Cuarta cuerda ( LA FE )
El tiempo iba pasando a marchas
forzadas, el verano estaba agonizando, daba paso al otoño y este a su vez al
invierno. Javier llevaba en el pueblo “el punto” casi un año. Había decido
quedarse a vivir con nosotros, visitar y aprovechar más la existencia de su
padre y ¿por qué no?, tal vez el regreso de su madre. En la ciudad nunca la
encontraría, en cambio en el pueblo podría ser posible.
Durante aquel día estuvo bastante
pensativo y ausente, cuando no pudo aguantar más lo soltó durante el almuerzo,
nos comunicó a papá y a mí que se quería desconectar del todo con la ciudad
para volver al pueblo definitivamente. Debido a todo lo que allí había dejado,
su trabajo como abogado, sus amigos en común con Carla, su apartamento, tenía
que volver para dejarlo todo arreglado, vender el apartamento y renunciar al
puesto de trabajo que tanto se tuvo que labrar.
Yo no sabía que pensar, me parecía bastante raro que decidiese volver, sobre todo en vísperas del aniversario de la muerte de Carla, por otro lado la idea de que no volviese me aterrorizaba, la angustia me inundó sacando de mí la parte más estúpida.
Yo no sabía que pensar, me parecía bastante raro que decidiese volver, sobre todo en vísperas del aniversario de la muerte de Carla, por otro lado la idea de que no volviese me aterrorizaba, la angustia me inundó sacando de mí la parte más estúpida.
-¡Estás jugando con los sentimientos de papá, los de Nana, los de tu
padre y con los míos también! - le grité presa de los nervios.
-Sólo serán unos días, los suficientes como para dejarlo todo arreglado,
no quiero tener nada pendiente en la ciudad, no pienses que os librareis de mí
tan fácil, es más, si lo deseas puedes venir conmigo, así conocerás la ciudad
de la que tanto te he hablado.
Sentía que lo había puesto en el
compromiso de proponerme que le acompañara, la idea no me parecía del todo
descabellada, no descarté la posibilidad de viajar a París, yo nunca había ido
a la ciudad, en realidad no había salido del pueblo y la compañía era
inmejorable, nada podría pasarme al lado de Javier. Vivir en su vida pasada
temporalmente no me obligaría a renunciar a su presencia, la idea era bastante
jugosa y tentadora, aunque a papá no le hacía demasiada gracia que hiciese un
viaje tan lejos. Aceptó porque según él, iba bien acompañada, confiaba en que
estaría bien con Javier, sabía que me hacía ilusión acompañarle y quiso
concederme el deseo.
Nana sin embargo, opinaba que hay que
lanzarse tras el amor sin miedo alguno a caer, yo me estaba arriesgando a
estrellarme, pero la experiencia, el solo hecho de poder compartir al lado suyo
mi tiempo, ya merecía la pena.
A Javier le llevó una semana los
preparativos del viaje, yo estuve muy ocupada preparando mi equipaje, parecía
que me marchaba definitivamente, todo me parecía poco para llenar la maleta, tenía
que ir renunciando a algunas cosas si quería que me cogiese todo. Comencé a
descartar algunas, las más prescindibles, preferí embalar solo las necesarias,
algo ligero de ropa y por supuesto entre ellas, la foto de papá que se hizo
junto a mí en la playa, con lo cual llevaba tres recuerdos en uno solo. La
herradura de Niebla que nunca le pusimos, estaba más cómoda sin zapatos según
papá, el beso inconfundible de mi Nana junto con sus roscos de naranja que me
preparó para el camino, un gorro que perteneció a mamá en el que envolví una
hoja de laurel, y la belleza de la naturaleza que la embalé en mi retina y mis
sentidos.
El equipaje de Javier era mucho más
simple, uno o dos pantalones vaqueros, tres o cuatro camisas de color claro,
ropa interior, las llaves del apartamento, calcetines sueltos y un par de
zapatos.
Desayunamos rápidamente porque el
tiempo no corría a nuestro favor, bajo las miradas atentas de Nana y papá me
despedí de Nana dejando con ella muchos sentimientos agolpados, sentía que me
faltaba infinidad de tiempo para expresarle todo lo que sentía por ella, sin
embargo, tuve que hacerlo en unos instantes, lo único que se me ocurrió fue
darle un beso tan fuerte como pude y un abrazo apretado. Papá nos acercó al
pueblo donde cogeríamos el autobús hasta la capital, una vez allí,
emprenderíamos el vuelo que nos llevaría hasta París, la ciudad que conoció a
un Javier enamorado y desolado.
Subimos al jeep de papá volviendo la
vista hacia la luna del cristal trasero, a través de ella, podíamos ver a mi
Nana despidiéndonos con su mano alzada al viento, apuesto a que su corazón era
el vivo reflejo del mío, latía apresuradamente, se podía percibir como se
oprimía victima de la distancia a la que nos estábamos sometiendo, ambas lo
estábamos pasando mal, mientras el coche de papá avanzaba hacia el frente
ofreciéndome de Nana una imagen borrosa. Al tomar la primera curva del camino
la silueta de mi Nana desapareció de mi vista, quedándome solo la que me
ofrecía su recuerdo.
Recorrimos el camino en silencio, Javier
iba en el asiento delantero junto a papá, yo iba sola en el asiento de atrás,
contaba con la ventaja de observar a ambos sin llamar su atención, los dos
estaban bastante pensativos. Al llegar al pueblo metimos nuestro equipaje en el
autobús que nos llevaría a la ciudad, nos despedimos de papá con un beso al que
acompañaba un abrazo, sentí los latidos de su corazón acelerado, estaban tan
próximos a los míos que parecíamos uno solo. Papá no pudo contener las lágrimas
por mi partida a la vez que la emoción de hacerme feliz, él intuía que éste
viaje era importante para mí aunque desconocía hasta qué punto. Papá nunca se
opondría a mi felicidad, aunque no sé que pensaría si supiese que me bebía los
vientos por mi primo.
Javier se despidió de papá con un abrazo
presidido por un apretón de manos, todavía puedo escuchar el susurro de papá al
oído de Javier.
-¡Cuídala!, y me estarás cuidando a mí.
Subimos al autobús que se encontraba
repleto de pasajeros, tuvimos que sentarnos al final del pasillo, desde allí se
divisaban los diferentes asientos. Me senté justo en la ventanilla, Javier se
sentó a mi lado, ambos miramos a la vez para despedir a papá con los brazos
pero ya se había marchado. No pudo contener las lágrimas que le negaba a
nuestra vista, aunque Javier no lo entendía yo sí que justificaba su actuación,
en su lugar tal vez hubiese hecho lo mismo.
El motor del autobús comenzó a sonar
con un rugido advirtiéndonos de que nos íbamos. Mis manos inquietas reflejaban
el nerviosismo que sentía al salir del pueblo, a dejar atrás todo lo que me
hacía sentir viva, aún así, no estaba triste, auguraba que mi vida cambiaría al
lado de Javier, ahora la ilusión de acompañarle era mucho más fuerte que el
ruido del mar o montar a Niebla sin silla. Javier podía percibirlo en mis
labios cuando le dedicaba mi sonrisa, estaba en el asiento de al lado, a una
cuarta de mí, en cambio parecía que había llegado ya a París, su vista se
perdía atravesando el largo del autobús, incluso la luna delantera de éste, su
imaginación viajaba mucho más deprisa que nuestro cuerpo.
Tardamos poco más de dos horas en
llegar al aeropuerto, nunca había visto un avión de cerca, eran como pájaros
enormes cuyas tripas estaban suplantadas por maquinaria que imaginaba compleja.
El aeropuerto era grandísimo, montones de pasajeros iban y venían por los
pasillos cargando sus enormes maletas, subimos por unas escaleras mecánicas,
según Javier, para mí eran unas escaleras que subían y bajaban solas, parecía
que era producto de mi vista. Al subirme descubrí que eran reales a la vez que
cómodas. No pude evitar alcanzar a mi Nana con el recuerdo, se quejaba todo el
día porque a menudo tenía que subir a la planta de arriba de la casa, si me
hubiese visto, yo subía sin el mínimo esfuerzo, no meneaba ni un solo músculo
de mis piernas y en menos de dos minutos estaba en lo alto de ellas. Frente a
las escaleras estaba la puerta de embarque, por ella teníamos que pasar después
de facturar el equipaje, a mí no me convencía perder de vista mis maletas
durante todo el viaje, ellas viajarían por un lado y nosotros por otro. Javier
se reía de mí, claro, él solo podía perder su ropa interior y unas cuantas
camisas, sin embargo yo llevaba mucho más valor en ella, un valor irreparable
en caso de extravío. Javier me explicó que era lo mismo que cuando subimos al
autobús y dejamos las maletas en los bajos de éste, según él, mi maleta y la
suya viajarían en la cola del avión. Me miraba demasiado mientras aguardábamos
en la puerta de embarque, portaba mi billete en sus manos, el mismo que me
llevaría a ver el pasado de Javier mucho más cerca.
-¿Estás seguro que ésta es la puerta que nos lleva al avión adecuado?,
me moriría del susto si apareciésemos en otro sitio que ni siquiera tú
conocieras.
Javier agarró mi cara cuidadosamente
conduciéndola hacia el letrero luminoso que había encima de la puerta, había un
avión dibujado y al lado las letras luminosas mostraban a donde nos dirigíamos.
-Vuelo con destino a París.
Era increíble, ni en mis sueños era
posible lo que estaba viviendo, tan solo tenías que elegir una puerta y cerrar
los ojos, de ello dependía que al despertar estuvieses en un sitio o en otro.
Mientras alucinaba con lo que hasta ahora era desconocido para mí, una voz
surgía de la nada y anunciaba que teníamos que embarcar. Los pasajeros de
nuestra cola iban pasando uno tras otro al igual que nosotros, una azafata nos
daba su aprobación para que le entregáramos el billete del vuelo, cruzamos un
pasillo medianamente largo, el piloto y otra azafata que vestía igual que la
anterior nos daban la bienvenida en el avión.
Había muchos más asientos que en el
autobús, estaban dispuestos en el lado izquierdo de tres en tres y en el lado
derecho de dos en dos, todos ellos estaban numerados, palidecí al descubrir que
el asiento de mi billete no era correlativo al de Javier, su asiento no estaba
junto al mío. Sin disimular mi miedo le supliqué que no me dejase sola. Javier
insistió, intentaba convencerme de que era igual que nuestro pequeño viaje en
globo, me aseguró que la única diferencia ahora era que en el avión sentiríamos
la naturaleza indirectamente, sé que intentaba relajar mis inquietudes pero lo
único que consiguió fue que me asustase más. Mi único deseo era que Javier
estuviese a mi lado durante el tiempo que durase el vuelo, las nuevas
sensaciones que me disponía a descubrir me daban pánico. No entendía que él era
el único conocido para mí dentro del avión, yo quería que estuviese a mi lado
en todo momento.
La azafata se percató de que algo nos
sucedía, se acercó para averiguarlo, mi color rojizo de la cara resaltaba del
color de mi camisa blanca.
-¿Algún problema? – nos preguntó con tono dudoso.
-Ninguno – contestó Javier.
-¿Cómo que no? - reclamé indignada.
-Verá mi esposa no quiere viajar en otro asiento que no esté situado a
mi lado, los números de nuestros asientos no son correlativos, mi asiento está
dos asientos delante del suyo, le da miedo, si usted…
La azafata no dejó a Javier que
acabase de explicarle la idea que nos rondaba por la cabeza.
-Por supuesto que pueden sentarse juntos, el número del asiento es
solamente para que la tripulación embarque organizadamente, nada más, si el
asiento que está a su lado se encuentra libre o al acompañante que le halla
tocado no tiene ningún tipo de problema en cambiárselo, usted puede ocuparlo,
no hay ningún problema caballero. Sin duda alguna, o su mujer lo adora, o el
miedo que siente a viajar sola multiplica sus sentimientos hacia usted. Buen
viaje.
Me senté junto a Javier ya que el
asiento estaba libre, inmediatamente después de sentarme en el sentí que una
tranquilidad diferente había usurpado el lugar que tenía el miedo en mi
interior, sabía que volaría a su lado, no me importaba la vergüenza de confesar
a la azafata que me daba pánico viajar sola. Javier había engañado a esa
azafata diciéndole que yo era su esposa, le confesó que él era mi marido, la
azafata pudo descubrir en mi cara que estaba enamorada de él. ¿Tanto se me
notaba? Era imposible, yo no había articulado ni una sola palabra, lo que más
me mosqueaba era que Javier estaba encantado por haber engañado a la azafata.
¿Por qué le habría dicho que yo era su esposa?, lo que tenía claro es que no
pensaba preguntarle todas las dudas que en mi mente surgían, era imposible que
alguien que no me conocía de nada hubiese notado que estaba enamorada de él,
sin embargo, él que estaba conmigo todo el tiempo no era capaz de percibirlo,
¿ó tal vez sí?, quizás se estaba haciendo el tonto, ¿y si era el sapo del
cuento que me había contado mi Nana?
¡Mi Nana!, cuanto la extrañaba, la
distancia me hizo comprender que todo lo que sentía, lo que pensaba, no solo
era cierto sino que se multiplicaba acelerando mi corazón con la única meta de
buscarla, de sentirla cerca. La mínima posibilidad que existía de perderla, de
no volver a verla, me hacía sentir un miedo horrible, no quería perder todo lo
que llevaba dentro de mi corazón. Todo era muy confuso para mí, mi único
objetivo por el momento era que Javier se sentase a mi lado y fuese por el
motivo que fuese ya lo había conseguido.
Cambié mi asiento por el suyo, él
quería mirar durante el vuelo por la ventanilla, yo sin embargo no quería mirar
a través de ella.
Cuando veía algún avión pasar por el
pueblo parecía un punto minúsculo perdido en el cielo, la distancia que existía
entre éste y la tierra era considerable, sabía que la altura a la que volábamos
era parecida. Las vistas no se parecían en nada a las de nuestro viaje en
globo, no se podía percibir del mismo modo por una ventanilla que sintiendo el
viento en tu cuerpo, el sol en tú piel, sí, definitivamente era muy distinto.
La azafata nos recomendó a todos los
pasajeros del vuelo que nos abrochásemos los cinturones de seguridad, íbamos a
despegar.
El aparato comenzó a coger velocidad mientras se deslizaba por la pista
del aeropuerto, la rectitud y la largura de ésta la hacían infinita, los oídos
me punzaban, mi cara rebotaba percibiendo la rugosidad del asfalto de la pista,
la parte delantera del avión comenzó a elevarse, la situación en el exterior
era confusa. El paisaje se veía en diagonal, los edificios, las casas, los
coches, cada vez quedaban más hundidos por la altura que estábamos tomando
hasta que se nos hacia imposible distinguir nada, apenas unas montañas pequeñas
y unos caminos tan finos como la barra de un bolígrafo, se aproximaban más a la
imagen que se ve en un mapa. El lado delantero del avión cogió la misma altura
que el trasero, quedando horizontalmente suspendido en el aire, justo cuando la
visión de las montañas era cambiada por un azul limpio e inmenso del mar, un
lienzo de algodón cubría todas nuestras vistas, como si estuviésemos flotando
en él. Habíamos traspasado las nubes, nos habíamos elevado más que ellas, nos
quedaban por delante siete horas de vuelo. Javier se quedó dormido apoyando su
cabeza en el cristal de la ventanilla, estaba tranquilo, sereno, relajado, yo
era incapaz de pegar ojo sabiendo que estaba a montones de metros del suelo, no
podía evitar sentir cierta angustia, tampoco podía evitar dejar de pensar en
Javier, en la confusión en la que envolvió a la azafata simpática, pensaba que
yo era su mujer y lo peor de todo, es que hubiese estado encantada de serlo.
Javier se lo tomó como una broma, a mí la idea me apasionaba hasta tal punto
que comencé a hacerme ilusiones acerca de mi posible relación con él, cerré los
ojos un instante, imaginé que Javier y yo celebrábamos nuestra boda, que nos
besábamos apasionadamente. Pude ver a papá y Nana sonreír con los ojos
lagrimosos al mismo tiempo que nos aplaudían, pude sentir el calor de sus
labios, el perfume de su aliento, el tacto de sus dedos resbalando a través de
mi cara, el susurro de sus palabras introduciéndose en mis sentidos. Abrí los
ojos y me arrepentí de haber vuelto a la realidad, a una realidad que me
ofrecía la posibilidad de estar viajando con él, pero yo aspiraba a formar
parte de su vida, compartir la mía a su lado, yo quería moldearme a sus
necesidades, verle junto a mí cada mañana al despertar, reírnos juntos por
cualquier comentario tonto, discutir sobre nuestras diferencias de opinión que
las había, en definitiva no me encontraba en la realidad que yo anhelaba.
¿Por qué me habría tenido que
enamorar juntamente de mi primo? Si se hubiese tratado de cualquier otro chico
hace mucho tiempo que me habría insinuado de alguna manera, tal vez hubiese
sido la rana que me hubiese declarado a él expresándole mis sentimientos. Con
Javier todo era distinto, el miedo al rechazo me retenía. Aunque, lo que más
frenaba mi confesión era que se trataba de mi primo, un miembro de mi familia.
Hubiese dado cualquier cosa por saber que opinaría él de todo esto, por saber
que sentía realmente hacia mí, supongo que lo mismo que yo sentía por él muchos
años atrás, cariño.
Por más que me lo proponía no podía
apartar la vista de él, estaba profundamente dormido. ¿En que estaría pensando?
Seguro que en mí no, quizás fuese en Carla, aunque lo estaba llevando muy bien
hasta ahora, con su regreso a la ciudad inevitablemente recordaría situaciones
en las que ella iba a estar presente, parecía un chiquillo vulnerable a todo,
tan frágil, tan sencillo, tan guapo…Dejé mi instinto que volase libremente,
cuando quise darme cuenta mi boca se dirigía hacia sus labios, deseaba besarle
desde hacía bastante tiempo pero me había resultado imposible, ahora estaba
dormido, apenas se daría cuenta y yo saciaría mi deseo, solo en gran parte
claro, a mí me hubiese gustado mucho más que él me correspondiese. Podía oler
su piel a escasos milímetros de mí, podía percibir su aliento sobre mi carne,
mis labios iban bien encaminados hacia su boca. De no ser porque en el último
instante mi conciencia se sobrepuso a mis deseos no hubiese desistido de
besarle. Retiré mi cara rápidamente de la suya e intenté disimular lo que en
realidad no podía, mi rostro echaba fuego tras sonrojarse debido a la vergüenza
que sentía por no haber controlado mi impulso. Mi corazón aceleró su ritmo al
descubrir que no estábamos solos, había provocado una escena patética y aún
había más, Javier estaba dormido, indefenso ante la situación, no podía decidir
si quería o no besarme, yo se lo pretendía imponer. Yo quería recibir ese beso
voluntariamente, sin presiones, sin preguntas, sin recelo de ningún tipo, no
conseguiría nada de eso robándoselo. Cuando por fin me di cuenta que mi
arrepentimiento era lo más correcto que había decidido en los últimos minutos,
me cercioré de que Javier seguía dormido, quería comprobar que efectivamente no
se había dado cuenta de mis intenciones con él, me sonreía a mí misma repasando
en soledad lo que pretendía hacer cinco minutos antes.
El cuento de Nana volvió a mi
recuerdo, cambié a mi antojo el argumento. Los protagonista al igual que en el
cuento de mi Nana, seguían siendo una rana de color verdoso y un sapo
rechoncho, pensaba que si la rana besaba al sapo tal vez se convertiría en mi
príncipe azul, en el argumento de Nana yo había situado a Javier como el sapo,
yo era la rana. La rana había estado a punto de besar al sapo, pero no había
sido capaz de hacerlo, sin embargo, le miraba y le miraba, comprobaba que cada
vez se parecía más a mi príncipe azul, era guapo, apuesto, interesante,
cariñoso, de buenísimos sentimientos, galante, soñador, y su pasado no era un
tabú para mí, todo lo que cualquier chica de mi edad desearía tener.
La azafata se disponía a servir el
almuerzo, unos bocadillos de jamón envueltos en papel de aluminio, yo recibí a
Javier en la realidad con una sonrisa.
-¿Qué tal llevas el vuelo dormilón?
-¡Bromeas!, apenas me quedé dormido unos minutos.
-Javier, veo que dormiste tan profundamente que perdiste la noción del
tiempo, llevamos casi cuatro horas de vuelo, veo que se te han pasado rápido.
-¿Ibas a comer sin mí?
-Por supuesto que no, iba a llamarte pero me daba pena, pensé que
soñabas algo interesante.
-Si te digo la verdad no me acuerdo de nada, es una de esas veces en las
que te levantas con la sensación de no haber hecho nada, eso sí, muy cansado,
horriblemente cansado, me duele la espalda.
-Te recomiendo que no pienses en ello las próximas horas, de lo
contrario pasarás el resto del vuelo fatal.
-Tienes razón, lo mejor será que haga caso omiso al dolor de mi espalda.
¿Y tú cómo estás? ¿Que tal llevas el vuelo?, ¿Estás más tranquila?, creo que,
bueno, no te estoy sirviendo de mucha ayuda, en lugar de hacerte compañía para
que te olvides de que estamos volando lo mejor que se me ocurre es dormir, soy
un desastre.
-Bueno ya no hay solución, estamos volando y no puedo echarme para
atrás, si estuviese en el coche de papá o en la grupa de Niebla podría bajarme
en cualquier momento, pero aquí me resulta imposible, he de continuar el viaje
me guste o no, por eso me resigné, creo que incluso me está gustando la
experiencia. En el pueblo no me lo hubiese pasado tan bien como lo estoy
haciendo aquí, contigo, por otro lado la compañía es inmejorable, aunque se
duerma sin hacerme caso. Me estoy acostumbrando a realizar travesías y vuelos a
tu lado, ¿No crees?
-Claro que sí, no te imaginas cómo lo pasaremos, en grande sin duda,
sólo espero que no te arrepientas de haberme acompañado.
-Eso es imposible Javier, te lo aseguro.
Disfrutamos del escaso almuerzo
cruzando varias miradas picaronas, nada más allá de cualquier juego de niños de
otros tiempos, mientras, el momento del aterrizaje se acercaba.
-¿Estás bien? – le pregunté, preocupada por su estado anímico.
Él sólo asintió con la cabeza,
afirmándome que sí lo estaba, a pesar que la expresión de su cara se atrevía a
negarlo.
Cuando quisimos darnos cuenta
habíamos aterrizado, venía tan entusiasmada hablando que no me había enterado
de nada, me sentía afortunada por haberme ahorrado el mal rato del aterrizaje,
me atreví a imaginar que había sido igual que cuando despegamos, pero al revés.
Salimos del avión apresuradamente,
casi de los primeros, mi trasero parecía que había tomado una forma cuadrada.
Parecíamos críos alocados machucando a los pasajeros que encabezaban la cola de
salida, estábamos impacientes por salir y respirar aire puro, bueno no era tan
puro como el del pueblo, pero al fin y al cabo era aire. Todo en la ciudad
contaminaba, desde un puñetero chicle hasta el humo del tubo de escape de todos
los coches, aún así, necesitábamos respirar aire fresco. Dentro del avión todo
era hermético, desde el bocadillo que nos habíamos comido, al aire que fluía,
parecía que nos estábamos robando el oxígeno los unos a los otros. Tras un
largo rato de permanecer en la cola de salida logramos situarnos en el
exterior, respiré hondo varias veces seguidas, intentaba reponer a mis pulmones
la falta de oxígeno que habían sufrido, Javier hacía lo mismo que yo mientras
intentaba burlarse de mí.
Fuimos a recoger el equipaje, las
maletas de los pasajeros pasaban por una cinta giratoria, todas menos las
nuestras.
¿Y si había varias maletas lo mismo
que las nuestras? ¿Y si se habían perdido?, comencé a ponerme histérica, cuando
de pronto, aparecieron las dos maletas, la de Javier estaba apareada a la mía,
intactas, excepto una pegatina en el asa a modo de identificación.
Salimos del aeropuerto con la idea de
coger un taxi, éste nos llevaría al apartamento de Javier, a pesar de que el
asiento delantero estaba libre, Javier decidió sentarse a mi lado en el asiento
de atrás, yo estaba encantada, no tenía tanto pánico como en el avión pero me
encantaba la idea de que se sentase junto a mí de nuevo. Mientras Javier indicaba
la dirección al conductor del taxi, yo quedaba atónita con las vistas que la
ciudad me ofrecía, a pesar de que Javier me la había descrito en varias
ocasiones, ninguna de ellas se aproximaba a lo que mis ojos alcanzaban a ver, a
pesar de que tenía mucho que envidiarle al pueblo, también tenía su encanto
particular.
Enormes edificios se elevaban desde
el suelo a un lado y a otro de las calles. Montones de semáforos que cambiaban
de color alternativamente, tenían la autoridad suficiente como para abrirnos o
prohibirnos el paso temporalmente. Miles de personas corrían despavoridas por
las aceras de las calles, todas ellas poseídas por el estrés. Una cadena de
coches nos perseguían pegados a la parte trasera del taxi, miles de luces
brillaban en medio de la oscuridad de la noche al igual que en el cielo
resaltaban las estrellas. Si fijabas la vista al frente era imposible recorrer
dos metros seguidos sin toparte con algún objeto, coche, edificio o persona, no
había espacio para dejar que el aire puro fluyera tranquilamente, estaba
oprimido.
La ciudad parecía que descansaba a
las orillas de un río bastante extenso que recorría toda la ciudad, según un
inmenso cartel que yacía a las orillas, se trataba del Río Sena, a lo largo del
caudal se presentaban algunas colinas más o menos alineadas, había bastante
niebla que impedía ver con claridad la lluvia fina y escasa que florecía,
solamente nuestro pelo y nuestra piel la notaba claramente, la temperatura era
mucho más baja que en el pueblo, la camisa de manga corta que llevaba me
recordaba el sol al que estaba negándome y del que seguro mi Nana estaría
disfrutando. Las vistas eran increíbles, diversos jardines enormes mostraban
una ciudad colorida y bastante natural. Pasamos sobre las faldas de la Torre
Eiffel, su estructura metálica estaba apoyada sobre cuatro pilares enterrados
en bloques de cemento, a lo largo de su altura se distinguían varios niveles,
cada uno de ellos constaba de un mirador para explorar la ciudad. Recorrimos
los Campos Eliseos, allí se encontraba el Arco del Triunfo, estaban atravesados
por una impresionante arboleda del mismo nombre, en la isla de Saint-Louis,
sobre las aguas del Río Sena, descansaba el Palacio de París de Notrê-Dame, en
el interior de su jardín se ubicaba la estatua de Carlo Magno, atravesamos el
Puente de Neuf, según Javier era el más antiguo de París.
Mientras trataba de asimilar toda la
información que penetraba por mi vista, logré unir el rompecabezas de la
versión que me había contado Javier en el pueblo sobre la ciudad. Noté que el
taxi se detuvo ante un edificio de casi quince plantas de altura, en la fachada
se podía leer el nombre por el que era conocido en todo París, “Marne y Odise”,
según el taxista, su nombre provenía de las dos confluencias del Río Sena.
Javier sacó un billete de cincuenta
euros para pagar los servicios del taxi, me cogió del brazo con el único
objetivo de facilitarme la salida del coche, cerró la puerta de un golpe,
cogimos ambas maletas y entramos en el edificio.
Javier se dirigía a la séptima planta,
yo me limitaba a seguirle, al abrirse el ascensor nos encontramos con varias
puertas, Javier se encargó de elegir la puerta adecuada a la llave de la que no
se había despegado en todo el camino, hurgó en su bolsillo para sacarla, hasta
que por fin la encontró.
Abrió la puerta de par en par, lo
único que se distinguía en el apartamento, era oscuridad. Javier había vuelto
de nuevo a las tinieblas de su pasado, al pozo de su desdicha, al túnel de sus
recuerdos con su esposa, ahora no estaba solo.
Javier cogió sus maletas para pasar
dentro del apartamento, yo lo detuve.
-Si quieres, puedo alojarme en el hotel de enfrente, no quiero que te
sientas incómodo con mi presencia.
-Tonterías Laura, no estoy incómodo por nada, es la primera vez que
atravieso esta puerta con una mujer que no es Carla, pero vale la pena si esa
mujer eres tú.
Un extraño frío recorrió mi cuerpo
desde la cabeza hasta los pies, mientras tanto, le seguía en su recorrido al
interior del apartamento. Me atreví a subir las persianas y descubrí que era
precioso, acogedor, grande, estaba bastante iluminado, de paredes esclarecidas,
suelo oscuro y muchos recuerdos fijados en la pared, entre ellos, varias fotos
de Carla.
Definitivamente el aspecto de la
vivienda no tenía nada que ver con la primera impresión que me había causado.
Javier se percató que mi vista no se despegaba de la foto de Carla, se animó a
cogerla con las manos temblorosas y no pudo contener el llanto, llevaba un año
intentando componer su rostro en su mente, a veces le resultaba imposible.
Ahora la tenía frente a él, tal y como era, sin opción a olvidar ninguno de sus
rasgos faciales, era normal que se emocionase por ello.
-¿Es ella? – pregunté, a pesar que no tenía dudas.
- Sí, es ella, la mujer a la que he amado con todas mis fuerzas.
- Era preciosa Javier, entiendo que con alguien así como rival, es
imposible llamar tu atención.
- No creas, ella juega con bastante desventaja, ahora no está junto a
mí, a pesar de que su recuerdo sigue anidando en mí, he de vivir el día a día.
Dicen que el roce hace el cariño, pronto hará un año de su muerte, un año que
ya no está junto a mí, sin embargo he logrado seguir hacia delante, he
recuperado muchas cosas gracias a ti Laura, entre ellas la esperanza, la
ilusión y los sentimientos que creía perdidos, sin embargo estaban dormidos,
igualmente sé que puedo avanzar más, no estoy condicionado a vivir de su
recuerdo, pero sé que puedo mantenerlo dentro de mí.
Espero que te diviertas Laura,
bienvenida a París, voy a darme una ducha.
Javier dejó caer la foto de Carla
sobre la mesa en la que estaba, del mismo modo que dejaba caer sus lágrimas
tímidamente por su suave cara, se volteó y se alejó con pasos cortos y cansados
hacia el baño, estuve examinando la vivienda durante el tiempo que Javier
permaneció en la ducha, intentaba familiarizarme con todo aquello ya que
formaba parte del recuerdo de Javier, recorrí varias habitaciones hasta llegar
al dormitorio. Estaba en la habitación donde Carla y él se habían amado tanto,
el nerviosismo se apoderaba de mí, pensaba que el fantasma de Carla me estaba
observando.
Imaginaba varias escenas de amor
entre ellos, me sentía desplazada, era la primera vez que me arrepentía de
haber acompañado a Javier, me sentía culpable, como si a Carla le hubiese
arrebatado su marido, en cambio mi corazón sabía que era más suyo que mío, yo
seguía siendo solo su prima.
El ruido del agua de la ducha
presidía el momento, me acerqué al baño, la puerta estaba entreabierta, Javier
estaba allí, desnudo, disfrutando de su ducha, me hubiese gustado ser el agua
que recorría su cuerpo en ese momento, por desgracia no lo era. El agua cesó de
correr por el grifo del baño, Javier me gritó para que le alcanzase una toalla,
yo ni siquiera sabía donde las guardaba, ¿Dónde podrían estar las toallas si no
se encontraban en el baño?, antes de que me surgiera la respuesta, Javier me la
dio.
-¡En el segundo cajón del armario! – me volvió a gritar.
Abrí el cajón avergonzada, sabía que
tras encontrarla tendría que alcanzársela. Cogí la primera que pillé y con los
ojos cerrados entré en el baño para dársela, no veía nada, mejor dicho, no
debía ver nada, aunque en el fondo quería verlo todo. Sentí sus manos mojadas
sobre las mías al coger la toalla, salí apresuradamente del baño, mi pecho
estaba sobresaltado por el nerviosismo que había sentido. Javier salió detrás
de mí con la toalla enredada en su cintura, su cuerpo estaba mojado, su pecho
al descubierto al igual que sus piernas, estaba mejor que vestido sin duda
alguna, me avergoncé tanto que decidí esperarle en el salón, cuando me di
cuenta, estaba sentada de nuevo frente a la foto de Carla. Al instante salió
vestido, portaba un pijama oscuro y zapatillas de andar por casa, aún estaba
despeinado luciendo su pelo húmedo.
Mientras me pedía que desembalara las
maletas, recordaba mi visita turística por el apartamento, el dormitorio
pequeño estaba adaptado a estudio, por lo tanto la única opción sería dormir en
el sofá.
Javier había arrastrado mi maleta
junto a la suya hasta el dormitorio principal, cuando me dispuse a meter la
ropa en el armario, la ropa de Carla lo estaba ocupando. Toda ella estaba
impregnada de su perfume, no pude evitar sentirme francamente mal, me senté en
la cama con el único objetivo de hincharme de llorar, me sentía un estorbo, una
intrusa, una impostora en la vida de Javier, no tenía ningún derecho a estar
allí.
Debido a mi demora en ordenar mis
cosas, Javier decidió buscarme, al ver las puertas del armario abiertas de par
en par, al ver la ropa de Carla completamente al descubierto, se abstuvo de
hacer ninguna pregunta, cogió una caja de cartón y con mucha delicadeza fue
metiendo la ropa de su esposa Carla.
-¡No lo hagas!, puedo dejar mi ropa en la maleta, no quiero molestar.
Javier se sentó al filo de la cama
con un vestido de Carla entre sus manos, aún no había alcanzado a meterlo en la
caja de cartón, sin dejar de mirarlo me dijo:
-Esto es algo que debí haber hecho desde el primer día, pero no me
atreví, no tuve valor para despojarme de sus cosas, ahora es el momento
indicado, sé que puedo hacerlo sin sentirme culpable, sin reprocharme nada. Tu
presencia me ayuda a pasar la página de mi vida que tanto me pesaba, en cuanto
a Carla, sé que se sentiría orgullosa de mí, he vuelto porque sé que estoy preparado
para afrontar la realidad que meses atrás me perturbaba, nada ni nadie podrá
regresarla a mi lado, si hubiese sido posible, lo hubiese hecho sin dudarlo un
momento, pero eso solo es parte de los deseos que proyecta mi mente, la
realidad es totalmente diferente, nunca volverá a mi vida, y yo necesito vivir
o al menos, sentirme vivo. Aunque al principio mi corazón se negaba a su
ausencia, estoy aprendiendo a prescindir de ella, a veces incluso puedo reírme
con cariño de lo que antaño provocaba una discusión entre nosotros, ella ha
sido una pieza clave en mi vida, tal vez la conocí en el momento adecuado,
cuando más cariño necesitaba, quizás por eso fue para mí más importante de lo
que en condiciones normales hubiese sido, lo único cierto ahora, es que vivo en
el presente, que tengo que intentar ser optimista y llegar en las mejores
condiciones posibles al futuro que me aguarda, ella, muy a pesar mío, forma
parte de mi pasado, y el pasado, sólo se puede recordar, sólo puede cobrar vida
en nuestra mente, si me apuras, la mente incluso puede olvidar, con el tiempo
por supuesto.
El presente es distinto, lo único que
podemos hacer en él, es sentir, equivocarnos, desear, proyectar, evitar…..El
futuro es la mezcla de los dos, de lo que sentimos ahora mezclado con lo que
recordamos del ayer.
¡Te das cuenta Laura!, el presente es
lo que más importancia debe tener, basar tu vida en el pasado o en el futuro es
edificar tus metas en el aire, sin duda con el tiempo se pueden desmoronar.
-¿Y cuál es tu presente, Javier?
-Ahora mi presente, eres tú.
-¡Yo!, pero si solo soy tu prima – le dije con picardía animándole a que
me explicara por qué.
-Sí, eres mi prima, pero ahora estoy contigo, comparto este momento
contigo, puedo verte llorar, siento tus lágrimas como si se tratasen de las
mías, puedo tocarte, eres real, no eres producto de mi imaginación, la única
verdad es que existes. Estoy en el presente y tú estás a mi lado, estamos solos
y pienso vivirlo lo mejor posible, no quiero recordarlo algún día arrepintiéndome
de lo que pude hacer y no hice, el mañana no me preocupa demasiado, será un
nuevo día, podré compartirlo de nuevo contigo, con la gente de la calle, con
cualquiera, excepto con ella.
De modo que éste es mi lema:
“Recordar mientras mi
mente pueda hacerlo y vivir cada instante de mi vida, como si fuese el último”
Javier secó mis lágrimas con sus
dedos, cuando afirmó que su presente era yo, no se imaginaba que deseaba ser
también su futuro, cuánto hubiese dado por decírselo, pero era consciente de que
no era el mejor momento. En las palabras de Javier noté que estaba empezando a
vivir sin depender de Carla, que necesitaba sentirse querido, que tenía ansias
de vivir el momento, me alarmé cuando supe que si no era conmigo, podría ser
con otra. Javier estaba barajando la posibilidad de rehacer su vida. Noté que
conservaba la fe para volver a enamorarse, era como si solamente él pudiese
creer en algo que no se podía demostrar de ningún modo. La cuarta cuerda de su guitarra había salido a la luz en mitad de
nuestra conversación. “LA FE”.
Me replanteé seriamente la posibilidad de descubrir mi corazón y mi alma ante
él, una vez más no pude.
Cenamos pizzas y pannini que había en
el congelador, estaban caducados pero Javier decía que el frío mata cualquier
bacteria, de modo que enchufamos el horno. El aroma que desprendía era
exquisito, daban ganas de comerse hasta el envoltorio, aunque si lo leías, la
fecha de caducidad te recordaba que no estaban aptos para consumirlos.
Mientras salía la cena ayudé a Javier
a meter su equipaje al otro lado del armario, él me había ayudado a deshacer
mis maletas. Pusimos la herradura, el laurel y la foto de papá en el altillo
del armario, el beso de mi Nana preferí guardarlo en mi corazón acelerado, el
resto de la escasa ropa que llevaba la organizamos holgadamente, al quitar la
ropa de Carla quedó un hueco enorme, tanto que el contenido de mi maleta era
imposible que lo rellenase. El lado de Javier contaba con más ropa, lo único
que hizo fue añadir la ropa que en su día se había llevado al pueblo con el
resto de ropa que poseía, él estaba volviendo a su casa, allí lo tenía todo, o
al menos, casi todo.
La semana que viene..... Capítulo VIII
Amparo, cada vez me gusta más y más. ¡Está tan bien relatada y tan bien escrita, que a ver quién no desea y espera leer el próximo capítulo!. Gracias, Amparo por compartir con nosotros tan maravillosa novela.
ResponderEliminarBesos. Rosa.
Rosa, a mí cada vez me gusta más y más y más que vuelvas.
EliminarGracias a ti y a gente como tú que dan un sentido a que yo la comparta.
Besos, Amparo
Carissima Amparo
ResponderEliminarCuántos detalles compilados, cuánta imaginación, cuánta ternura derrochada en cada párrafo. Este capítulo es un verdadero renacer a la vida, a la fe, al futuro, a la esperanza de Javier. Cuántos sentimientos comprimidos, tan humanos, tan bellos, tan inocentes, tan reales se cuelan por los poros de Laura....
No me imagino qué cosas vendrán en el próximo capítulo, espero leerte.
Es un gusto saborear tus escritos querida Amparo. Adelante!!!
Que tengas un bonito fin de semana en familia.
Bendiciones
Paz y Bien!
Beso
Mi querida Genessis, gracias por percibir todo aquello que intente plasmar en cada palabra, en cada párrafo, este capítulo es sin duda el más importante para Javier, ya que empieza a desprenderse de todo aquello que durante un año le ha pesado, los recuerdos, sin duda también un capitulo importante para Laura porque sin esos recuerdos de Carla, el camino para llegar a su interior está mas despejado.
EliminarEn el próximo capítulo se la pasaran con dieta blanda y suero, tendrán cólico por comerse los pannini caducados, jejejej
El viernes que viene lo descubrirás.
Buena semana para ti y toda la gente importante para ti.
Besos, Amparo
Querida Amparo, es maravilloso el relato, con todos los detallas. Esta cuarta cuerda tiene mucha fuerza
ResponderEliminarEspero el proximo
Un abrazo
Hola Lapislazuli, sin duda este capítulo es el más fructífero, ya que Javier saca de su interior esos recuerdos que le duelen y da lugar a lo nuevo en su vida, bien sea con Laura o con quien sea.
EliminarEstá cuerda es importante, sin fe no podemos dar paso y hasta para el más mínimo paso que damos, debemos hacerlo confiando en nosotros mismos y creyéndonos capaces de todo, porque en realidad, lo somos.
Te espero en el próximo capítulo.
Un abrazo
Me ha gustado como relatas la historia y como juegas con las personajes. Enhorabuena
ResponderEliminarun fuerte saludo
fus
Gracias Fus, es importante enlazarlo todo bien para que el lector no se pierda, pero sobre todo para que sienta lo mismo que tú al escribir.
EliminarUn fuerte saludo, Amparo
Amparo,una historia escrita con mucha sensibilidad,es precciosa.
ResponderEliminarMil besos.
Bienvenida Morgana, veo que recién llegas ahora a mi blog, te invito a que leas capítulos anteriores y así puedas disfrutar mi novela completamente, aún así creo que has llegado en el mejor momento, a partir de este capítulo empieza el desenlace como quien dice, espero la disfrutes.
EliminarMil uno para ti. Amparo
Te lo dije ya, Pormenorizas los detalles tal el guión de una película. Fíjate cuanto que como tengo rechazo a volar repasé rápido lo concerniente al avión porque me incomodaba. La mente de uno nos juega malos momentos a veces.
ResponderEliminarEstoy deseando que avancen en su relación. más conociendo el entusiasmo de Laura y que empieza a gestarse en Javier. Aunque me intriga el si podrán superar o no el hecho de ser primos.
Esperemos a ver que pasa. Besos
Daniel, coincidimos en que a los dos nos da vértigo el avión, el hecho de que lo repasaras rápidamente me afirma que cuando lees mis capítulos te metes en la piel del personaje, en la situación de ellos haciendo el momento tuyo también, eso me alegra muchísimo.
EliminarEsperemos pues a que la historia avance para ver si el hecho de ser primos es un inconveniente o no.
Te espero en el próximo capitulo, besos.
Que lindoooooooo están, solos, están unidos, ahora solo queda esperar...ainssss que me tienes angustiada chicaaaaa jajajaja
ResponderEliminarMe encanta una novela con 50 mil detalles, si cuentas sobre el río, pues que se cuente bien, así la imaginación vuela y vuela.... besitos Amparo... :**
Patty te apasiona lo mismo que a mi, esa intimidad que tanto necesitan para reencontrarse con ellos mismos y lo que desean, no te angusties, seguro que avanzan mucho en París, están en la ciudad perfecta, aunque Carla aún revolotea por ese apartamento y por sus mentes.
EliminarEspero que tu imaginación siga volando en torno a ellos, Besos.
Te espero en el próximo !!
La verdad es que me he puesto a leer el capítulo anterior para poder seguir el hilo de éste y es como adentrarse en una novela de vida.
ResponderEliminarAquí en la tuya,encuentro a cada instante los sentimientos a flor de piel,es como si la protagonista pudiésemos ser cualquiera de nosotros,tan visceral,sentimental,sensitiva y romántica.
El entorno también está dentro de unos parámetros perfectamente posibles y eso la hace cercana y de fácil lectura.
Me encanta que además la lleves a conseguir pasito a pasito la realidad de un cuento,que en realidad a casi todos nos gustaría sentir en la propia piel.
Besos,escritora.
Querida Marinel, me alegra que retomaras de capítulos atrás, la verdad que a mí me gusta hacerlo mínimo de dos en dos cuando leo algo, y es porque si me gusta lo que leo, me quedo con ganas de más.
EliminarEs cierto que los sentimientos afloran a la mas mínima, y eso tiene su parte positiva porque lo vives todo muy intensamente y su parte negativa, porque el dolor también lo vives tan intenso.
Quién no ha estado en la piel de Laura alguna vez?? quizá no en ese marco de naturaleza pero sí con esa locura y esas ganas de llegar al corazón de un hombre y ser algo más que la prima, la amiga, la confidente...
Gracias por llamarme escritora, la verdad que cuando estoy escribiendo no me considero como tal, simplemente dejo que mi corazón y mi mente vuelen con entusiasmo, pero te confieso que a veces cuando leo y releo lo que escribo, me asombro y aunque sea por un espacio reducido de tiempo, sí me considero una pequeña escritora, escritora de novelas, de cuentos, de relatos, escritora de mi propia vida.
Un Beso intenso mi querida Marinel
Perdóname Amparo,lo siento de verdad,mañana sin falta tendré la tranquilidad necesaria que te mereces para que te lea y te comente.
ResponderEliminarTe pido disculpas cariño,un abrazo!!!!
No tengo nada que perdonarte Estrella, si te dije que te echaba de menos no fue a modo de queja alguna por tu falta de visitas últimamente, sino porque lo sentí necesario en esa entrada donde note que te sentías mal por tener la sensación de no estar a veces a la altura, he de decirte que te lo dije porque quería que vieras que para mí son importantes tu comentarios, tu presencia entre mis lineas, y que al igual que a ti me encantan los comentarios intensos donde puedes conocer mas a la persona que hay detrás.
EliminarEstoy descubriendo con el paso del tiempo, que cada vez te es mas imposible contestar a todos tus seguidores, conocer sus entradas puntualmente, porque cada vez son mas los que llegan y menos el tiempo libre que disponemos para hacerlo posible, sobre todo las mamas trabajadoras como yo. Es normal que el poco tiempo que disponemos lo dediquemos a esos seguidores que nos llenan y siguen siendo fieles a nosotros.
No tengo nada que perdonarte de verdad, al contrario, te agradezco tu permanencia y tu presencia porque aunque a veces falles en las entradas, estas presente en mí, y eso es lo que importa. No crees??
Un beso enorme
Laura tiene un camino difícil, pero no imposible de seguir.
ResponderEliminarUna historia para seguir.
Saludos, Amparo.
Efectivamente Luna, Javier no se lo pone fácil, pero es una chica acostumbrada a luchar por lo que quiere, a buscar lo que le llena y le hace sentir bien, será fiel a sus principios.
EliminarSabes lo que no soporta Laura??? sentirse mal por no intentarlo, por miedo al fracaso, pero aunque a veces pierda en el intento, se siente feliz por haber tenido el coraje y la valentía de intentarlo, a pasar de todo lo que pueda oponerse.
Te espero en el próximo capitulo Luna, bienvenida a mi espacio.
Saludos cálidos.
MUY BONITO BLOG EL TUYO. TE SEGUIRE EN TUS POST´S.
ResponderEliminarTE INVITO A PASAR POR MI BLOG A VISITARME Y QUIZAS TE GUSTE.
TE MANDO UN SALUDO DESDE ALGÚN ILÓGICO LUGAR DE MÉXICO
"LA VIDA ES UN GRAN CIRCO, PERO SIN ESPECTADORES"
Pasaré por tu blog no lo dudes, y te devuelvo el saludo desde Jaén.
EliminarTu frase es cierta, a veces me da la sensación de que en este circo de la vida, solo hay payasos, jeje
Saludos
Hola...
ResponderEliminarMe he llevado una grata sorpresa con mi visita. El "mundo" de las letras no tiene límites y lo que más satisfacción me produce es poder disfrutar en cada descubrimiento que realizas a lo largo del camino.
Muchas gracias por tu comentario en mi blog. Como ves yo también me quedo por aquí...Presiento que va a ser todo un placer descubrirte.
Un saludo.
Hola Beatriz, coincido contigo, la mayor recompensa de este mundo bloggero es aquella gente, sensata, leal, verdadera, que tienes la suerte de encontrar por el camino.
EliminarGracias por quedarte, será un placer que me descubras.
Un saludo
Hola Amparo cariño!!!!
ResponderEliminarLa trama se complica o se va aclarando????,este viaje a París puede ser la clave,qué bonito cuando le dice que su presente es ella,puede ser que él,piense en algo más que en su prima,que sienta algo más por ella,bueno eso lo averigüaremos pronto,sus sentimientos están a flor de piel al volver a su casa y se nota más sensible.
Recuerdo el momento del avión cuando quiso darle un beso...tuvo que dárselo hubiera sido muy romántico si él se despierta y se lo devuelve,aynnnsss!!!!!,pero si la hubiese mirado extrañado,qué dolor para Laura!!
Me gusta cómo se van desarrollando los hechos,podrías escribir una novela con este material,lo has pensado????,escribes cada detalle y no te pierdes en la historia si no que profundizas en los personajes,me gusta como lo haces.
Tus comentarios,tu presencia también son importantes para mi,pues te voy conociendo gracias a ellos y por tu forma de escribir,gracias cariño por venir!!!!
Un fuerte abrazo!!!!
Hola Estrella, ante todo gracias por tu fidelidad, lo que está claro el que es se siente agusto con Laura y necesita de su presencia para mitigar su dolor, poco a poco está llegando a su corazón y lo está aliviando.
EliminarEl miedo al rechazo no la dejó besarle en el avión, pero lo importante es todo lo que sintió Laura con solo pensarlo, esa ilusión y sentimientos se fraguaban lentamente en cada momento compartido.
Gracias por tus comentarios extensos y por entregarte en ellos, me alegro de haberte conocido.
Un fuerte abrazo
precioso blog.
ResponderEliminarel mio es:
elblogdemaku.blogspot.com
si te gusta nos podemos hacer seguidoras
Gracias Inma, me alegro de que te haya gustado, lo visitaré.
EliminarSaludos
Intenso viaje, emociones que van apareciendo, decisiones que a el lo llevan a punto de madurar y engranar su vida para que siga por el carril de vivirla, respetando cada momento y espacio.
ResponderEliminarQue linda esta esta historia.
Si Cecy, no hay nada más bonito que respetar cada tiempo y espacio, aunque demasiado correcto Javier, le falta un poco de locura, justo la que le sobra a Laura, ja, ja
EliminarGracias por volver