Tercera cuerda ( LOS SENTIMIENTOS)
El paseo en globo del día anterior
fue fabuloso. Javier se sentía mucho más preparado que al principio, comenzó a
alimentar en su mente la emoción y la ilusión de ver a su padre. Desde que se
marchó a París no sabía nada de él, ni siquiera había intentado averiguar nada
en el pueblo. Papá y yo no le dimos ninguna información puesto que él no nos
preguntó sobre el estado de su padre, no teníamos derecho a violar su decisión
de no recibir información sobre él.
Aquel día Javier nos comentó a Nana y
a mí que pretendía ir a verle, quise acompañarle pero él, quiso ir solo. Yo sí
sabía del estado actual de su padre, aunque lo había mantenido en silencio.
Sabía que había seguido bebiendo, convirtiéndose en una esponja que necesitaba
sentirse húmeda de alcohol por algún motivo que solo su interior conocía. No
tenía límite para acabar de ingerir alcohol, de modo que unos días bebía más y
otros días menos, lo cierto es que su estado de embriaguez era constante.
Sabía que seguía buscando refugio no
sé muy bien por qué motivo, en el calor que le proporcionaba la botella. Sabía
que continuaba viviendo solo en la misma casa en la que Javier nació, donde
estoy segura que un día fue feliz con su esposa desaparecida, la misma que un
día se negó a apoyar su forma de afrontar los problemas.
Presentía que el reencuentro sería un
duro golpe para Javier, dudaba que estuviese preparado para enfrentarse al
pasado todavía, sus sentimientos hacía su padre estaban expuestos a una
recaída, estaba convencida que aún no debía visitarlo.
Javier desayunó dos tostadas con
mermelada y mantequilla, dejó medio café templado sobre la taza que posó en la
mesa y se despidió de mí y de Nana con un beso en la mejilla.
-No sé si vendré con hora de almorzar - fue lo único que dijo mientras
avanzaba hacia la calle sin volver la vista atrás.
Me dio un vuelco el estómago, seguía
pensando que Javier no debía contemplar durante el resto del día el estado de
su padre. Para mí era una situación extraña, desde que Javier volvió a casa
nunca nos habíamos separado a no ser para ir a dormir, pasábamos todo el día
juntos, compartiendo nuestras travesuras sanas que eran más típicas de adultos
alocados que de niños. Me había quedado sola con la incertidumbre de la suerte
que correría Javier tras la visita a su papá. Pasé todo el día en la casa, me
daba la sensación que se me caería encima. Sólo me apetecía gozar de la
compañía de Nana, sólo ella podía aplacar mis nervios y mi ansiedad. Nana era
la única que podría tranquilizarme en esos momentos.
Fui a la cocina para buscarla, los
pies se me iban solos.
Nana me miró a los ojos, su
diagnóstico era el correcto, de modo que comenzó su charla dirigiéndome alguna
de sus preguntas llenas de contenido.
-¿Te gusta Javier?
Yo no le había mentido nunca y aunque
me hubiese animado a hacerlo, mi Nana lo hubiese notado de inmediato, cuando
mis palabras pasaban por mi cerebro para ordenar a mis labios que las dejasen
escapar, mi Nana ya las conocía. Sabía cuando estaba triste, contenta,
preocupada o feliz. Solo ella percibía cuando me dolía la barriga o cuando se
podía tratar de mi cabeza, sabía que desde la llegada de Javier mis hábitos
cotidianos habían cambiado, decía que mis ojos eran el reflejo del alma, a ella
no podía mentirle.
Decidí sincerarme con ella, contarle
todo lo que sentía, tenía la esperanza de que resolviera las dudas que yo
tenía.
Nana nunca descuidaba sus
obligaciones, cuando le pedí que se sentase conmigo en el sofá del salón no
pudo evitar negarse, sus principios le decían que debía fregar las tazas del
desayuno.
- No te preocupes Nana, papá se fue a la consulta y Javier está con su
padre, ambos tardarán en volver, estamos solas, yo soy la señorita de ésta
casa, tu próxima tarea se trata de que me mimes, que me acaricies, pero sobre
todo que me escuches lo que llevo guardándome con recelo hace tiempo.
Después de escuchar mis palabras, Nana
advirtió la gravedad del asunto, aceptó mi propuesta sin aparente preocupación
por el desorden que había en la cocina.
Me cogió del brazo con cariño hasta
que llegamos al sofá del salón, dejé caer mis hombros sobre su vientre, durante
un momento la confundí con mi madre, comencé a contarle mis inquietudes con
bastante soltura, mientras que ella enredaba sus dedos entre mi pelo para
controlar mis nervios, no sé como lo había logrado pero el resultado fue
positivo, estaba tan a gusto con ella que me hubiese gustado parar el tiempo.
Me llenaba completamente confiar en ella, estaba segura de que podía mantener
la conversación que fuese durante horas y horas sin que el reloj avanzase ni un
solo segundo para mí. Siempre me parecía insuficiente el tiempo que pasaba
junto a ella, se preocupaba mucho de mi estado de salud, aunque lo que más la
intranquilizaba era mi estado anímico. Nana era como uno de esos cafés que
preparaba con tanto cariño, siempre me caía bien su presencia, su calor
entonaba mi corazón considerándola mi cobijo y al igual que ellos, estaba
endulzada a mi gusto.
Nana era una mujer modesta, reservada
en lo que se refería a su vida privada, muchas veces le decía lo importante que
es para mí, el cariño y el apego que siento hacia ella, aunque su interior lo
recibía al instante agradecido, su exterior se empeñaba en recordarme que
exageraba. Justamente en esos momentos me gustaría que se convirtiese en una
vena de mi cuerpo, que gozase de acceso directo al interior de mi corazón, me
gustaría que viera el cariño que circula por ellas cuando disfruto de su
presencia, cuando recuerdo lo mucho que me aporta. Ella era mi madre, mi amiga,
mi confidente, aunque decía que de su vida privada no hablaba, conmigo si lo
hacía.
Siempre tuve la sensación de que nos
complementábamos no sé muy bien en que, pero mi punto de vista encajaba casi
siempre con el suyo. Siempre me aseguró que mi relación con ella está basada en
mi necesidad por recibir las sensaciones que ella me aporta, desde el principio
de nuestra relación, me aseguró que el día que encontrase esas mismas
sensaciones en otra persona, la dejaría un poco de lado. Lo que nunca pudo
comprender es que nadie me hará sentir las mismas sensaciones, tal vez
parecidas, pero idénticas no. Nunca entendió que el puesto que ocupa en mi
corazón nadie podrá suplantarlo, yo sé que siempre seguirá siendo igual de
importante para mí, tal vez la forma en la que ahora necesito demostrarle mis
sentimientos hacia ella esté expuesta algún día a aflojar su intensidad, porque
la distancia nos sorprenda o algo similar, pero el cariño, el respeto que
siento hacia ella, mi entusiasmo al tenerla cerca física o mentalmente, no
aflojará jamás. Lástima que todo eso carezca de explicación posible.
De modo que cada vez que me animaba a
confesarle como me sentía, ella comenzaba a escucharme rompiendo el hielo con
una de sus preguntas cortas y de extensa respuesta.
-¿Estás enamorada de Javier?
- Creo que sí.
-¿Cómo que lo crees Laura?, o estás enamorada de él, o no estás
enamorada, así de sencillo.
- No, no es tan sencillo Nana.
- Claro que sí, cuantas más vueltas le des, más dudas te surgirán.
- A ver, vamos por partes. ¿Te sientes bien a su lado?
- Mejor que en ninguna otra parte, lo único que puedo lamentar cuando
estoy junto a él, es que el reloj acelera su ritmo privándome en gran parte del
tiempo que desearía permanecer en su compañía.
- ¿Piensas en él cuando no estás a su lado?
- No hago otra cosa, cuando llega la noche y me voy a descansar a mi
habitación, me tumbo en la cama recopilando los momentos que hemos compartido
durante el día, también me imagino los que me hubiese gustado compartir a su
lado. Desde que volvió al pueblo no hay otro tema que me tenga tan ocupada.
- ¿Por qué piensas que lo quieres?
- El corazón se me exalta ante su
presencia cambiando de marcha para acelerar su ritmo, me pongo bastante
nerviosa cuando estoy a su lado y la mayoría de las veces cuando cruzo la
mirada con él me sonrojo sin darme cuenta debido al respeto que le tengo. Mi
cuerpo tiembla cuando se acerca a mí por algún motivo, siento un deseo enorme
hacia él provocado por una atracción física que se realza cada día más.
Mi corazón quiere besarle, pero mi
cabeza me detiene bruscamente a mitad de camino, entonces me siento culpable
porque se trata de mi primo. ¿Tú que opinas Nana?
-Yo no creo nada, sé que estás enamorada de él hasta la médula,
apostaría lo que tengo a que tú también le atraes bastante. Mientras estés
distanciada en el sentido de que él no sepa tus sentimientos e intenciones, no
podrás saber hasta qué punto es intenso esto que sientes. Para averiguar si
esto puede o no puede funcionar debes arriesgarte, enfréntate a la culpabilidad
que te provoca el hecho de que se trate de tu primo y sobre todo, a su posible
rechazo hacia ti.
-Nana no entiendo lo que quieres decirme.
-¡Mientes Laura!, estás buscando que te cuente un cuento. A veces sacas
de tu interior a esa niña que llevas dentro y a la cual le encanta escuchar
cuentos, no creas, a mí también me encanta contarle cuentos a mi niña.
Había una vez una charca, en ella vivían
bastantes anfíbios,
entre
ellos una rana y un sapo.
La
charca era de dimensiones medianamente grandes, con lo cual la rana yel sapo se
veían de vez en cuando. La rana aseguraba a los
insectos
que se iba a comer que estaba enamorada del sapo, sabía que
después
de ingerirlos no podrían delatarla, para ella el sapo era su
tipo
de anfibio ideal, aunque un poco orgulloso. Aún así, ella estaba fascinada con
el sapo.
Sus
ojos saltones eran lo que más la cautivaban, mucho más que su
cuerpo
rechoncho y robusto, más que su piel que portaba verrugas y
que
sus patas posteriores adaptadas al salto. A la rana le atraía el
porte
y la elegancia del sapo, todos los insectos que eran alcanzados
por
su lengua pegajosa sabían que la rana deseaba tener renacuajos
con
él.
El
sapo que era bastante orgulloso, solo se dedicaba a saltar de un
lado
a otro de la charca, mostrando así su figura y su porte a la
rana
con la intención de provocar su interés.
Un
día la rana no aguantó más sus deseos de estar junto al sapo
de
su vida y se le declaró, éste riéndose y sonrojado por el evidente
atrevimiento
de la rana, quedó enmudecido. La rana pensó que estaba demasiado ocupado
saltando de un lado hacia otro de la charca
como
para tener novia y se disculpó ante el sapo por el atrevimiento de
su
declaración con carácter amoroso. Saltó y saltó en dirección
opuesta
a donde el sapo se hallaba y alejándose de éste se dirigió a
su
extremo de la charca.
Cuando
la rana llegó a su destino, notó que el sapo orgulloso la
había
seguido avanzando a pequeños saltos detrás de ella. El sapo
confesó
a la rana con su voz temblorosa que le encantaban las ranas como ella, de piel
lisa y verdosa, con el vientre blanco, el atractivo
de
sus dos hileras de manchas y la rugosidad de sus patas, pero lo
que
más le gustaba al sapo era que fuese decidida y emprendedora. Le
aseguró
que no se había atrevido a declararle su amor debido a
su
timidez. El sapo se sonrojó minutos antes de asegurarle que él
también
se sentía atraído por ella, le confirmó que hacía bastante
tiempo
que ella le gustaba y que su timidez junto con el miedo de
sentirse
rechazado, le habían impedido acercarse.
La
rana no daba crédito a lo que estaba escuchando, se fundió con el
sapo
en un fuerte beso sabiendo, que si no hubiese tomado nunca la
decisión
de buscar al sapo para declararle su amor, jamás hubiese
encontrado
la felicidad, ni junto a él ni junto a ningún otro, ya
que
siempre hubiese estado estancada en la esperanza de que el sapo sele hubiese
declarado a ella, tal vez hubiese tenido que guardarse sus
sentimientos
y sus deseos para toda la vida.
-No tengas miedo al rechazo mi niña, si tú sientes que tus sensaciones
son fuertes, salta en busca de tu sapo a pesar del fango que pueda haber en
medio de vuestra relación. ¡Declárate!, estoy segura de que al igual que la
rana del cuento te sorprenderás por los resultados, puede que él sienta lo
mismo hacia ti. Si no es así, cuando dejes de alimentar la esperanza que de
momento te une a él, cuando te sientas decepcionada por su negativa, lo que hoy
sientes por el, se irá extinguiendo hasta que sólo quede cariño.
¡Laura!, no olvides nunca que está en
juego tu felicidad.
Nana bajó su vista para cruzarla con
la mía, me guiñó un ojo con un gesto simpático. Al instante, las bisagras de la
puerta anunciaban que Javier volvía de visitar a su papá.
Me impresioné al ver su estado de
ánimo, esperaba todo lo contrario, creía que volvería llorando, abatido,
afligido o al menos, con los ojos jugosos tras ver el estado de su padre, pensé
que recordar de nuevo el pasado del que huyó le devolvería la nostalgia de la
ausencia de su madre y parece que acerté en muchas cosas.
Nana se marchó a la cocina a preparar
el almuerzo y recoger el desayuno, había aplazado sus obligaciones para
ofrecerme su compañía. Miró a Javier con bastante apego y abandonó el salón
dejándonos solos para poder charlar.
Javier se sentó junto a la ventana,
yo me senté en el brazo del sofá que estaba enfrente, el mismo en el que le
había confesado a Nana que estaba enamorada de mi primo. Me daba cuenta de la
suerte que gozaba sabiendo que los muebles eran inertes, al igual que Niebla,
el sofá guardaría mi secreto.
-¿Qué tal te ha ido Javier?
- Mucho mejor de lo que pensaba.
Tomé una actitud cómoda para
disponerme a escucharle, él comenzó su relato:
“A medida que me acercaba a casa
sentía como mis piernas temblaban, mi corazón aceleraba su ritmo
progresivamente. Dudé si llamar a la puerta o no, pero mi fuerza interior me
empujó a hacerlo, llamé al timbre con miedo y como papá no contestaba me
dispuse a empujar a la puerta que estaba entre abierta. Por momentos me iba
invadiendo el nerviosismo, hacía casi nueve años que no le veía, no sabía nada
de él. La última vez que pude verle, estaba sentado en su sillón, sin embargo,
estaba a miles y miles de kilómetros, muy lejos de todo lo que tuviese algo que
ver con la realidad. Siempre lo recordé embriagado por el alcohol, su lengua se
le trababa dejando que sus palabras dieran zancadas hasta pronunciar lo que
intentaba decir, sin éxito alguno claro, su lengua se trababa a pesar de sus
interés por disimularlo, sus ojos estaban colorados como si de dos semáforos se
tratasen, me anunciaban que estaba prohibido el paso hacia su corazón. Su cara
se enrojecía por completo alternándose con el color blanco de la nieve, su mano
intentaba apoyar el peso de su cara, aunque la mayoría de las veces le
resultaba imposible, el puño se le escurría dejando caer sus manos hacia las
piernas.
Al igual que mis piernas temblorosas,
mi corazón impaciente avanzaba despacio hacia algún lugar de la casa donde
poder encontrarle, le recordaba tal y como lo dejé, cuando quise darme cuenta
estaba dentro del salón. Allí estaba, sentado en su apacible sillón como de
costumbre, las lágrimas cálidas que florecían de mis ojos no me dejaban ver con
la claridad e intensidad que me hubiese gustado. Noté que su barba había
crecido bastante, su cara estaba presidida por muchas más arrugas que cuando lo
dejé, la casa estaba llena de polvo, oscura, todas las puertas y persianas
estaban cerradas, lo único que alcanzaba a ver desde el marco de la puerta era
su silueta, estaba marcada por la escasa luz de un pequeño candil con aspecto
oxidado.
A la distancia en que me encontraba
era imposible ver algún rasgo acentuado en su cara. Aún mucho más nervioso que
al principio me acerqué hasta ponerme frente a él, flexioné ligeramente mis
rodillas para ponerme a su altura, él estaba sentado y sin mediar palabra
alguna, mi corazón ordenó a mi cerebro que le asestara un beso en la frente con
la ayuda de mis labios.
-¿Cómo estás papá?
No me respondió ni una sola palabra,
estaba sobrio, quizá halla sido la primera vez que he logrado verlo posado en
la realidad, aunque estaba en una realidad demasiado lejana al momento que
estábamos viviendo. Su mirada estaba clavada en la llama del candil que
reposaba encima de la mesa, las llamas de color rojizo que éste desprendía
iluminaban los muebles que había alrededor, al igual que el rostro de papá. La
luz parecía inmóvil, a penas se estremecía al variar de intensidad, parecía que
papá la estaba hipnotizando con su mirada.
Se me ocurrió hacer algo para que
reaccionara y saliera de ese estado. Había ido a verle su hijo, había
regresado, tal vez demasiado tarde, pero había regresado y él no se estaba
dando cuenta. Varias veces me dieron ganas de voltear mi cuerpo y marcharme por
donde había venido, pero era incapaz de salir de allí sin ver a papá, aunque lo
tenía frente a mí aún no lo veía. Quería hablar con él de forma normal, que me
escuchase aunque después hiciese caso omiso a mis palabras, quería ver su
reacción, me hubiese gustado que se levantase del sillón y me hubiese regañado
por haber huido de su lado, pero todo le daba igual.
La habitación continuaba en penumbra,
exactamente igual que su mundo interior, en una completa penumbra en cuya
escasa luz solo alcanzaba para ver una botella. Me negué a marcharme con los
brazos cruzados, sin estudiar las posibles consecuencias, me lancé a la ventana
y tiré del cordón de la persiana con todas mis fuerzas. Era de día, apenas las
10.30 horas de la mañana, el sol estaba en su máximo esplendor y papá solo
gozaba de la débil llama de un candil. Él continuaba callado, solo se
estremeció para llevarse las manos a la cara intentando taparse los ojos, la
luz del sol lo deslumbraba, por fortuna invadía su cuerpo parcialmente. Todo
apuntaba a que papá hacía mucho tiempo que no veía la luz del nuevo día, para él
daba igual que fuese de día o de noche, su vida era un caos absoluto.
Me acerqué de nuevo a él y percibí
que su pelo era largo, había tomado un tono ceniza y gran parte de su cabeza
permanecía al desnudo. Sus ojos estaban tristes y hundidos en el abismo en el
que se encontraba sumergido, sus manos estaban arrugadas y su pellejo era muy
fino, las arrugas de su cara eran incluso más que las que portaba su pantalón
oscuro, su espalda estaba demasiado curvada hacia delante demostrándome una vez
más, que el peso de esa maldita botella siempre había sido demasiado agotador
para él en muchos sentidos. Sus manos apenas podían sostener un viejo bastón.
Mis ojos pasaron de húmedos a
mojados, podía sentir las lágrimas correr el camino que marcaban desde mi cara
hasta llegar a mi barbilla, el paso de éstas era tan seguido que formaban un
río, nunca pensé ver a papá en ese estado. Él seguía sin mirarme, se notaba a
la legua que le daba vergüenza, yo estreché su mano con la mía llamando así la
atención de su mirada.
-Me alegro mucho de verte, papá - le dije emocionado.
Me contestó afirmativamente
inclinando su cabeza hacia el suelo, parecía que la lengua se la había comido
el gato, sin embargo proseguí.
- Volví hace tres meses de París, me marché para labrarme un futuro
digno y lejano de todo lo ocurrido, conocí una mujer estupenda con la que me
casé. ¡Sabes!, Carla murió, tenía un tumor en el útero, estaba esperando un
hijo mío, solo tuvimos el privilegio de sentir lo que significaba ser padres
durante un día, podíamos imaginarlo recién nacido, en su primer día de colegio,
jugando con sus amigos, incluso dándonos un beso para marcharse a dormir, todo
menos pensar que lo perderíamos. Lo perdí todo papá, a mi hijo y a la mujer a
la que quiero todavía con todas mis fuerzas, fue un infierno, sacrificamos la
vida del bebé para salvar la de Carla y sin embargo fue inútil.
Papá, lo de Carla era una enfermedad,
algo ajeno a sus posibilidades, algo casual que nos cogió desprevenidos, la
única salida era mantener la fe, sólo podíamos abrazar el presente y asumirlo,
sin embargo lo tuyo…
No tienes ninguna necesidad de beber,
bebías incluso antes de que mamá nos dejara, precisamente nos abandonó por eso.
Supongo que en algún punto del camino de tu vida perdiste el rumbo, la noción
del tiempo.
Algún acontecimiento fuerte te hizo
sentir lo suficientemente frágil como para abandonarte a la suerte o a la mala
suerte que te facilitaría el alcohol. Debiste pedir ayuda desde el primer
momento sin dar lugar a que te ganara la batalla, debiste afrontar la realidad
por dura que fuese para ti. Ahora no es momento de lamentaciones, ya no hay
marcha atrás, o tal vez sí, el problema es que el primer paso lo has de dar tú
solo y dudo mucho que estés de acuerdo. Ojalá pudiese avanzar yo los pasos que
tú has de seguir, sin duda alguna emprendería esa marcha por ti, por
recuperarte, o mejor dicho por empezar a conocerte. No sé ni puedo imaginarme
los motivos que te arrastraron a este estado, pero fuesen cuales fuesen, te
están arrebatando la vida que tenías, la vida que te queda.
Me marché porque fui un cobarde al
igual que lo estás siendo tú. No tengo ningún derecho de darte lecciones de
nada, sentía vergüenza de ti, de tu apellido, deseé mil veces que no fueses mi
padre, me dabas asco, lástima, por más vueltas que le daba a mi cabeza no
aparecía ni un solo motivo por el que pudiese pensar que me querías, creía que
si en realidad me hubieses querido no permitirías que te viese en ese estado,
en realidad siempre he pensado que eras incapaz de quererte a ti mismo.
Siempre entendí más a mamá que a ti,
quizás por eso elegí el mismo camino que escogió ella, el más fácil, huir de tu
lado, abandonarte igual que un día te abandonaste tú.
Todo podría haber sido diferente,
tenías una familia, una mujer que te quería a pesar de muchas cosas, excepto
del alcohol, un hijo que a pesar de tu problema te respetaba aunque, tal vez
fuese producto del miedo que te tenía.
¡Mírate papá! Has envejecido solo,
has perdido todo lo que un hombre no se puede permitir perder, la vida. Has perdido tu familia, tu
sentido común, tus ilusiones, tus ansias de luchar, tu juventud.
¿Qué más papá?, ¿vas a seguir
desperdiciando lo bueno que te queda hasta que seas incapaz de respirar?,
¿tanto has de agradecerle a esa botella?, ¿por qué has de serle fiel?, ¿qué
recibes de ella? Sin duda alguna, nada comparado con lo que podrías recibir del
día a día de la vida, no vale la pena que sigas perdiendo la noción del tiempo
por ella, ni siquiera puedes sentir, parece que la sangre se te ha congelado.
¡No te rindas!, aún puedes lograrlo, aún puedes recuperar gran parte de lo que
has perdido.
PARA TRIUNFAR EN UNA BATALLA, A VECES
HAY QUE SABER RETIRARSE A TIEMPO. AÚN PUEDES VENCER.
No puedes ver como se pasa tu vida,
como se nos pasa a todos. Tengo 30 años y no recuerdo a un padre que me
demostrase el cariño que tanto necesité, que jugase conmigo, que me escuchase
al decidir contarle mis problemas, que me aconsejase. Si no haces algo
urgentemente te marcharás en el mismo vuelo que lo hizo Carla, sin haber
descubierto lo que se siente cuando se quiere y te corresponden. Se nos está
escapando de las manos a los dos, soy consciente de que te marcharás sin
disfrutar a tu hijo y yo dejaré que te escapes de mis manos sin descubrir que
se siente al tener un padre, penoso, pero cierto.
Todavía no sé por qué he vuelto.
Cuando Carla murió solo necesitaba estar con mi familia, pensé que quizás
estaba a tiempo de encontrar lo que me queda de ella, solo me quedas tú.
Perdóname papá, no soy perfecto,
quizás no tuve la posibilidad de tener un hijo porque lo hubiese hecho peor que
tú, lo único que sé, es que me duele enormemente verte en ese estado. No sé si
puedo hacer algo por ti, pero te puedo asegurar que la impotencia de verte así
me hace sentirme tan basura como puedas sentirte tú. Hay más salidas para
combatir la inferioridad, la desilusión, la infelicidad.
No puedo recorrer el camino por ti
pero puedo acompañarte.
Bajé la persiana con la misma fuerza
que la subí, froté mis ojos desesperadamente empapándome las manos con las
lágrimas que habían florecido de mi corazón, le besé de nuevo en la frente y me
volví para dirigirme a la puerta.
Al voltearme, una voz ronca, apagada,
irreconocible para mí de no ser porque estábamos solos, me detuvo.
-Lo siento hijo, para mí tampoco es fácil.
Volví para aplacar mis deseos de
abrazarle, aún siento latir su cansado corazón junto al mío, aún puedo ver sus
ojos llorosos en mi retina, todavía puedo oler de fondo la ginebra de su
aliento que por primera vez sentía más lejana de la vida de papá.
Aquí estoy, enojado pero sereno,
deprimido pero alegre, no encontré lo que quería pero tampoco lo que pensaba
que iba a encontrar. Papá estaba sobrio y aunque sé que a mi salida volvió a
beber, cuando hablé con él me estaba escuchando, apuesto a que me entendió,
aunque no tuvo ni tenga el valor suficiente para poner punto y final a esta
situación. Sabe y reconoce su fallo, sé que me quiere, hoy he estado mucho más
cerca de él, parecía que el tiempo que hemos estado separados nos estaba acercando
más que nunca, más aún que cuando vivíamos juntos.
Sigue estando muy lejos de todo, pero
estoy más cerca de él, aunque la ventaja que el tiempo nos lleva nunca me dará
la opción de alcanzarle.”
Miré a los ojos a Javier y pude verme
reflejada en ellos, sé que estaba llorando en silencio.
Estaba más contento de lo previsto,
en esos momentos, eso era lo más importante, había sido lo suficientemente
valiente como para ir a visitar a su padre y mucho más aún, le había dicho todo
lo que pensaba sobre su estado, lo que llevaba guardado hace tantos años. Me
levanté acercándome a él para abrazarle en señal de apoyo hacia su tristeza,
froté suavemente su espalada, él me dio las gracias con su mirada, aún siento como me quema por dentro, sin quitarnos la vista
de encima nuestra complicidad sabía, que Javier acababa de recuperar la tercera
cuerda de su guitarra, “LOS SENTIMIENTOS”.
En la charla que había podido
compartir con su padre, había percibido diferentes sensaciones nuevas que le
estaban dando la oportunidad de motivar su espíritu dormido, había descubierto
que seguía sintiendo muchos más sentimientos por su padre de lo que él pensaba.
El ritmo acelerado de su corazón le confirmó que quería a su padre, que podía
preocuparse por él, que le gustaría ayudarle a salir del trance en el que se
encontraba, pero lo único que podía hacer por él era seguir queriéndolo sin
reproches, sin preguntas, sin condiciones.
Javier se impresionó bastante, había
descubierto que tras la muerte de su esposa podía seguir sintiendo los mismos
sentimientos que antaño por todo aquel que le importaba. Notaba que el afecto
por su padre había crecido a raíz de su acercamiento a él. En el momento en el
que se planteó la oportunidad de verle, sabía que el cariño había suplantado la
vergüenza que sentía por él, sabía que la distancia había avivado los
sentimientos que en él estaban dormidos, su entusiasmo y la esperanza que
palpaba se reflejaba en su cara. La verdad es que había avanzado bastante, se
disponía a encaminar su vida, tenía ganas de luchar, necesidad de hacerlo, tan
solo tenía 30 años y no podía rendirse, sobre todo ahora que sabía que el fallo
y la debilidad de abandonar que su padre había sentido en su día, le habían
condenado.
Carla permanecía un día tras otro en
su recuerdo, pero el sentimiento de culpa e impotencia le golpeaba cada vez con
menos intensidad. Yo disfrutaba de su compañía al máximo haciéndome ilusiones
que no llegarían a cuajar, para mí era el morbo de uno de esos juegos de niños,
aunque ya no le veía con los mismos ojos que antes, mi mirada exaltaba detalles
puntuales que me hacían verle como un hombre, el hombre con el que soñaba
compartir mi vida.
Nana seguía recordándome el cuento de
la rana y el sapo, me animaba a confesarle mi amor callado, pero yo no estaba
dispuesta a perder también al amigo, al primo, al compañero. Cuando me animaba
a confesarle lo que sentía a su lado, el miedo a perderlo definitivamente me
frenaba.
Papá sabía bastante de animales,
siempre me decía que “Más vale pájaro en mano que ciento volando”, eso era
justo lo que yo hacía, sujetar bien el pájaro de su amistad, de su compañía,
mientras dejaba volar por mi cabeza el pájaro de su amor.
La semana que viene... Capítulo VII
La semana que viene... Capítulo VII
Hola Amparo, aquí me tienes enganchada a tan magnífica novela. Me gusta muchísimo.
ResponderEliminarBesos. Rosa.
Gracias por tu fidelidad a mis palabras Rosa, yo tambien estoy enganchada a tus visitas a mi blog.
EliminarBesos
Excelente desarrollo; le imprimes mucha sensibilidad y sentimientos muy bien detallados. Me encantó la confidencialidad de Laura con la Nana, eso le da seguridad, claridad y amplitud en sus sentimientos. Javier sana una herida enfrentándose a la realidad de su padre.
ResponderEliminarAmparo da gusto leerte...a la espera de una cuarta cuerda de sanación de la vida y de los sentimientos de Javier.
Buen domingo en familia
Un abrazo
Lo que esta claro Genessis es que la sensibilidad no puede faltar cuando hablamos de sentimientos, aunque a veces necesitemos sacarlos para tenerlos claros, del mismo modo que Laura.
EliminarMe alegra que disfrutes leyendo mi novela y espero que de mi mano y de la de Laura encontremos las cuerdas a ver si se anima a componer.
Buena semana !!!
Un abrazo
Hola
ResponderEliminarVengo del blog de Patty
Precioso sitio tienes, me alegra conocerte. Iremos intercambiando vivencias si quieres.
Un beso
Me quedo por acá.
lujanfraix.blogspot.com
Mi blog principal.
Encantada de tenerte por aquí Luján, y mucho mas si te trajo Patty, jjej
EliminarPor supuesto que iremos intercambiando vivencias, a mi también me alegro conocerte.
Un saludo desde Jaén
Hermosa novelas, impeganada de sensibilidad. A la espera del otro capitulo...
ResponderEliminarGracias por demandar esos capítulos Marilyn, sin duda los tendrás y uno a uno descubrirás el desenlace del destino de Javier y Laura.
EliminarBesos
hola Amparo,
ResponderEliminarqué tristeza lo que ocurre con el padre de Javier, el alcohol es un mal terrible, que es difícil de salir del mismo. Pero Laura lo sabe tratar muy bien, en estos momentos Javier necesita de palabras de una amiga, y no el amor que ella siente por él como mujer. La novela se desarrolla muy bien, me gusta el tema. Sobre todo cuando la Nana y Laura se intimidan, se ganan confianza entre ambas y Laura se sincera profundamente ante la Nana.
Estoy curiosa de saber si el padre toma tanto alcohol por culpabilidad o por otra razón...
un abrazo^^
Efectivamente Rebecca, el alcohol no ahoga las penas, pero si ahoga lo mejor de ti anulandote por completo. En estos momentos Javier cuenta con esa amiga que necesita, siempre la tendrá, en cuanto a la relación de Nana con Laura, es muy especial, son como la misma persona, así que la mayoría de la veces no es necesario explicar lo que la mirada ya grita.
EliminarCreo que en este caso no hay una razón para haber elegido ese camino del abandono consigo mismo, se perdió en un punto del camino y aún no se ha encontrado por debilidad.
Los motivos, todos y ninguno.
Un abrazo
Un placer saber de tu pluma todas las vicisitudes que esperan a Laura y Javier. Sin duda tu estilo engancha ¡me gusta!
ResponderEliminarBesos.
André es un placer tenerte por aquí, me gusta que hayas sido atrapado por el día a día de Laura y Javier, eso me garantiza que volverás.
EliminarHasta el próximo capítulo
Besos
Los siento muy frágiles aunque Javier arriesga más en conocerse que Laura que duda por todo, y desde luego, los apegos no son buenos, demuestran muchas carencias.
ResponderEliminarGracias. Besos.
Hola Ion, en efecto los dos son frágiles, Javier por el momento que atraviesa y Laura porque es mucho mas entregada que Javier a pesar de sus dudas, y esa entrega inevitablemente tiene satisfacciones y la posibilidad de rechazos, es ese posible rechazo el que hace dudar a Laura, pero ella sabe perfectamente lo que siente e intenta expresarlo cada día.
EliminarPuede ser que los apegos demuestren carencias, pero todos tenemos necesidades especialmente la del afecto, y es lógico que cada cual la busque donde mas le pueda llenar interiormente.
Laura es una chica entregada, que vive plenamente, que arriesga y que esta dispuesta a perder mientras mantiene la esperanza de poder ganar.
Gracias por tu visita, te espero en el próximo capitulo
Excelente capitulo. El cuento de la rana y el sapo de gran ternura. El encuentro de Javier con el padre, pase de facturas y autocritica
ResponderEliminarEspero la proxima cuerde de la guitarra
un abrazo
Gracias por tu regreso Lapislazuli, encantada de que te guste el cuento, quise romper un poco el tópico de que el novio busque siempre a la novia, de que él sea el que decide a quien debe enamorar, es que la mujer no puede tener la opción de elegir sin esperar a que la inciten a ello??? mi cuento muestra que esa barrera que siempre ha tenido a la mujer a la espera del hombre, es tan absurda como la actitud del sapo que se paseaba frente a la rana, hay que arriesgar y si perdemos, a otra cosa mariposa.
EliminarTendrás tu próxima cuerda, un abrazo.
Vine tardecito porque necesitaba tiempo para que nadie me interrumpiera cuando leo a Javier y Laura jajajaja, ese cuento del sapo y la rana me ha encantado se lo leeré a alguien especial que necesita saber de esto y la novela sigue y sigue y yo detrás de ella creándome siempre la fantasía jajajaja besitos Amparo :**
ResponderEliminarLo importante es que llegaste Patty, gracias por tomarte tu tiempo para leerme y así darte la oportunidad de disfrutar de la lectura, eso me demuestra que efectivamente te engancha.
EliminarEstoy encantada de que compartas el cuento con alguien especial para ti, ojala le ayude a atravesar esa charca a pesar del fango que pueda haber y luchar por lo que quiere, arriesgarse por lo que desea sin esperar a que la vida se lo quiera dar.
Por supuesto que sigue la novela, te espero en el próximo capitulo, espero mi reencuentro contigo.
Besos
Amparo:
ResponderEliminarAcabo de llegar a tu blog y he comenzado a leer esta historia en su capítulo VI y me ha interesado muchísismo; manejas muy bien las palabras y le das un perfil concreto a cada personaje creando un conjunto de relaciones humanas muy sensibles; cada personaje se enfrenta a su propia vida y tiene que luchar con ella.
Genial apreciada amiga!!!
Saludos desde Suecia.
Bienvenido a mi blog Gustavo, me alegro que estés interesado en mi escritura y en el desenlace de la novela, sin duda alguna es la mayor garantía de que te animes a volver.
EliminarTe espero en el próximo capitulo.
Saludos desde Jaén
He leido detenidamente este capitulo, es genial esa mezcla entre fantasía, realidad, reflexión, enseñanza. De principio a fin atrapas y eso es propio de un buen escritor.
ResponderEliminarRescato este fragmento:
"No tengas miedo al rechazo mi niña,
si tu sientes que tus sencaiones son fuertes,
salta en busca de tu sapo,
a pesar del fango que pueda haber
en medio de vuestra relación."
Buen fin de semana Amparo
Bueno Rosa, mi mas sincero agradecimiento por catalogar mis palabras como las de una buena escritora, para mi es un placer compartirlas con vosotros.
EliminarDebe ser casualidad o tal vez no?? pero a mi también me encanta el cuento de la rana, y especialmente la frase que has resaltado, me alegra coincidir contigo.
Buen fin de semana y te espero en el próximo capitulo que lo colgaré hoy mismo.
Voy entrando en la novela de nuevo, aunque nunca la he olvidado, tanto Javier como Carla, nos deja prendados.
ResponderEliminarSigo.
Pues gracias por seguir Cecy, te dejo que la disfrutes te esperan 2 capítulos hasta actualizarte, jeje
EliminarEspero tu comentario, besos