muerto,

frío el vidrio en tu rostro,

muerto el aire en tu cuerpo,

ya mis labios ardientes

te susurran un beso

y del frío el contacto

estremece el silencio…

Me parece imposible

que hoy estemos tan lejos,

que tu voz no la escuche,

que haya el mar de por medio…

Necesito encontrarte,

que me muero, muriendo,

con el frío de nieve,

que recorre mi cuerpo.

Necesito la esencia,

que sin ti ya no encuentro,

Necesito tus ojos

Y tu amor ¡Oh tormento!

Pero el cuadro esta frío

necesito tu cuerpo

de diademas y espuma,

necesito tu ensueño,

para amar a la vida

es preciso tu cielo,

tu fulgor, tu poesía…

que me muero, muriendo.

Cuando el frío del cuadro

se transmite a mi beso

y mis labios ardientes

estremecen por eso.

Mis caminos se cruzan

con senderos de miedo,

miedo al mar, a la noche,

a la luna y al viento…

desde el mar te repito

que te quiero, te quiero…!

aunque el frío del cuadro

hoy recorra mi cuerpo,

aunque ya no estés nunca

a mi lado, te quiero,

aunque ya solo viva

de ilusión, de recuerdo

y me enclaustre en prisiones

de pasión, de silencios….

Hoy mis labios te nombran

y te dicen, diciendo;

que con frío en el alma

y con sombras de miedo,

aunque pasen los años

yo te sigo queriendo,

que no es traba la noche,

ni la luna, ni el viento,

para hacer que te adore,

suplicando un encuentro,

para hacer que si faltas

en mi vida, me muero…

Que se acorten los días,

que no exista ya el tiempo,

que yo vivo sin vida,

que me muero en silencio

y me mata querida,

lo ya inútil del sueño,

agobiándome el alma

la crueldad del tormento,

el frío que ronda el aire,

el aire que esta ya muerto….!

                Federico L.M. de Luque

La Grumete estaba segura de que aquel poema se lo había dedicado a Rosita, en el estaban esos sueños, esos deseos dormidos, esas ilusiones diluidas, los recuerdos guardados, y una despedida gritada a los cuatro vientos, que para el Capitán aún no había sido posible de llevar a cabo, Rosita vivía en su interior desde que la conoció, su rostro en su recuerdo estaba intacto a pesar de los años, en el interior del Capitán era tan cálido como el sol que cubría el presente.

Ahora la Grumete sabía algo más de su Capitán, se llamaba Federico, como su abuelo, en todos sus poemas firmaba con las siglas L.M lo cual confirmaba que Federico era un nombre compuesto, y de apellido, Luque.

Las próximas horas mientras el Capitán dormía placidamente, la Grumete recorría cada verso de aquel poema que le daban una visión más completa y exacta de lo que el Capitán había sentido, ahora entendía sus ojos encharcados al hablar de Rosita, en su interior quedaron infinitos puntos suspensivos para rellenar y jamás fue posible.

Aunque tal vez el Capitán los había ido rellenando por su cuenta en solitario y silenciosamente.....

El presente continuaba su travesía por el mar de la vida en compañía del Capitán, guiado por la Grumete que nuevamente se sentía orgullosa, privilegiada y feliz, de estar a bordo de ese presente.