Caminar es mejor que llegar

Aunque a veces el camino sea duro, tenebroso, incierto, no hay nada más placentero y gratificante que seguir caminando, pues la riqueza de todo camino reside ahí, en el día a día, paso a paso, puede que jamás lleguemos al final, o puede que si llegamos, nos encontremos que no hay nada de lo que esperábamos, sin embargo siempre nos quedarán esas pisadas, a veces firmes y otras asustadas, aquello que si hemos podido vivir y experimentar a diario y que forma parte del camino para llegar a nuestros sueños, a nosotros mismos.

Hazte seguidor

A MIS SEGUIDORES

Mis queridos seguidores, apenas hace unos meses empezaba este camino en solitario con la llama de la ilusión encendida, una llama ansiosa por gritar, por mantenerse, por iluminar de algún modo el camino de esa gente que aunque no conocía sabía que estaban ahí.
Un camino duro si lo ves como una meta para saltar a la luz literaria, pero si lo sientes como una vía de escape necesaria en tu día a día, que te hace evadirte de estrés siendo tu misma, es muy pero que muy gratificante, ya que la mayoría de la gente que se esconden tras esos avatares son increíbles personas.
Hoy quiero daros las gracias desde el corazón a todos y cada uno de mis seguidores, empezando por Marilyn a la cual tengo especial cariño, ella fue la primera en visitar mi espacio y en traerme esa sensación de que lo que escribes llega de algún modo, gusta, y que algunas veces esas vivencias que plasmo, son compartidas, mucho más de lo que imagino cuando escribo.
Gracias a todos esos que llegaron después y a los que aún no han llegado pero que están en camino.
Gracias a todos esos que me siguen en el anonimato y disfrutan no solo con seguir mi blog, sino con seguir mi vida y para los cuales se que soy y me siento importante.
Gracias a todos los que me comentan aunque no me sigan, a los que me siguen sin comentarme.
Jamás pensé llegar al impensable numero de 100 seguidores, no auguraba ni llegar a 20, sé que muchos de vosotros sabéis como me siento porque tenéis muchos más que yo, mi satisfacción no es por el número, sino porque detrás de de ese número estáis vosotros esperando lo que tengo que decir, viviendo lo que yo vivo, intentando comprenderme y conociéndome a través de mis palabras, lo más importante de todo, es que la mayoría de vosotros vais en la misma dirección que yo y valoráis ese cariño, esos detalles, esa constancia, esa necesidad y esa ilusión.

Así pues mi regalo de hoy para cada uno de vosotros es una pequeña vela que vosotros habéis ido encendiendo estos meses y habéis colocado en mi camino, una vela que mantenéis y que cada día sigue iluminando mis letras, mis pensamientos, esa ilusión que se acrecienta. GRACIAS A TODOS POR ENCENDER ESA LUZ EN MI CAMINO.

Algunos habéis llegado hasta aquí por casualidad, a otros os ha traído algún seguidor mio, otros os habéis sentido atraídos por mis palabras ya que yo os encontré primero.....pero eso da igual, lo importante es que estáis aquí, y me siento un poco en deuda con vosotros, por lo tanto en cuanto termine mi novela os contaré como llegué yo hasta vosotros, no quiero meter ninguna entrada entre medias.



Sé el primero de tus amigos

22 junio, 2012

Acordes a tu lado (Capítulo II )


A las doce de la mañana, mi Nana entró en mi cuarto para despertarme, el insomnio de la noche anterior había conseguido que se me pegaran las sábanas.
    -¡Vamos Laura!, son casi las doce.
Estaba tan exhausta, que no le estaba haciendo aprecio a las palabras de mi Nana, de modo que giré mi cuerpo hacia un extremo de la cama, donde ni siquiera un murmullo pudiese estremecer mi sueño, sin poder evitarlo, cerré de nuevo los ojos.
Nadie me conocía mejor que mi Nana, optó por levantar las persianas del dormitorio, mientras, volvía a animarme para que me levantase.
   -El sol reluce espléndido, el mar está más tranquilo que ayer, el viento te invita a dar un paseo por el jardín.
Tampoco lo consiguió, mis ojos seguían pegados como si de dos imanes gigantes se tratasen.


Escogió su último recurso y me susurró al oído.
   -Javier está con Niebla.

Di un salto de la cama tan rápido como pude, presa de los nervios logré vestirme y arreglarme burlonamente el pelo mientras bajaba las escaleras. Me apresuré hacia las cuadras, allí estaba, llorando como un niño mientras confiaba sus inquietudes a mi potranca.
Quedé inmóvil junto al marco de la puerta central y con el sentido del oído bien agudizado, intentaba escuchar lo que Javier contaba a Niebla.

   -¿Sabes Niebla?, No nos conocemos de nada, no te he visto antes, nunca te he montado, te confieso que me dan pánico los animales como tú, pero me inspiras confianza, tanto que me apetece hablar contigo, ¿estás de acuerdo?

Niebla contestó con un gruñido y avanzando hacia Javier, quedó quieta, mientras él se comunicaba con ella.

Me gustaría encontrar la felicidad de nuevo, no me arrepiento de nada de lo que he vivido, cuando me marché me asustaba la idea de lo desconocido, no sabía donde iba ni lo que me encontraría. Me armé de valor, la ilusión tan grande que sentía en aquel momento mezclada con el entusiasmo de todo chaval de mi edad, me empujaron a marcharme.
Al llegar a París estaba perdido, añoraba el cariño de Laura, de tío Fran y hasta los cuidados y las atenciones de Nana, ellos han sido una gran familia para mí.
Mamá me abandonó desde pequeño, ansiaba la aventura, lo prohibido, los retos difíciles, creo que en eso salí a ella, aunque me abandonó para cambiar de vida, no la culpo, quizás la culpa fuese de papá, bebía y bebía hasta el cansancio, lo malo es que nunca se cansaba, aún recuerdo cuando me pegaba sin motivo alguno: sus ojos sobresaltados, su lengua estropajeada no podía evitar trabarse cada vez que me mandaba a mi cuarto. Su cuerpo, vacilaba al andar de un lado para otro de la casa sin tener claro donde se dirigía, deambulaba desde que se levantaba hasta que se acostaba.
Su despreocupación por mamá y por mí, o tal vez, su inconfundible olor a alcohol, hicieron que mamá se decidiera a emprender una aventura que tal vez en condiciones normales, nunca se hubiese planteado.
Nunca conocí a papá, sabía que era mi padre porque vivía con nosotros en la misma casa, porque mamá me lo dijo desde muy pequeño, me acostumbré a verle todos los días al levantarme. Mamá me enseñó a llamarlo papá, a convivir con el, pero nunca logré conocerlo realmente, nunca confié en él, nunca pude sincerarme con él, decirle lo que pensaba, como me sentía, nunca pude demostrarle mi impotencia ante tal situación, tampoco mis angustias. Era víctima de sus enfados que evidentemente, descargaba conmigo, no podía llorar delante de él. Me daba miedo mirarlo a la cara, no podía reconocerle, se abalanzaba sobre mí para descargar su furia por algo que había hecho o imaginaba que podría hacer. Sin embargo, cuando papá se dormía, iba a su cuarto a hablar con él, aunque no se enteraba de nada, lloraba a su lado casi en silencio pidiéndole perdón por algo que nunca pude entender, aprovechaba sus ronquidos para poder darle el beso que cuando estaba despierto no me atrevía a darle, luego cogía la botella vacía de su mano y la tiraba a la basura con tal genio, que la rompía en mil pedazos.
Recuerdo a mamá antes de marcharse, siempre estaba llorando por todos los rincones de la casa, mientras tanto papá dormía, ahogado en el alcohol que había ingerido. Aquella mañana en que mamá se fue, me dejó una nota que siempre me acompaña:
   -Esté donde esté, siempre estarás conmigo.

Papá despertó tan enojado como siempre, gritaba su nombre por toda la casa, me pegaba para que le dijese donde se había ido, nunca entendió que yo tampoco lo sabía, nunca aceptó que al igual que a mí, a él también lo había abandonado, los dos la habíamos perdido para siempre.
Guardé la nota que me había dejado mamá en mi bolsillo, junto con la certeza de que nunca se lo diría a papá.
Aquel mismo día vino a vernos tío Fran, el padre de Laura. Sin decirle nada a papá, me abrió las puertas de su casa para vivir con ellos, desde ese momento sé lo que es tener una familia, alguien que se preocupe por mí, que me escuche, que me demuestre su cariño con un beso o con un abrazo, y no dejándome notas o botellas vacías por la casa.
Apenas era un niño y según tío Fran, no era nada bueno para mí construir la base de mi personalidad, de mi ser, junto a papá.
Cuando entré en la adolescencia decidí marcharme a París, a pesar de que se habían portado conmigo estupendamente, siempre comprendí que no era mi hogar, formaba parte de otro mundo en el que de algún modo u otro, me rechazaban, buscaba cariño sin inspirar lástima o compasión.
Estuve varias horas caminando por la ciudad. Cerca de la parada del autobús, allí encontré a Carla, tan bella como siempre, no creía en el amor a primera vista hasta que la conocí. La necesidad de afecto que tenía me hacía débil en todo lo que a sentimientos se refería. Me invitó a un café y acepté, charlamos un largo rato y luego me llevó a su oficina, estaba a pocas manzanas de donde nos encontrábamos, me presentó a sus amigas, compañeras y al jefe, a partir de ese momento me convertí en Javier Ferrer, todo un ejecutivo novato, que varios meses después se convertiría en un abogado de prestigio, gracias a Carla por supuesto.
Carla siempre me decía que;
-Quién no arriesga, nunca ganará nada.
Con el poco dinero que tío Fran me dio, alquilé una habitación cutre, en una pensión macarra, de un barrio espantoso. Comencé por leer una infinidad de libros que Carla me prestó, desde las últimas novedades en leyes, el código penal, etc., hasta algunos que hablaban de la autoestima y el conocimiento de uno mismo.
No te imaginas como echaba de menos el pueblo, y ¿por qué no decirlo?, también a mis padres, siempre iba acompañado por su recuerdo, por la necesidad de tenerlos junto a mí.
 
Niebla relinchaba de vez en cuando, como si de verdad lo estuviese comprendiendo. Mientras tanto, Javier acariciaba suavemente su mandíbula, yo seguía escondida en el quicio de la puerta, conmovida por la historia de Javier.
Él lloraba mientras hablaba con Niebla, aunque, difícilmente sus lágrimas lavarían las penas de su infancia.

Con el tiempo logré convertirme en un abogado de prestigio, mis primeros honorarios los gasté en un apartamento modesto, a Carla le costó ayudarme a  conseguirlo, de este modo, tendríamos que vernos frecuentemente sin opción alguna a perder el contacto, no sólo nos veíamos dentro del trabajo, sino fuera también.
Carla era una mujer maravillosa, buena, inteligente, noble, cariñosa, comprensiva y vital, todo lo que yo demandaba cuando llegué del pueblo.
A medida que nos tratábamos me gustaba cada vez más, no me lo pensé mucho para casarme con ella, fue el mayor acierto de mi vida. El día de mi boda fue un desastre, llegué quince minutos tarde a la Catedral donde se celebró la ceremonia, la madrina era su mejor amiga y compañera de nuestro trabajo, el padrino era Alfredo, nuestro jefecillo, como solíamos llamarle Carla y yo. Fue un día muy triste puesto que, mis padres no asistieron a la boda, yo los extrañaba más que nunca. Carla me animó a invitar a papá, yo decidí que lo mejor sería que no asistiese por su problema con el alcohol, total, ni siquiera se enteraría de que su hijo se estaba casando. En cuanto a mamá, me hubiese gustado que asistiese, pero nunca supe donde encontrarla, después de que nos abandonara, en mi recuerdo se había disuelto su rostro debido al paso del tiempo, además, la última vez que nos vimos, mi edad, era muy temprana.
Nos casamos solos, su familia tampoco asistió. Carla se opuso a celebrar la ceremonia solamente con su familia, insistió que si la mía no podía asistir la suya tampoco. Estábamos solos, en una Catedral enorme en el barrio de Notrê-Dame, nuestras voces se atrevían a resonar en el interior de esta, como si estuviésemos en una cueva, el obispo, ella y yo.
La nota que mamá me dejo al marchar, la misma que me acompañaba en mis días importantes, en los juicios, en mis grandes decisiones, preferí dejarla en casa. Ella había renunciado a la presencia de sus padres por mí, yo tenía que renunciar a la nota de mamá por ella.
Recuerdo de aquel día que a pesar de que nos casamos solos, de que carecíamos de cualquier ser querido por parte de ambos, éramos felices. A pesar de la ausencia inevitable de mis padres, de la ausencia provocada de los suyos, éramos felices.
Estuvimos gran parte de la noche brindando con agua sin gas. Carla respetaba el problema de papá con el alcohol. Me acompañó absteniéndose de no probar el champán. De madrugada fingíamos estar embriagados de agua sin gas. Carla era increíble, me apoyaba en todo, me seguía el juego una y otra vez con tal de que dejase escapar de vez en cuando una sonrisa, decía que era genial, a mi también me encantaba la suya, ambos nos adorábamos.
Tras un largo rato fingiéndonos mareados, Carla sacó su diario, era su “libro de los acontecimientos”. Ella solía ser muy ordenada y exigente con sus cosas; su diario era como un archivador de todos sus momentos importantes, a la misma vez, le servía de recordatorio puesto que, “el camino que recorremos nunca más lo volveremos a andar”. Su voz temblaba a la vez que sus manos, entonces me propuso firmar en el diario.
   -Javier he de firmar en este diario, al igual que firmé el día que encontré una buena amiga, cuando encontré mi trabajo, cuando aprendí a montar en bicicleta, cuando me enamoré de ti. Ahora quiero que firmes junto a mí al igual que firmaremos al tener nuestro primer hijo/a, etc. A partir de ahora este diario, con mis ilusiones, proyectos, aciertos, triunfos y fracasos, será también propiedad tuya.
Me metí tanto en el papel de la historia que Carla me estaba contando que en vez de un diario me daba la sensación de que estábamos delante del contrato y el pacto más importante de nuestras vidas. Un pacto que me ofrecía la compañía y el cariño de la mujer de la que estaba enamorado, yo era consciente de que me estaba comprometiendo de por vida a cumplirlo.
Con las manos sudorosas por la importancia del documento, cogí el bolígrafo como si de un lastre pesado se tratase, firmé con el convencimiento y la ligereza de que sería un sello para nuestra felicidad.
   -Ya está cariño todo tuyo - le dije radiante de felicidad, mientras bajaba la mano que portaba el bolígrafo.
  -Ya tienes el 80% de mi vida pero no te confíes señor Javier, el 20% restante te lo tendrás que ganar día a día, esforzándote en enseñarme a ser tan especial como lo eres tú, siendo tu mismo porque así te quiero, dejándome permanecer a tu lado por el resto de mis días que espero sean bastantes.
Creo que mi cuerpo temblaba aún más que cuando le di el sí quiero en la Catedral.
Estábamos solos, recién casados, acababa de firmar un pacto con ella para permanecer y compartir el resto de mi vida a su lado.
Nunca me hubiese imaginado que sería ella la que lo iba a romper dejándome tan solo.
Había luna llena, el reflejo de su luz atravesaba el cristal de la ventana y el visillo de las cortinas del dormitorio. En el ambiente se palpaba el calor del momento, el mismo que nos incitaba a despojarnos de la ropa. Yo ayudé a Carla y ella me ayudó a mí, parecíamos dos niños inconscientes guiados por el instinto. Él era nuestro único maestro.

Yo seguía junto al marco de la puerta. Javier se había sentado en el poyete que había junto a Niebla, le seguía contando su vida en París como si de su mejor amiga se tratase, su rostro estaba ruborizándose, sabía que se estaba acercando a su noche de bodas, aunque si él no hubiese querido, no se lo hubiese contado. A pesar de todo necesitaba confiar en alguien y Niebla era la candidata perfecta puesto que, estaba convencido de que no traicionaría su confianza, él sabía que ante todo le sería leal y lo mejor de todo es que no le reprocharía, ni preguntaría nada. Niebla no podía opinar al respecto, solo escuchar. Justamente lo que Javier necesitaba, desahogarse. Aunque si hubiese sospechado por un momento que yo lo estaba escuchando todo, dudo mucho que Niebla se hubiese convertido en su paño de lágrimas.
Mi rostro cambió por completo, de las lágrimas que resbalaban cuando hablaba de su padre, pasó a un toque de misterio y morbo por saber que ocurrió en su noche de bodas, creo que si no lo hubiese contado hubiese reventado de la curiosidad que me producía. Yo era virgen, nunca antes me había enamorado de nadie, era justo ahora cuando algo muy especial e inusual sentía por él aunque aún, no tenía definido de lo que se trataba.
Acerqué mí oído aún más al quicio de la puerta y con más entusiasmo que antes, sin hacer ruido me interesé por la charla de Javier, él sin percatarse de mi presencia, continuó:

Fue genial, nunca antes había sentido por una mujer lo que en esos momentos me recorría de la cabeza a los pies, aunque Carla y yo llevábamos algún tiempo conociéndonos nunca nos habíamos estregado el uno al otro. No nos conocíamos sexualmente hablando, tal vez por eso la tensión aumentaba. Por un lado sentíamos un deseo enorme de entregarnos el uno al otro, pero por otro lado existía un miedo espantoso al fracaso, al menos por mi parte, aunque nunca me lo confesó, también ella estaba nerviosa, temblaba en mis brazos asustada, los dos estábamos asustados. El amor que ambos sentíamos calmaba las angustias y los posibles fantasmas que pudiesen existir.
Quedamos en silencio tras despojarnos de la ropa uno frente al otro, sin contacto físico aparente, excepto las manos y la mirada que se cruzaban a mitad de camino enlazándose. La fuerza de su mirada atraía y retenía a la mía, del mismo modo que el agua del mar es atraída por las rocas de forma irreversible. La luz de la luna llena nos cubría como si fuese una colcha misteriosa y natural. Me mostraba la silueta desnuda de Carla mientras ella también podía observar la mía. En complicidad sonreímos y afirmábamos que ambos cuerpos nos parecían perfectos, sabíamos que ambos encajarían perfectamente en las necesidades y los deseos del otro.
Vacilamos un momento para después acercarnos sigilosamente, firme, pero muy sigilosamente. El olor de su cuerpo me estremecía aún más que el tacto de sus manos sobre mi cuerpo. Me estaba regalando las caricias de un día muy especial. Nos besamos apasionadamente hasta el cansancio y presos del amor que sentíamos caímos sin darnos cuenta en la cama. Para Carla al igual que para mí era su primera vez. Ese fue el momento en el que ambos descubrimos la sexualidad, tal vez por eso todo nos estremecía, desde el aroma de nuestra piel, el roce de nuestras  manos formando ambas siluetas, hasta sentir la respiración del otro sobre nuestro cuerpo. Tal vez sea cierto que el primer amor nunca se olvida, te deja marcado para siempre.
A la mañana siguiente amanecimos enredados entre las sábanas. Volvimos a sentir la pasión de la noche anterior, ambos por separado, nos regocijamos en el recuerdo de lo ocurrido, corroborándolo en silencio para después afirmarlo con miles de besos.
Nos habíamos convertido en dos tacos de arcilla, estábamos dispuestos a ser moldeados por el otro según las necesidades de cada cuál. Nunca pensé que nos llevaríamos también en todo, a veces me daba la sensación de que éramos como dos gotas de agua, estábamos hechos el uno para el otro. Sus pensamientos y los míos se encontraban en el camino afirmándonos una vez más que coincidíamos en todo, o al menos en casi todo.
Al igual que entramos en el dormitorio llenos de dudas, miedos y temores, salimos pletóricos de felicidad, seguros de nosotros mismos y seguros del amor que nos teníamos. A partir de ahí todo en nosotros era complicidad, desde una de nuestras miradas picaronas, a un pensamiento en común a través del cristal que separaba nuestras oficinas. Al principio pensé que no sería buena idea estar todo el tiempo juntos, suponía, que habría muchas más posibilidades de discutir por cualquier cosa, pero hoy por hoy me alegro. Gracias a nuestro trabajo en común, he compartido con ella muchas más cosas de las que el destino me hubiese dejado en condiciones normales. Pude vencer el miedo a discutir por cualquier cosa superficial, dejando paso solo a las riñas importantes y verdaderamente necesarias, y lo más importante de todo, no he desperdiciado ni un solo instante de su compañía, tampoco de nuestra vida en común. No sabes cuanto me alegro de ello, el tiempo de estar cerca se nos estaba agotando sin saberlo.
A los seis meses de nuestra vida en común y nuestro feliz matrimonio Carla deseaba tener un hijo, bueno, en realidad yo también aunque ella tenía mucha más ilusión que yo, más proyectos para él. Cuando hablábamos de nuestro bebé, creo que Carla cerraba los ojos y podía llegar a imaginárselo. Por eso al abrirlos y volver a la realidad de no tenerlo sus ganas de quedar embarazada aumentaban a pasos agigantados. A veces intentaba quitarle las ganas diciéndole que se le deformaría su bonita figura, que quizás ya no me interesaría como mujer.
Ella que me conocía bastante sabía contestarme lo que en el fondo estaba esperando. Sabía que era imposible que la rechazase por quedar embarazada. Yo estaba enamorado de su interior, de su forma de ver la vida, de su sensibilidad, de su experiencia con todo, de su vitalidad y de sus ilusiones. Pero sobre todo, de que para ella nunca había un día gris, aunque la tormenta pasara por su cabeza, aunque los rayos atravesaran su corazón, aunque los truenos fuesen obstáculos en el camino de su vida, dentro de su mente relucía el sol más espléndido que nunca. 

A Carla le encantaba escribir de todo, desde poesía hasta un cuento, un verso, una carta, lo que fuese con tal de dejar que su mente, sus deseos, sus necesidades, su búsqueda interior salieran a flote a navegar por el mar de su vida. Ella concebía la vida mucho mejor si expresaba sus sentimientos y sus pensamientos al exterior.
Cuando hablaba de sus emociones o de cómo se sentía su interior tartamudeaba estropeando lo que en realidad era digno de alguien como ella, tal vez por eso escogía la opción menos fácil, impregnaba en un papel cómo se sentía, lo que quería, lo que le gustaría, lo que le hubiese gustado hacer. Así liberaba su ansiedad por comunicarse junto con sus ideas.
Aunque a veces, se comía demasiado la cabeza preocupándose de que fuesen buenas, en el fondo no le importaba la opinión del lector, a no ser, que el lector fuese demasiado importante para ella. A veces las guardaba junto con sus documentos a los que consideraba importantes, otras por el contrario, si no quedaban a su completo agrado las tiraba junto a la posibilidad de conformarse con algo fácil. Siempre encontraba fallos en todo lo que hacía, en todo lo que pensaba, en todo lo que sentía, eso le daba el rigor y la entereza de mejorar muchos aspectos y algunas costumbres de su vida.
Ante todo, Carla sabía que hay que aprovechar la vida a tope ya que no podemos saber cuanto tiempo gozaremos el privilegio de tenerla. Ella la disfrutaba haciendo lo que más le gustaba, la moldeaba de la forma en que más la llenaba espiritualmente. Carla era feliz, aunque no completamente. A menudo pensaba que actuaba incorrectamente, raras veces llegaba al listón que ella misma se marcaba, nunca llegaba a su meta puesto que a medida que se acercaba, ésta daba los mismos pasos alejándose de Carla.
Estuvimos tres meses soñando con el hijo que deseábamos. Concienciándonos de que para ello debíamos propiciar bastantes encuentros sexuales. Mi apetito sexual era elevado con lo cuál a mí no me costaba ningún esfuerzo, en cambio para Carla, normalmente era todo un sacrificio. A raíz de nuestra búsqueda, ella estaba más predispuesta que yo. Después de varios meses de intentarlo Carla no podía engendrar, fuese cuál fuese el motivo que impedía su embarazo el resultado era negativo. Me decepcioné bastante, llegué a pensar que alguno de los dos tenía problemas para poder tener el bebé. Pensé seriamente en ir al doctor. Tras varios días dejando que esa idea rondara mi cabeza, ese lunes me decidí. Carla no podía levantarse de la cama, apenas intentaba incorporarse en el suelo, se mareaba cayendo a plomo de nuevo sobre la almohada. Como para ella no existía un día gris, consolaba mi preocupación y la suya diciéndose a sí misma que el bebé era muy perezoso, que no quería levantarse. Bromeaba con la esperanza de estar embaraza y pretendía que yo le siguiese el juego.
La subí en el coche como pude y la llevé a la consulta privada del Doctor Fuentes Guerra, él era una eminencia como medico general. Le hizo un chequeo completo acompañándolo con rigurosos análisis, su diagnostico fue contundente.
Carla estaba embarazada.
Carla no podía disimular su felicidad, a pesar de su debilidad era capaz de saltar por los aires al recibir la noticia, yo también deseaba ese bebé, aunque su ilusión era distinta a la mía, aún así yo era feliz si ella lo era.
Era incapaz de controlar su fibra sensible, a la vez que lloraba de felicidad preguntó al médico sobre el sexo del bebé. Carla pidió disculpas al darse cuenta de que su pregunta era demasiado prematura. Se había dejado llevar por la emoción del momento, no dejó ni un solo instante de besarme y abrazarme, como si el resto del mundo careciera de valor para ella. El tiempo se paró para nosotros por un instante, mientras tanto disfrutábamos de tan esperada noticia. El doctor tuvo que toser levemente intentando llamar nuestra atención, el intento careció de éxito alguno, tras varios intentos llamó nuestra atención pronunciando nuestro nombre de pila.
   -Carla, Javier, enhorabuena futuros papás, espero y deseo que todo vaya bien, que todos vuestros sueños respecto a este bebé se cumplan.
    -Ya se han cumplido – contestó Carla.

Salimos de la consulta como en una pompa de jabón, flotando en nuestra propia ilusión fruto de una espera inmensa, paseamos nuestra dicha por la idea de ser papás, nos aislamos de cualquier opinión pública que no fuese la nuestra. Carla de regreso a casa lloraba de emoción, se acariciaba el vientre como si ya pudiese comunicarse con el bebé.
No me dejaba ni un instante, se sentía presa de un agotador cansancio que desde la mañana la estaba invadiendo, sus ojeras le ocupaban gran parte de la cara, sus manos estaban heladas, sus piernas no respondían como debiesen. Al llegar a casa en desacuerdo con sus deseos, la recosté en la cama invitándola a descansar, con el argumento de que yo la acompañaría. Quedó rendida junto a mi cuerpo, mientras mis ojos la acariciaban, mis manos resbalaban suavemente por su pelo. Presencié como sus ojos cansados finalmente se cerraban.
Me sentía orgulloso de ambos, ahora estaba seguro de que no teníamos ningún problema para poder concebir hijos, también estaba inquieto, no sabía porqué realmente. Un extraño presentimiento se paseaba libremente por mi mente. Bajé a la cocina a prepararme un café. El celular que se hallaba sobre la mesa del salón comenzó a desprender su habitual melodía, me apresuré para que el ruido no despertase a Carla. El número que se reflejaba era desconocido, dudé un instante en descolgar la llamada, pero finalmente contesté.
Era el doctor Fuentes Guerra, el mismo que minutos antes había examinado a Carla, su voz se reflejaba preocupada. Me citó lo antes posible en su consulta, me pidió que fuese solo, comprobé que Carla seguía dormida y le dejé una nota:
  
 “Salí un momento a dar un paseo, vuelvo en seguida, has de esperarme justamente donde estás, te tengo una sorpresa”.

Cogí el coche que había metido minutos antes en el garaje, salí del residencial a toda prisa dejando a Carla entre sueños, con la única compañía de un café sin azúcar en la cocina y la esperanza de que no se despertase antes de mi regreso.
El doctor tenía malas noticias, en las pruebas de Carla se había detectado un tumor, no se sabía si era maligno o benigno, se hallaba en el útero, era pronto para decirlo pero lo mejor sería provocar un aborto. El bebé estaba expuesto a sufrir malformaciones irreversibles, lo principal era centrase en eliminar el tumor cuanto antes. La vida de Carla corría peligro.
Paseé un largo rato del mismo modo que le dije a Carla en la nota, intentaba asimilar la información que había recibido del doctor, lloraba en silencio por la calle mientras pensaba si debía o no decírselo. Por un lado el bebé y por otro su tumor. Eran dos malas noticias. Aunque a Carla le gustaba afrontar los problemas de frente, a pesar de la tormenta ella sabía encontrar la luz del sol.
Pensé y pensé hasta agotar mis ideas, no sabía lo que hacer pero sabía que solo ella podía ayudarme a superar esto, y ¿por qué no?, tal vez yo podía ayudarle a ella. Me senté en un banco, miré el reloj que portaba en mi muñeca y que minutos antes había ignorado, era muy tarde supuse que Carla se había despertado. Imaginé que estaría preocupada al notar mi ausencia, la posibilidad de que no hubiese leído mi nota cruzó por mi mente como si de un rayo se tratase.
¡Mi nota!, otra de las posibilidades que azotaba mi mente era que la hubiese leído, de ser así estaría esperándome con una supuesta sorpresa ¡Dios mío, mi sorpresa! Me acerqué a la floristería más cercana, compré el ramo de rosas rojas más grande que había. Con él entre mis brazos volví a casa destrozado, portando malas noticias para la mujer a la que amaba. Cuánto hubiese dado por cambiar esas palabras que apenas me salían de la boca.
Me la encontré despierta con mi nota en el pecho, sus pupilas estaban dilatadas, me sonrió y me invitó a sentarme en el borde de la cama junto a ella.
  - ¿Dónde estabas? – preguntó. Sin sospechar nada de lo que tendría que escuchar – tenemos que hablar, cuando volvimos apenas me dio tiempo, estaba tan cansada que caí rendida. Quiero darte las gracias, gracias a ti voy a tener un hijo tuyo, no sabes lo que significa para mí. Si es niño lo llamaremos David y si es niña la llamaremos Andrea. La cuna la pondremos junto a la ventana, para que la luna y los rayos del sol la bañen y la iluminen. Le compraremos mucha ropa y una motocicleta, claro si se porta bien y estudia. Ha de ser tan inteligente y de buen corazón como su padre.

Dos lágrimas resbalaron por mi cara, era evidente que en sus sueños se había hecho las ilusiones que en la realidad no le había dado tiempo, al volver a casa se había dormido. Con las manos temblorosas le di el ramo de rosas rojas, tapé sus labios con mis dedos y la besé tan fuerte como pude.
   -Calla Carla, no digas nada déjame a mí. Deseo este hijo tanto como tú, en el poco tiempo que sé de su existencia entiendo que puedo verlo, sentirlo entre mis brazos, observar su rostro, sentir sus chillidos y sus carcajadas, al igual que tú, deseo firmar en el diario de nuestros acontecimientos el nacimiento de nuestro hijo, pero…
Apenas sentía la voz que salía de mi cuerpo, estaba quebrantada por el pánico del que me sentía preso, aún así continué.
 - ¿Ves éstas rosas?, son tus preferidas, tienen el color más vivo que nunca. Sin duda representan la pasión con la que este bebé fue concebido, su olor se desprende por todo el cuarto, su textura es delicada y aterciopelada. Aunque de vez en cuando puedas tocar una de sus espinas, son hermosas ¿verdad?
Nuestra vida juntos es como la vida de estas rosas, recién ahora hemos encontrado en el camino de nuestra felicidad una de sus espinas, no por eso dejará de ser hermosa, ¿no crees?
Carla lloraba al mismo tiempo que yo, sin darse cuenta de lo que ocurría.
   -¿Qué quieres decir Javier? ¿Dónde has estado?
   - Comprándote las rosas, en la floristería me han dicho que la tierra de donde provienen es muy fértil. Que en ella se pueden criar cientos y cientos de rosas a pesar de que ahora está contaminada por algún virus que no conocen muy bien. Éstas rosas que tienes en tus manos son el primer fruto que esa tierra ha dado, puede que a pesar de su belleza, de su aroma, de su color y de su textura estén también contaminadas, de ser así se marchitarían antes de lo esperado.
Puede que sus hojas se caigan muy deprisa, que su color desaparezca, puede que solo queden las espinas.
 -¿Qué prefieres, rosas o espinas?-
    - ¡Rosas!- me contestó convencida y un brillo poco común en sus ojos me pedía encarecidamente que las devolviera. Decía que si no estaba preparada para tener esas rosas tan deseadas entre sus manos, esperaría el tiempo que fuese necesario, aunque sus palabras me repetían una y otra vez que lo más importante era encontrar el virus de la tierra y extinguirlo para que ésta no solo fuese fértil, sino, sanamente fértil, al mismo tiempo su interior la contradecía.
Me conmovió la entereza con la que lo aceptó y me entendió. Me abrazó mientras me secó las lágrimas de los ojos al mismo tiempo que yo sequé las suyas. Nos prometimos dedicarnos a la tierra contaminada, es decir a su tumor. Estábamos de acuerdo en que si para ello había que sacrificar y renunciar a las rosas, a nuestro bebé, juntos lo haríamos.
Una vez extinguido el tumor, tendríamos muchos hijos más.
A partir de aquella mañana, su vida y la mía cambiaron por completo, sobre todo la de Carla que a pesar de su tumor, día a día se esforzaba por consolar mi pena, mi temor y la preocupación constante de perderla para siempre.
Me pregunto muy a menudo, ¿qué hubiese pasado si no hubiese quedado embarazada?
Tal vez no hubiésemos vivido el resto de nuestra vida juntos con un miedo ahogadizo, quizás el tumor nos hubiese pillado desprevenidos sin opción alguna a combatirlo. Sin duda, todo habría sido distinto, pero sobre todo no hubiésemos vivido condicionados a esa maldita enfermedad. Por otro lado, no le hubiese podido dar todo mi afecto y mi cariño a marchas forzadas antes de que ella emprendiera su viaje, dejándome completamente solo.
Al día siguiente Carla me comunicó que quería ir al médico, iba dispuesta a hacerse todas las pruebas que fuesen precisas, quería hablar cara a cara con el doctor. Cancelé todas mis citas laborales y la acompañé, no la dejé sola ni un solo instante.
El doctor nos explicó qué clase de tumor padecía. Le hizo algunos exámenes más para detectar si era maligno o benigno, insistió en la posibilidad de un aborto como la mejor salida para ambos, madre e hijo. El feto estaba en el punto de mira para sufrir malformaciones tales como, condenarse toda su vida a un pañal, un marcapasos, una silla de ruedas o cualquier cosa por el estilo.
Carla quedó inmóvil ante lo que estaba escuchando y sin ninguna duda aparente contestó.
   -Usted es el experto ¿no?, pues haga lo que crea conveniente, no quiero que mi deseo condene a ningún feto de por vida. Pase lo que pase, ese bebé siempre estará vivo dentro de mí. Lo he sentido, lo he disfrutado, ha estado dentro de mí y eso siempre le dará el derecho de permanecer en mi interior.
   - Bien Carla comencemos cuanto antes – replicó el doctor – estás de pocas semanas, es lo mejor para ambos te lo aseguro.

Cuando Carla salió de practicarle el aborto, estaba pálida, a la legua se notaba que lo había pasado incluso peor que yo que me había comido las uñas junto con mi angustia en la sala de espera.
  - Cariño, no te preocupes – me contestó con la voz quebrada y las manos heladas. – Solo hemos postergado su nacimiento, no lo hemos cancelado.

Sin duda se refería a que tendríamos otro bebé en el futuro, cuando el tumor estuviese extinguido. Pero por dentro sabía que a esa pequeña vida que tanto había deseado, que había existido en su vientre, le habíamos negado el derecho a la vida. ¿Quién éramos nosotros para negarle la vida a nadie?, y mucho menos al bebé que deseábamos con todo nuestro corazón. Tampoco teníamos derecho a condenarle a una silla de ruedas, a una sonda, ó a cargar con un marcapasos toda su vida. Era una decisión bastante difícil, pero según el doctor habíamos escogido la más adecuada. Aunque nosotros opinábamos lo mismo que el, sentíamos un desacuerdo interior al haberle privado de la vida. Probablemente si no hubiese existido un tumor en su vientre, si ella no hubiese corrido el riesgo de morir, la decisión hubiese cambiado. Carla era adulta, llevaba viviendo veintiséis años, tenía sentimientos, emociones, podía sentir el dolor, la desilusión, se podía permitir el lujo de ser un poco egoísta. El bebé por el contrario, solo tenía dos semanas de vida, según el médico aún no estaba formado, no veía la luz del mundo, no tenía sentidos, no gozaba del derecho de decidir nada, solo tenía vida, la misma que con nuestra decisión le habíamos arrebatado. Como si estuviésemos haciendo lo correcto, como si fuésemos a vivir tranquilos el resto de nuestros días sabiendo, que había un bebé deseado en un pozo profundo donde viviría condicionado a posibles enfermedades, con una única salida, la de su muerte. Carla y yo, le dimos la mano para que saliera a buscarla.
Carla a pesar de su dolor se repetía una y otra vez, “Hemos postergado su nacimiento, no lo hemos cancelado”, y aún cuando reía apoyando su propio consuelo y el que intentaba darme a mí, sabía que ese bebé ya no tendría ninguna oportunidad, ya no existía, así de simple y de complicado a la vez.

Con la pérdida del bebé a cuestas, como el que carga un pesado elefante, seguimos luchando contra el tumor que en pocas semanas detectaron maligno. Carla se estaba apagando día a día como la llama de una vela que se extingue, luchaba contra su enfermedad, contra su dolor, contra su ánimo y contra la vida que estaba perdiendo. Se esforzaba por conservar la llama encendida, aunque su luz cada vez era más débil.
Dejé mi trabajo temporalmente para ocuparme de ella. El celular lo enterré en el jardín, junto al reloj que siempre abrazaba mi muñeca. Para mí se había detenido el tiempo, el mismo que se nos estaba agotando. Me dediqué solo y exclusivamente a estar a su lado, a darle mi apoyo y mi cariño, a disfrutar su compañía, a cumplir el pacto que firmamos la noche de nuestra boda.
Tras cuatro meses de calvario en los que a Carla se le caía el cabello que tantas y tantas veces acaricié; en los que su vitalidad se perdió del mismo modo que el sol se pone dando paso a la noche; en los que sus besos ardían en mis labios teniendo la conciencia que tal vez serían los últimos que me diese; en los que nuestros proyectos cada vez quedaban más lejos, perdiéndose igual que se pierde la vista en el horizonte. En todo ese tiempo, a Carla no le faltó la esperanza de aferrarse a la vida. Yo al contrario que ella, tenía menos motivos para esperar un desenlace feliz. Se deterioraba a pasos agigantados. Murió el diez de octubre, desde entonces gran parte de mi vida murió con ella. En la mesita de noche, junto a nuestro anillo, encontré un mensaje suyo:

“Si te sientes solo y perdido en un mar de dudas.
Si el agua limpia y pura es incapaz de aclarar tus preguntas.
Pon tu vista en el horizonte, verás que nuestro amor perdura.
Siempre estaré a tu lado, aunque nuestras vidas no estén juntas.

Sigue siempre adelante, no te rindas jamás.
No dejes de ser tu mismo aunque te sientas fatal.
No temas enamorarte, tu vida te ayudará a retomar.
¡Recuerda!, no hay días grises si el sol puedes tocar.”

NUNCA OLVIDES QUE EL RECUERDO ES OTRA FORMA DE AMAR.
                                                      
                                     Siempre te querrá, Carla.

No podía beber ni un vaso de leche, no tenía fuerzas para abrir sus ojos al completo. Antes de que sus manos se acercasen a mi cara, caían desplomadas por el peso. Sin embargo, dedicó su último aliento a escribirme un mensaje, a despedirse de mí, tal vez ese sea el motivo por el que lo memoricé y lo arrastré conmigo en este naufragio en el que estoy perdido, del que quizás no salga jamás. Aunque, al igual que ella pienso dedicar todas mis fuerzas para dejar estos días grises en los que me siento sumergido, quiero tocar el sol con la palma de mis manos.

Yo seguía junto a la puerta, lloraba como una chiquilla. Niebla notó mi presencia, relinchaba afectada por la historia de Javier. Él seguía sentado en el muro de la cuadra con los ojos inundados por su dolor y su impotencia. Al fin me animé a salir a su encuentro, sequé mis ojos con la camiseta que llevaba puesta, pasé mis manos por mi cara para limpiar las lágrimas que por ella habían corrido y me dirigí al interior de la cuadra. Javier quedó atónito cuando me vio, supuso que había escuchado su conversación con Niebla y aunque acertó en suponerlo, yo se lo negué. No quería que se sintiese avergonzado, aunque se notaba que había llorado tanto como él. Sentí que los lazos que me unían a el se apretaban con más fuerza.


La semana que viene, Capítulo III






21 comentarios:

  1. Javier y su travesía de amor,
    Javier y su calvario de dolor,
    Javier y su interioridad explayada ante la mudez de Niebla,
    Javier y su recuerdo de Carla que le hace estremecer,
    Javier y su mundo pasado y contado en silencio ante sigilosos oidos de Laura,
    Javier y sus ganas de retomar aquel sol que no pudo detener...

    Estremecedora historia
    Enhorabuena Amparo

    Un abrazo

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    1. Querido Genessis, gracias por volver y por enredarte en mi novela, porque se trata de dejarte atrapar en sus sensaciones y sentimientos como yo me deje en su día, Javier no esta pasando una buena etapa en su vida, con la perdida de Carla aflora la inseguridad y los miedos, los recuerdos gratos bombean su mente haciéndole sentirse francamente mal por todos esos momentos que escaparon junto a ella y no podrán recuperar.
      Laura intentara darle un ápice de energía, y quien sabe, tal vez puedan retener el sol juntos.

      Gracias por tu comentario, me ha encantado, Amparo

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  2. Una historia dentro de la historia,quizá mas intensa que la del trasfondo y que probablemente,se fundirá en la segunda; la de Javier.
    Besos.

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    1. Mi querida Marinel, me alegro de volver a verte por mi refugio, porque este blog que empezó como un reto pequeñito, se esta convirtiendo en un reto muy pero que muy deseado, compartir con mis lectores mi esencia, lo que soy, desde la mas mínima ilusión hasta el mas grande de mis sentimientos, estoy encantada de que estés entre mis lectores, gracias por ello.

      En cuanto a tu comentario he de decirte que lo has captado perfectamente, efectivamente es una historia dentro de la historia, necesaria para poner a Laura al día de todos esos sentimientos y confusión que emergen actualmente en el interior de Javier, si hay alguien que podía entenderle sin juzgarle, sin reprocharle nada, esa era Niebla sin duda alguna.

      Un beso enorme, Amparo

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  3. Entrañable relato, lleno de hermosos y tristes episodios, de los que compone la vida misma.

    Abrazos alados!

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    1. Bienvenida Diana, efectivamente mis relatos son experiencias cumplidas y por cumplir que van rellenando poco a poco el libro de mi vida y seguramente muchos de mis lectores se han identificado en alguna pagina de ese libro que hay que vivirlo para entenderlo y valorarlo.
      Espero verte en próximos capítulos.

      Me encanta tu avatar, las mariposas son mi debilidad, una de tantas, porque tengo bastantes.

      Un abrazo, Amparo

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  4. Hermoso relato!! Quedo a la spera del proximo capitulo.

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    1. Mi querida Marilyn, que decirte, eres mi primera lectora y sigues fiel a mis palabras, mi corazón solo expresa gratitud a tu permanencia entre mis relatos y una enorme alegría de ver que lo estas disfrutando.
      Por supuesto que tendrás el próximo capítulo, espero te guste tanto como los anteriores.

      Un abrazo, Amparo

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  5. Hola Amparo:

    Terriblemente desgarrador el sufrimiento de Carla y Javier ante la perdida del hijo soñado. El detallismo que le has impuesto al relato, la analogía de las rosas y tu convalecer de palabras acompañando el convalecer de Carla hacen de esa historia de amor un acto de tragedia que nos abraza al leer y nos ahoga desde el nudo impuesto en la garganta.

    No se si te lo dije se me hace una película de los años 60. Esas que despedían espectadores con húmedos ojos.

    Ansioso a la espera del próximo.

    Un abrazo grande

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    1. Bueno Daniel encantada de tenerte por aquí de nuevo, así es, una historia desgarradora que ahonda en los sentimientos de Javier, que destruyen castillos que quedaron en el aire... partiendo de ese dolor, intensificara lo que le ocurra de ahora en adelante, se acurrucara a los rayos del sol que Laura le ofrece.
      Me alegra que lo hayas sentido tal cual, porque tal cual quise transmitirlo.

      Un gran abrazo mezclado con el perfume embriagador de una de esas rosas.

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  6. Querida Amparo, he leido los dos capitulos, casi no puedo comentar ahora, me ha esremecido
    Llevas el relato maravillosamente
    Espero el proximo capitulo
    Un abrazo

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    1. Querida Lapislazuli, gracias por tu llegada a mi blog y por tu comentario, me alegro que te hayas sumergido en mi historia y que hayas disfrutado de ella...
      Nos vemos en el próximo capítulo, gracias por tu valoración.

      Un abrazo

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  7. Amparo gracias por tus amables comentarios. Tu relato es bellísimo, de principio a fin... me ha encantado ese halo de reflexión que muestras, dibujando imagenes bellas y melancolicas a la vez
    Buen miercoles Amparo

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    1. Querida Rosa, para mi es un placer visitar tus reflexiones que sin duda nos hacen el camino mas liviano, en cuanto a mi relato, me encanta que te haya gustado, es sin duda un capítulo conmovedor que ahonda en los sentimientos de Javier, pero a veces es necesario llegar al fondo para descubrir de lo que somos capaces.

      Te deseo un feliz miércoles a ti también, Amparo

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  8. Querida Amparo, he estado leyendo detenidamente este capítulo, al igual que el anterior y ¡hay que ver cuánto me engancha!.
    Eres increíble relatando y dejando al lector enganchado con tu obra.
    ¡Felicidades y mil gracias!.
    Muchos besos. Rosa.

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    1. Querida Rosa, gracias por tu valoración sobre mi relato, te sube el animo saber que gente que no conoces pueda interesarse por eso que tienes que contar, gracias por sacar un ratito para estar conmigo y gracias por tu perseverancia en disfrutar de mis palabras y mi forma de sentir.

      !Me alegro que te enganche!
      TE espero en el capítulo 3, esta semana lo colgare antes porque marcho de viaje a Francia unos días, quiero dejaros acompañados de mis palabras.
      Muchos besos, Amparo

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  9. Cuanta tristeza la de Javier y no es para menos, perder de esta manera un amor con todas las menciones de llamarse amor. Tendrá que nadar bastante entre sus lagrimas para poder reponerse. Niebla con la sensibilidad de los animales, le hará la compañía necesaria del silencio, porque de la mano de Laura podrá comenzar a transitar.

    Me gusta la historia.
    Eso si, ten paciencia, para mis comentarios. :)

    Un abrazo.

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    1. Gracias por tu comentario Cecy, me encanto la síntesis de su contexto, la paciencia es una de mis virtudes, es donde se consiguen los mejores momentos nuestra vida, esperando a que ocurran....efectivamente Javier podrá transitar de la mano de Laura, no te lo pierdas en los próximos capítulos.

      Un abrazo, amiga.

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  10. Estoy estremecida, triste pero el ver la fuerza de Javier me ha conmovido mucho, voy por el III capítulo..... mil gracias Amparo por tus visitas y por tus comentarios.... besos :**

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    1. Me alegra que te guste Patty, gracias por disfrutar mientras lees a mi lado, muy dentro de mí, jejej

      Besos

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  11. Una hermosa historia de amor. Carla fue una gran vividora. Ama la vida y el amor. Pero al final su llama se apagó. Muy triste pero me ha encantado. Besos

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