Estaba sorprendido a la vez que
nervioso.
-¡Laura!- exclamó Javier sorprendido.
- ¡Javier!, apresúrate ó llegaremos tarde a nuestro paseo, hoy te tengo
una sorpresa.
- Las sorpresas no son mi debilidad.
- Esta sí que lo será, ¡Vamos!
Lo cogí de la mano y estirándole con
fuerza logré sacarlo de la cuadra. Él no quiso salir sin despedirse de Niebla,
volvió ante ella y cogiéndole su mandíbula la besó. Niebla relinchó una vez más
devolviéndole el afecto demostrado. Javier salió conmigo sin dejar de volver la
vista hacia atrás, como si en esa cuadra hubiese dejado su tesoro más preciado.
Su historia de amor con Carla además de una gran amiga.
-¿Dónde vamos Laura?, no entiendo nada.
- Las sorpresas no se deben entender hasta que no se ven.
Javier sonrió tan tímidamente que
hubiese apostado a que se sintió obligado.
Nos apresuramos al garaje de la casa,
cogimos las bicicletas que papá nos compró cuando éramos dos niños. A Javier le
faltaba media bicicleta, a mí ni digamos. Al poner los pies en los pedales
nuestras rodillas nos llegaban a la boca, era muy difícil mantener el
equilibrio. Javier se moría de la risa cuando me veía en lo alto del sillín. No
cubría ni la mitad de mi trasero, la sensación de antaño nos recordaba lo que
habíamos cambiado, aunque en el fondo seguíamos siendo los mismos.
-¡Sígueme!- le grité.
Javier obedeció sin preguntas, se
dejó llevar por mi propuesta aunque ni siquiera yo sabía donde nos dirigíamos,
no tenía nada planeado, preferí dejarlo todo en manos del destino, de lo
casual, de la aventura.
Mi intuición me llevó al camino que
conducía al pueblo, de vez en cuando volvía la vista hacia atrás para comprobar
que Javier me seguía, efectivamente venía peleándose con el manillar de su
bicicleta y haciendo tantas eses como era posible. El camino se dividía en dos
senderos, había que escoger uno, una vez más mi intuición me guío al que
llevaba al puerto del pueblo.
Javier se limitaba exclusivamente a
seguirme, su rostro, era el vivo reflejo del miedo mezclado con la ilusión.
Al llegar al embarcadero divisé a lo
lejos la lancha que pertenecía a papá, de repente barajé la posibilidad de
poner un poco de optimismo al patético día que había comenzado Javier. Se me
ocurrió dar un paseo con él en la lancha de papá a pesar de que no tenía ni
idea de cómo manejarla. Intenté arrancar varias veces el motor pero no tuve
ningún éxito. Javier se reía de mí, había logrado aparcar la historia que le
había contado a Niebla.
-¿Desde cuando no paseas en lancha, Laura?- me preguntó Javier con
sarcasmo en sus palabras.
-Desde nunca, es la primera vez que pienso hacerlo y tú me vas a
acompañar en mi travesía.
- Estás loca si crees que voy a seguirte el juego, pero si no tienes ni
idea de como arrancarla.
-Te consideras muy listo ¿verdad?, pues ayúdame a poner en marcha este
maldito trasto.
Javier dejó su bicicleta varada en el
embarcadero del puerto, subió a la lancha conmigo con la única intención de
dejarme en ridículo si lograba arrancarla, afortunadamente no lo logró.
-Creo que si pretendes llevarme a algún sitio tendrás que hacerlo
nadando Laurita.
-Estarás bromeando, no sé nadar.
-No mientas, yo te enseñé cuando cumpliste los seis años, fue mi regalo,
¿acaso no lo recuerdas?
-El regalo sí, lo que no recuerdo es nadar.
Reímos tanto que la lancha no paraba
de moverse de un lado hacia otro hasta que sin querer, le dimos a la lancha que
estaba amarrada junto a la de papá. El dueño de ésta se enojó pensando que lo
habíamos provocado a conciencia.
-¿Tenéis algún problema muchachos?– preguntó enfadado.
- Ninguno señor – contestó Javier sonrojado
– verá, nosotros.
Javier comenzó a tartamudear preso
del nerviosismo que sentía en esos momentos, no dejé que acabara lo que ni
siquiera él sabía que iba a decirle.
-Mi padre es Francisco, el dueño de la lancha, es urgente que salgamos a
dar un paseo y no sabemos arrancarla, este maldito motor no se pone en marcha y
como verá no tenemos remos, si usted fuese tan amable de ayudarnos.
Javier no pudo evitar mirarme de
arriba abajo avergonzado, tenía casi treinta años y no sabía arrancar una
maldita lancha, en ese momento comprendió que a un abogado de prestigio le
faltaban aún muchas cosas por aprender.
El señor amable de la lancha nos
ayudó a arrancarla, desembarcó de ésta y mientras intentaba explicarnos como se
conducía el aparato, pulsé una pequeña palanca que había junto al motor. La
lancha dio un estirón tan tremendo que salimos pitando del puerto. Javier que
estaba en la popa de la lancha junto al motor, calló dentro de ésta dándose un
fuerte golpe en el costado.
-¿Te lastimaste? – le pregunté sin poder contener la risa.
-No te preocupes marinera, estoy bien.
En la contestación de Javier, una
queja de dolor se expresaba en su cara a la vez que se burlaba de mí. En menos
de diez minutos estábamos mar adentro y lo único que sabíamos, era mover el
timón del motor hacia la izquierda y la derecha. Cogimos una velocidad elevada,
tanto que mis cabellos volaban al compás de las olas que rompíamos con la
lancha, si divisabas un poco hacia atrás, se veía el camino que marcaban en el
agua las hélices de la lancha, incluso haciendo espuma que poco a poco se iba
extinguiendo.
-¡Estupendo Laura! - replicó Javier – como en el cuento de garbancito,
la espuma que forman las hélices nos marcarán el camino de regreso.
-Me temo que los garbanzos son mucho más sólidos que esta espuma.
Ambos volvimos a reírnos. No tenía ni
idea de donde íbamos, el paisaje que bordeaba la costa era realmente fabuloso.
Siempre había visto la colina y el acantilado desde la tierra, con los pies
bien firmes en ella, pero nunca lo había visto desde el mar, nunca que papá
salía a navegar quería compañía, siempre quería ir solo, para mí al igual que
para Javier mi retina estaba descubriendo vistas nuevas. Estábamos fascinados
con el milagro de la naturaleza, veíamos como las olas chocaban en las rocas
haciendo tanta espuma que parecía que un manto blanco las cubría. Se notaban
las rocas bañadas por el agua del mar, tenían un color más oscuro y verdoso. Si
te acercabas a la costa se veían las algas que el agua había criado. El puerto
de donde habíamos salido solo se acentuaba por el faro, parecía un punto
minúsculo flotando en la nada, lo cual nos recordaba a Javier y a mí que nos
estábamos retirando demasiado del punto de partida, aunque nuestro entusiasmo
nos hacia olvidarlo.
-¡Javier coge el timón!, te enseñaré algo.
Javier lo cogió mientras yo me
dirigía a la proa de la lancha, me puse de pie y abrí mis brazos dejando que el
viento invadiera mi cuerpo.
-¿Qué haces Laura? ¡Te vas a caer!
-Es fantástico Javier, estoy acariciando el viento con mis manos, siento
su sabor, su aroma y su textura, es fabuloso.
Javier estaba asustado, pensaba que
me iba a tirar al agua, recordaba mi confesión de que había olvidado nadar y no
podía disimular el pánico.
-¡Ven conmigo! Tócalo tú.
-No puedo – me contestó – recuerda que estoy manejando la lancha.
-No importa estamos en medio del mar, no chocaremos con nada ni con
nadie, no puedes perderte esto.
Javier soltó el timón, al mismo
tiempo, su rostro se ponía pálido. Me volví para darle la mano y ayudarle a
venir a la proa, nos pusimos de pie, le di mi mano derecha, luego lo invité a
que abriera el otro brazo, yo a su vez abrí el mío, parecíamos uno solo unidos
por el lateral de nuestros cuerpos.
-¡Cierra los ojos!
-Me da miedo Laura.
-A mí también, pero ciérralos. La aventura te hará olvidar el miedo
antes de lo que piensas.
Javier los cerró y dejó al viento
acariciar su cuerpo, sus ojos, sus manos, su rostro. Abrí los míos un poco
antes que él, no pude evitar la curiosidad de mirarle para ver como se sentía,
estaba sonriendo y disfrutando mi locura. Pensé que al igual que yo, había
sentido la fuerza de la vida que la naturaleza nos había aportado.
Poco a poco noté como el viento se
iba alejando, se notaba menos su textura, no acariciaba con la misma intensidad
mis cabellos. Un instante más tarde, el ruido del agonizante motor de la lancha
nos alarmaba que algo ocurría muy lejos de nuestras nociones de marineros. La
lancha se había parado, no atravesábamos las olas con la fuerza de antes, ni
veíamos la espuma que nos fijaba el camino imaginario de regreso a casa. Éramos
dos objetos en medio del mar, las olas nos mecían vagamente a su antojo, el
timón no respondía ni a izquierda ni a derecha, el agua y solamente el agua,
nos guiaba a su completa voluntad.
¡Dios mío! Estaba perdida en medio
del mar junto a Javier. Un hombre que me atraía realmente, me conmovía por todo
lo que había pasado en su vida. Estábamos solos, perdidos con la lancha de
papá, estaba a punto de anochecer. Más que un paseo parecía que era un
secuestro en el que ambos estábamos participando, estábamos asustados y lo
único que se nos ocurrió fue abrazarnos.
Estuvimos quince minutos abrazados,
fueron los únicos en los que me sentía tan segura y protegida como si fuese la
Reina de Inglaterra y tuviese escolta.
Sus brazos eran tan cálidos, que
podían mitigar el temblor de mi cuerpo por el miedo que sentía. Su mirada tan profunda
como el mar en el que nos encontrábamos. El calor de su cuerpo tan acentuado,
que era imposible sentir el frío de la brisa que empezaba a florecer.
Estaba flotando en una aventura, para
mí era el sueño del que no me hubiese gustado despertar nunca. Mientras nos
abrazábamos presos del pánico, Javier me confesó que le encantaba el mar igual
que me encantaba a mí, pero que nunca había imaginado que se perdería en él de
ese modo.
Por un instante vimos las gaviotas
que revoloteaban por el cielo, se iban retirando con un leve chirrido. El sol
se ponía definitivamente dando paso a la noche. Una noche que tenía todo el
aspecto de ser la peor de nuestra existencia.
Nos tumbamos dentro de la lancha,
boca arriba, adosados el uno con el otro, perdidos en medio del mar, sin nada
mejor que hacer, se nos ocurrió hablar para matar el tiempo que afortunadamente
o desafortunadamente nos sobraba en ese momento.
-¿Cómo estás Javier? – le pregunté, refiriéndome a su situación actual
después de la perdida de Carla como si en el fondo esperase volverme un poco su
confidente, igual que esa misma mañana lo había sido Niebla.
- Estoy perdido en medio del mar, en una lancha que casi hemos robado a
pesar que es de tu padre, me acompaña una chica alocada pero preciosa, se trata
de mi prima, no sé que suerte correremos las próximas horas y aún me preguntas
¿Cómo estás?, asustado Laura, creo que esa es la palabra exacta, asustado.
Mis oídos no daban crédito a sus
palabras, era el primer chico que me consideraba preciosa estropeándolo después
para puntualizarme que era su prima. La excusa perfecta para no complicarse la
vida conmigo. No es que yo viera a mi primo como mi pareja ideal, mi sentido
para vivir o como un compromiso conmigo misma, no lo veía como se ve a un
hombre, ¿o tal vez si?
Un mar de dudas asaltaba mi mente por
espacios de tiempo organizados.
-Me refiero a ¿cómo estás después de lo de Carla? – le aclaré.
-En realidad no lo sé, a veces creo que lo mejor para mí en estos
momentos es tragarme todo lo que siento sin que nadie tenga la oportunidad de
reclamarme ni reprocharme nada. Pienso que debería tragarme mi dolor como el
que se bebe un vaso de agua. Nadie puede sentir lo que yo siento, he de pasarlo
solo y cada día que pasa, su ausencia es una carga más y más pesada para mí. No
sé hasta donde podré llegar, seguro que no muy lejos, pero mientras tanto tengo
que aguantar el tipo.
¿Sabes Laura? Teníamos
miles de proyectos, ilusiones y deseos que solo se cumplirían estando a su
lado. El destino sin tomar mi opinión en cuenta ni tampoco la suya, decidió que
tendría que emprender un viaje en el que ninguno estábamos invitados. Cuando
Carla emprendió el vuelo, esas ilusiones, esos proyectos y los muchos de los
deseos que manteníamos carecían de valor alguno, de sentido y de importancia
para mí. Yo era como una guitarra española bien pulida, con su puntillo para
componer cualquier canción al lado de Carla, pero cuando me abandonó, se llevó
con ella las cuerdas dejando la guitarra de mi existir sin sentido, sin valor y
sin opción alguna, excepto a sentirme derrumbado a no ser que la recuerde.
Nunca pensé que Javier se confesaría
de algún modo conmigo, quizás el miedo que sentía lo invadió más de lo
previsto. Lo único que me importaba, es que se decidió a sincerarse conmigo, me
consideraba su amiga y eso ya era un gran paso a mi favor.
Yo pienso que no llevas
razón Javier, no hay nada peor en el mundo que cargar el dolor de un lado hacia
otro toda tu vida. Es cierto que cuando perdemos a nuestros seres queridos e
importantes una parte de nosotros mismos muere con ellos, pero solo una parte
Javier, la parte que a ellos les correspondía por excelencia. El resto de
nuestro ser sigue intacto, tal y como antes, no podemos privarnos a nosotros
mismos de encontrarnos cada día con él. Estoy segura que Carla era una mujer
excepcional, puedo imaginar tu amor por ella, no quiero decirte que tienes que
olvidarla, sería imposible por el momento. Seguro que sientes sus manos
rozándote todavía la piel, sus palabras susurrándote al oído con cariño, su
mirada observando la tuya. Mucho me temo que por un buen tiempo lo seguirás
sintiendo. Después, cada día de su ausencia te robará un poco más de su
recuerdo, hasta que llegue un momento en el que por más que te aferres al
recuerdo de su rostro, por más que cierres los ojos y quieras verla no podrás
hacerlo. Su rostro en tu mente será un rompecabezas que con el tiempo se
extinguirá del todo, aún así no has de sentirte culpable, a todos nos pasa, es
algo completamente normal. Tu mente al igual que recuerda, está preparada para
olvidar. El que no está preparado para olvidar será tu corazón, él te recordará
cada día el amor que sentías por ella, si eras feliz a su lado, cuando os
reíais por cualquier comentario, cuando soñabais juntos, incluso cuando os
enfadabais. Los sentimientos que viviste a su lado nunca los olvidarás, porque
los has sentido, los has vivido, no es algo físico como el rostro, sino algo
más espiritual como el alma. Yo creo que el alma nunca muere Javier.
Estoy de acuerdo contigo
en que el dolor que sientes en estos momentos has de pasarlo tu solo, la
querías y te importaba, yo ni siquiera la conocía. Pero puedo asegurarte
Javier, que si compartes tu dolor con los demás, te dolerá un poquito menos,
mientras lo estés contando sentirás que el dolor te aprieta en la llaga, pero
cuando acabes será como si al quitar los dedos de ella sintieses un gran
alivio, eso es compartir el dolor.
No te bebas solo la
leche de tu dolor, compártela con todo aquel que sienta hambre de ayudarte,
igual que ahora la compartes conmigo.
Javier encharcó de nuevo sus ojos y
me dio la mano.
-Tienes razón Laura, ahora que puedo hablar contigo me siento mucho
mejor, siento como el recuerdo de Carla me pesa y me asfixia menos que antes.
Con el tiempo te pesará cada vez menos, hasta
que la recuerdes mucho más libre. Seguro que esté donde esté desea que estés
bien. Todos esos proyectos, ilusiones y deseos que teníais, quedaron dentro de
vuestra relación, en vuestra vida juntos, y todo ello junto a la compañía que
os regalasteis, es lo que compone vuestro amor. Un amor que puede permanecer
vivo en tu recuerdo y no por eso dejará de ser importante.
Tienes razón cuando
dices que eres una guitarra, yo también me considero otra, todos los seres
vivos somos miles y miles de guitarras. Cada cuál pasa su vida componiendo
según sus posibilidades, sus criterios, su rutina y sus ideales. Pero todos y
absolutamente todos, somos capaces de componer. Mejor o peor, más o menos,
según el estilo de cada uno. Tú como todos nosotros, puedes volver a hacerlo
igual que componías cuando estabas con Carla. Ella era tu fuerza, tu empuje, tu
iniciativa para seguir adelante. Perdiste las cuerdas porque Carla se llevó tus
ilusiones, tu motivo para seguir luchando. Solo tienes que encontrar de nuevo
un motivo que te ayude, tienes que buscar y encontrar las cuerdas adecuadas a
tu guitarra para poder componer como lo hacías antes, aunque no sean las mismas
notas, lo importante es componer.
Guarda en tu recuerdo
las notas que escribiste con ella en este tiempo, no te niegues a componer más
notas con otras personas porque estarás privando a la guitarra de tu ser a que
goce de vida propia. La misma que piensas que has perdido.
¡RECUÉRDALO!
SE TRATA DE COMPONER
DIFERENTES NOTAS CON GENTE DIFERENTE.
Javier me besó en la frente, era la
muestra que me hacía ver su agradecimiento a mis palabras, yo se lo devolví sin
saber muy bien como había podido hablar con él de un tema tan delicado y que
además había sido capaz de hacerlo con bastante tranquilidad.
Por primera vez desde nuestro
fortuito naufragio, estábamos completamente tranquilos y serenos, igual que el
agua del mar que seguía meciendo nuestra lancha tan levemente que apenas lo
notábamos.
-¡Mira Javier, contempla el cielo!
-Es increíble Laura, nunca había visto
tantas estrellas juntas, parece que la luna fuese la madre de todas ellas y las
estuviera observando.
-Elige la que tú quieras, la que sea más
bonita para ti, la más elegante y especial que encuentres, la que tu mirada
resalte de todas las demás.
-¡Esa Laura, la tengo!
-Imagínate por un momento que es Carla que te
sonríe y está feliz mientras tú seas feliz. Imagínate que si tu te rindes por
esto, si te niegas a darte una oportunidad la estrella que ahora te parece hermosa de entre todas
las demás, la que representa a Carla en tu imaginación, se irá apagando
lentamente hasta su completa disolución. Si por el contrario vives la vida con
optimismo, recordándola sin hacerte daño, con nuevos proyectos y ganas de
conseguirlos, tú estrella, ésa que acabas de elegir, que representa y te
recuerda una etapa importante de tu vida que para ti no ha pasado. Te
acompañará siempre, vallas donde vallas, estés con quien estés. Te seguirá para
sonreírte y velará por tu felicidad. Solo así, todos esos recuerdos de los que
eres dueño solo y exclusivamente tú, permanecerán vivos dentro de ti para
siempre, sin miedos, sin oscuridad, sin dolor.
Mientras la lancha seguía su destino
imprevisible, nosotros seguíamos contemplando el cielo estrellado.
-Ves la que hay al lado de Carla, ésa que
es un poco inquieta y no para de moverse (era la lancha la que se mecía), ésa
es mi madre, me observa todos los días, me guía y me anima a pasar el día lo
mejor posible con gran entusiasmo. Desea que llegue la noche para salir a la
luz y que yo pueda observarla, charlar con ella, contarle mis problemas, mis
deseos, mis ambiciones y mis aciertos que últimamente son bien pocos.
Cuando me siento sola,
voy a la colina del pueblo, me tumbo tal y como estamos ahora, boca arriba,
localizo a mamá de entre todas las demás y le sonrío correspondiendo así a su
sonrisa. Luego converso con ella sobre como me ha ido el día y lo que debo
mejorar para el próximo. Sé que esté donde esté, ella me seguirá. La única
condición para que mamá me siga y no me deje nunca es que debo conservar su
recuerdo. Si lo hago, nunca me fallará igual que a ti no te fallará Carla,
siempre estarán en nuestro cielo, esperando que las observemos.
Sonreímos tímidos pero sinceramente,
era la primera vez que en la cara de Javier no se distinguía tensión. Él mismo
me confesó que muy pocas veces se había sentido con esa tranquilidad interior.
Sin darnos cuenta nos quedamos dormidos, mientras tanto la
lancha en la que nos hallábamos merodeaba entre el agua del mar, con la única
responsabilidad de cuál iba a ser nuestro destino. A medida que iban
floreciendo los primeros rayos de sol de la mañana, nuestro rostro era
acariciado por ellos, privándonos así del plácido sueño que disfrutábamos. Las
gaviotas volaban por lo alto de nuestras cabezas, nos estaban alarmando de que
el nuevo día estaba comenzando y en cambio, seguíamos perdidos en el mar. Los
dos solos y sin rumbo fijo nos sentamos en la lancha incorporándonos así al
nuevo día.
A lo lejos divisé tierra, froté
desesperadamente mis ojos para descartar la posibilidad de que fuese un sueño y
corroboré que a lo lejos se divisaba una mancha de tierra. No pude contener la
emoción de pensar que volvería a casa. No es que estuviese mal al lado de
Javier, solo que ahora, sabía que en el agua o en la tierra, él estaba mucho
más cerca de mí.
-¡Tierra a la vista! – grité a Javier con una sonrisa en los labios.
-Muy bien marinera, rememos con los brazos hasta llegar a tierra, falta
muy poco.
Los dos nos pusimos manos a la obra
remando con los brazos y todo nuestro empeño. Movíamos los brazos una y otra
vez, de adelante hacia detrás en perfecta sincronía, como si fuésemos un molino
de viento. Logramos avanzar pocos metros y el cansancio nos sorprendió a ambos.
-¿Y ahora qué? no puedo más Javier.
-Nadaremos, queda poco hasta llegar a la orilla.
-¡Estás loco, no sé nadar!
-Me estás mintiendo, es como montar en bicicleta y ayer no lo habías
olvidado.
-Recuerda, al frenar se me olvidó poner los pies en el suelo y me caí.
-Ahora es más fácil, no has de apoyar nada, solo mover las piernas y los
brazos, yo te vigilaré.
-Eso espero, de lo contrario me convertiré en un globo de agua.
Javier se lanzó al agua y me animó a
tirarme. Yo estaba rezagada, me senté en el borde de la lancha sumergiendo solo
parte de mis piernas, estaba helada, pretendía decirle a Javier que no estaba
dispuesta a tirarme, él me había estirado hacia dentro del mar. Presa del susto
moví las piernas y los brazos con intensidad, cuando quise darme cuenta ya
estaba en la orilla.
-¡Espera Laura!- venía gritando Javier detrás de mí -menos mal que no
sabías nadar.
-Y no sabía, todavía no me puedo creer que esté en tierra. Es cierto, es
como montar en bicicleta, no se olvida o al menos, se puede recordar
fácilmente.
Javier llegó a la orilla un poco más
tarde que yo.
-Buena travesía marinera, el crucero ha sido insuperable.
-Ha sido todo un placer, espero que mi escasa tripulación haya
comprobado que cuanto más negro se ve todo y más difícil es la situación, se
abre la puerta de la esperanza dando paso a un nuevo día soleado.
Las marineras como yo también pasamos
miedo.
-Recibido Laura, ahora que conozco la sorpresa que me tenías guardada sé
que me encanta.
Nos levantamos de la arena de la
playa, nos habíamos tumbado a descansar después de la carrera de natación en la
que yo, la chica que no sabía nadar le había ganado una vez más a su primo. Sin
saber donde estábamos veíamos lejos de la orilla la lancha de Papá, estaba
flotando en el agua del mar. Giramos nuestros cuerpos dando por primera vez la
espalda en dos días, al agua cristalina del mar.
-Creo que papá nos matará cuando se entere.
-Me temo que sí, mi querida marinera.
Cual fue nuestra sorpresa cuando
vimos que estábamos frente a mi casa. El destino había guiado la lancha a la
orilla de mi casa, era increíblemente algo fabuloso. Estábamos maravillados de
la suerte que habíamos corrido, nuestros pies galoparon hasta llegar a la casa.
Papá estaba enfadado y mi Nana bastante preocupada.
-¿Dónde estabais? ¿Dónde habéis pasado la noche?
-Es muy largo tío, verás Laura y yo, la lancha…
Papá interrumpió la explicación de
Javier.
-¿Qué pasa con mi lancha?
-Está en la puerta papá, no le pasa nada hizo un ruido extraño y se
paró.
Papá no esperó que terminara de
explicarle nada de lo ocurrido y salió en busca de la lancha. Cuando llegó a la
orilla, las olas del mar la habían dejado anclada en la arena firme y calurosa
de la playa. Nosotros corrimos tras él, cuando lo alcanzamos papá estaba
riéndose a carcajadas.
-¡Con que un ruido extraño!
-Sí papá, muy extraño, ronco, cansado y luego se paró.
El diagnóstico de papá era que le
faltaba gasolina. Javier y yo nos reíamos tanto como él al descubrir la avería
de la lancha. Desde ese momento, Javier pidió a papá que le enseñase todo lo
referente a lanchas para el próximo paseo con una marinera tan falta de
experiencia como yo.
Fuese
como fuese, esa falta tan oportuna de gasolina hizo que Javier confiara en mí.
Le dio la oportunidad de poder conocerme mucho mejor de lo que ya me conocía
cuando marchó a París. Sentía que estábamos más unidos y eso me gustaba. Desde
la llegada de Javier a casa, mi vida, mi entusiasmo, mis metas habían dado un
giro importante y vital para que mi ánimo estuviese en alza. La bandera de mi
felicidad ondeaba lo más alto que podía.Próxima semana, Capítulo IV
Muy bien escrito. Refrescante, aventurero, me encanteo. Lista para el proximo acpitulo.
ResponderEliminarUn abraXo
Gracias Marilyn, si que es aventurero, la vida es eso una aventura en la que tienes que embarcarte sin pesar en el tiempo ni en cuanto durará la gasolina de la lancha, jejje, si no no puedes disfrutar la travesía.
EliminarUn abrazo
Hola Amparo, muy buena analogia con las guitarras. Fuiste desarrollando la accion con perfectas descripciones, estuve en esa lancha, nade a la costa
ResponderEliminarEspero el proximo capitulo
Un abrazo
Gracias Lapislazuli, lo de la guitarra ya lo entenderas un poco mas adelante, juntos ayudaremos a Javier a afinar bien sus cuerdas, jeje gracias por acompañarme en esta travesía.
EliminarUn abrazo
Hola Amparo
ResponderEliminarNuevamente degusté tu relato,...
veo esas aventuras correr en lontananza,
veo ese amor juvenil que busca adentrarse en los recovecos de la vida,
veo que el vuelo de mariposas es posible en todos los rincones del planeta,
veo que la misión del corazón siempre es amar.....
A la espera del IV capítulo, por que va muy bien!
Saludos y buen fin de semana en familia
beso
Ves muy bien Genesis, mi relato es como la vida misma, aventura tras aventura te adentras en los recovecos de la vida y dejas que te invadan esas mariposas mientras el corazón ama sigilosamente.
EliminarUn abrazo, Amparo
¡Cuánta fuerza, cuánta sensibilidad, y cuánto contenido interno recoges en este relato!.
ResponderEliminarTe felicito Amparo. Me gusta muchísimo.
Besos. Rosa.
Gracias Rosa Mª, en esta travesía comparto con vosotros el interior de Laura, a partir de aquí, sabréis como mide la vida, lo hace en intensidad no en cantidad, así la entenderéis mucho mejor.
EliminarBesos
Que dulzura y llena de aventura jajajajaj me ha encantado y Javier parece que se siente algo así como atraido un poquito no? que lindo... besitos Amparo :**
ResponderEliminarUn poquito Patty, esperamos y confiamos que esa atracción se convierta en un mucho, jejej
EliminarBesos, Amparo
Hola Amparo: hacía días que no entraba en tu espacio , pero me gusta leer loq ue escribes .A mi lo de escribir no se me da bien ( inventar si jeje) , pero me encanta leeros a l@s que teneis este arte.
ResponderEliminarUn abrazote desde ana-reutiliza y hasta otro día .Estaré pendiente del capítulo IV .
Gracias por volver Ana, me alegro que te guste mi forma de escribir, quiere decir que puedo transmitirte lo que quiero....escribir es mucho mas fácil de lo que imaginas, solo tienes que escuchar los gritos de tu interior...
EliminarTe espero en el próximo capítulo, Amparo
Me ha encantado volver a tu rincón y saborear tus letras, Amparo, te felicito por tu texto.
ResponderEliminarUn beso.
Gracias María, a mi me ha encantado volver a leer uno de tus comentarios, escueto pero intenso.
EliminarUn beso
"¡Recuerdalo!
ResponderEliminarSe trata de componer diferentes notas con gente diferente."
¡Precioso! La sencillez y la frescura con que dotas a Laura sumada a la inocencia de su despertar al amor, previsible y esperable, me convierte en adolescente ante cada línea que avanzo.
Una historia que contiene todos los elementos para hacerla atractiva. Un joven que hace una pausa en su vida y regresa a sus raíces para dejar atrás dolorosos recuerdos y una muchacha que se encandila por el decidida a ayudarlo a olvidar.
Todo con un marco rural de verdes, sol, mar, arenas y playas.
Estoy atrapado como Niebla en el cobertizo esperando el próximo capítulo.
Felicitaciones Amparo y gracias por visitarme y comentar.
Gracias por tu comentario Eduardo, pero sobre todo por regresar a mi espacio cargado de ilusión y ganas. Tu comentario también contiene todos los elementos para transmitirme lo que has sentido al leerlo, me alegro de que una vez mas te adentres en el texto y puedas sentir la profundidad del mensaje interno.
EliminarYo también estoy atrapada en tus relatos, así que me seguirás viendo por tu casa virtual.
Un abrazo amigo, Amparo
Hola Amparo!!
ResponderEliminarNo pude leer el capítulo anterior,así que he leído los dos juntos y me has emocionado,cuando Javier le contaba a Niebla como conoció a Carla y sobre su embarazo y su enfermedad como la cuidó y como se enfrentaron juntos a la decisión del aborto,lo has descrito de una manera muy especial,emotiva...así tanto Laura como nosotros(y Niebla,jaja)nos hemos enterado de su historia.
Y esa noche en la barca en el mar...mmmm!!!de ensueño!!con el hombre que está empezando a querer,creando una confianza y complicidad ideal,me introduzco en la historia y me veo de pie abriendo los brazos,dejando que el viento me acaricie,me hable,uniendo mi mano con la suya,para ser uno a favor del viento.
Es una historia muy especial,para ti,verdad Amparo???
Es una gozada leerte,continúa...
Un fuerte abrazo!!!!
Si Estrella, es una historia muy especial para mi donde a pesar de no identificarme con ningún personaje, soy un poquito de cada uno de ellos.
EliminarMe gusta que te emociones porque, eso indica que eres de las personas que a mi me gustan, sensibles, comprensivas y humanas, también aventurera porque si te atrae la idea de perderte en el mar es porque tus ilusiones conectan con las mías, jeje
Continuaré, no lo dudes, aún tengo mucho que sacar.
Un fuerte abrazo y gracias por naufragar en mis palabras y sentimientos.
Me gusta como va, pero dile a Laura que su cabecita pare un poco. El dolor de Javier es muy grande y se puede confundir.
ResponderEliminarEstuvo muy graciosa esta entrada y reflexiva.
Un gran abrazo.
Jejeje, mi querida Cecy, Laura ni siquiera sabe que se esta enamorando de el, lo que busca es acompañarle en este tramo de su vida donde no lo esta pasando bien, quiere apoyarle e intenta ayudarle a toda costa, es su primo y han vivido muchos momentos intensos e importantes juntos. En cuanto al dolor de Javier, confiemos que pueda mitigarlo con el tiempo y con la compañía, Laura es un encanto de chica que se deja llevar por la locura de vivir intensamente.
EliminarUn gran abrazo
Y es que hay aventuras que se van desarrollando vertiginosamente,pero de una manera tan amena, que no pueden sino abocarse a una feliz resolución,je,je,je
ResponderEliminarSigo hacia arriba.
:)
Besos.
Bueno Marinel, confiemos en que esta no sea menos, seguro que también acaba bien, aunque tal vez no como esperáis, la sorpresa es una adicción para mí.
EliminarGracias por seguir conmigo, besos
Precioso capitulo. Una aventura inolvidable y una gran amistad. Me esta encantando. Besos.
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