No recuerdo exactamente cuanto tiempo estuve pensando bajito
mientras ellas seguían observándome, mitigaba mi angustia con miles de
hipótesis, respuestas que me daba a mi misma para calmar mis miedos.
Cuando quise darme cuenta se había hecho de noche, la luz de
la luna llena penetraba por aquel cristal por el que horas antes había
resbalado la lluvia.
Decidí entonces como tantas veces lo hice en la realidad dar
por concluidas estas apariciones en mis sueños, sabía que el único modo de
conseguirlo era enfrentar mis miedos y mis dudas que no paraban de asaltarme,
aún así sabía que si en la realidad era difícil pensar tan siquiera enfrentarme
a mis antepasados, en sueños sería mucho más complicado, puesto que tendría que
rendirme a lo que surgiera, no a lo que deseara, aunque algo dentro de mí, me
transmitía una serenidad difícil de expresar, sabía que estaba a punto de rozar
el final de esta tortura.
Avancé un poco hacia delante dejando la cortina tras de mí,
el viento que penetraba por una rendija de la ventana no paraba de mecerla,
algo que daba más suspense a los acontecimientos que estaba viviendo.
Me quedé en un punto neutro, no me decanté por ninguno de
los dos bandos, ambos sillones estaban uno frente al otro, yo me situé en medio
de ellas dos.
Pensé por un instante en hablar con ellas, pero también
sabía que si mis labios se sellaban por el pánico como en el sueño anterior no
podría hacerlo.
No estaba dispuesta a despertar sin preguntar ¿que querían
de mí?, ¿porque estaban allí?, ¿cual era el sentido de aquellos sueños?
No sé de donde saqué las fuerzas, pero tomé una decisión,
sabía que al lado de mi abuela paterna todo sería más fácil, sabía que ella me
ayudaría, y de no ser así, solo con mirarla me sentiría capaz de todo, así pues
tras vacilar un momento entre ambas, me situé más hacia la parte del sillón
donde se hallaba mi abuela paterna. No dijo nada, sonrió tímidamente provocando
en mí también una sonrisa que intentaba liberarme de la tensión.
Me sentía mal por haberme decantado de nuevo por ella,
mientras tanto mi abuela materna seguía con el rencor en sus ojos y sabía que mi
manera de actuar la enfurecería más aún, la estaba poniendo celosa aunque no
era mi intención.
Me sentí egoísta, pero es que en ese momento solo podía
pensar en mí, necesitaba armas para enfrentar mis miedos y mi mejor arma era mi
autoestima, sabía que junto a mi abuela paterna esa autoestima crecería todo lo
que necesitaba.
Tras ese minuto de duda y culpabilidad, gire la cabeza hacia
mi abuela paterna y comencé a caminar lentamente hacia ella, vi como me abría
sus brazos y sentí los latidos de su corazón en mi mirada……
-
¡Ven hija mía ¡ – me dijo.
Mi corazón golpeaba mi pecho con todas sus fuerzas y mis
ojos se inundaban fruto de la emoción y la tensión acumulada.
Vibré tras escuchar sus palabras, supe que había llegado el
momento.
Llegué a ella y me abracé con todas mis fuerzas, pude sentir
su aroma, la esponjosidad de su piel blanca, las arrugas de sus brazos, el
frescor de su carne al contacto con la mía, los golpes de su corazón queriendo
atravesar mi pecho.
-
Estoy aquí – contesté – comprobando que mis labios habían
quedado liberados de aquello que les impedía expresarse.
La miré a los ojos con dificultad puesto que mis lágrimas impedían
ver con claridad, me había reencontrado con ella después de 20 años de su
partida, había deseado abrazarla infinidad de veces, de besarla, pero nunca
imaginé que era posible desde la eternidad.
Cuando me di cuenta que mi abuela materna nos
observaba, giré rápidamente la cara para
disculparme con la mirada por no haberme decantado hacia ella. Pero fue tarde, había
desaparecido, el sillón que había ocupado todo este tiempo estaba vacío.
La incertidumbre que quedo dentro de mi era inmensa, no sabía
con que intención había vuelto y ahora se había marchado con más rencor del que
traía en sus ojos.
Por un momento la decepción que sentía conmigo misma
suplantó a la felicidad de haber abrazado a mi abuela paterna en aquel momento.
Mi impotencia afloraba en mí las primeras lágrimas
desesperadas tras su partida, volví mi vista hacia el otro sillón para volver a
abrazar a mi abuela, tampoco estaba.
Estaba claro que tenían la misma facilidad para aparecer que
para desaparecer, me habían dejado con todas esas dudas que arrastraba desde
hace días.
Comencé a lanzar preguntas al aire, sentía que estaban allí,
cerca de mí, notaba su presencia en la misma habitación, sin embargo nadie las
contestaba.
Volví a la ventana para hablar con la luna llena, era la
única que acompañaba al vacío que sentía.
Después de sacar mi furia y aquello que me arañaba el alma,
tras diluir mi impotencia y calmar mi angustia, deje resbalar mi cuerpo apoyada
en la pared, cuando quise darme cuenta estaba sentada en el suelo, bajo la luz
de la luna y con el sonido de fondo de su voz mientras me llamaba.
Cuando desperté a la realidad, recordaba el abrazo de mi
abuela, sentía sus brazos apretándome y sus besos en mi mejilla, mientras mis
lágrimas empapaban su camisa color negro con aquella flor hecha de jazmines.
No sé porqué, pero en ese momento intuía que este era el último
sueño, lo había sentido como una despedida definitiva.
Próxima entrada; Una misa para cada una
Increible!!!!!
ResponderEliminarUna pluma brillante y ágil, un sueño desde la realidad y los sentimientos... genial
ResponderEliminarSaludos
Gracias por tu metáfora Beker, mi tintero son esas vivencias y sensaciones y mi pluma la ansiedad de compartirlos, de ahí que salgan con esa rapidez.
ResponderEliminarSaludos
Reflexivo en parte y lleno de sentimientos.. muy bello!
ResponderEliminarTe invito a pasar por mi blog de poesía..
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