Nuestra balsa iba sin
prisa pero sin pausa, había pillado correndilla hacia el futuro, tal
parecía que quería recuperar todo el tiempo perdido en aquel
naufragio para ponerse al día no solo en vivencias, sino también en
recuerdos.
Tras nuestra primera noche
a merced del mar, en aquella masa de agua salada que guardaba mis
sensaciones ante las confesiones y la sinceridad de mi Capitán,
dependiendo de la inestabilidad de aquella balsa pero sabiendo que
era nuestra única opción, el horizonte nos recibía con los brazos
abiertos dejando como incógnita nuestro destino.
Así amaneció,con la
melodía de aquellas gaviotas y el cariño de aquellas olas que nos
mecían sin cansancio, acercándonos cada vez más a tierra firme y
al conocimiento de la vida de mi Capitán.
Mientras yo retenía en mi
mente lo que la tarde anterior me había desvelado mi Capitán sobre
aquel anciano misterioso, él perdía su mirada en el mar azulado que
nos rodeaba por todos lados, como tratando de buscar el norte, y yo
presentía que las coordenadas que mi Capitán buscaba, habían
desaparecido junto a Rosita, mi intrépida seguridad me animaba a
preguntar a mi Capitán el desenlace de aquella historia de amor que
cuajo en el mar, así rompí sus tranquilos pensamientos perdidos.