Estuve alrededor de tres meses buscando sentido al último
sueño, eran muchas las hipótesis que mi mente generaba en torno a la aparición
de mis dos abuelas en él, sin embargo todas ellas se desvanecían mientras mis
ansias por llegar al final seguían investigando en mí, pensé volverme loca, no podía vivir con la presión de llegar a la noche, intuía que en cualquier momento volverían
a aparecer.
A menudo preguntaba a mis pensamientos si hubieran sido capaz
de hablar de no estar mis labios sellados, mi realidad se tambaleaba con solo
pensarlo, sin embargo mi interior tenía esa espina, si hubiera
preguntado, se hubieran resuelto muchas dudas en mí.
Estaba claro que deseaba hacerlo, pero no había podido.
Estaba claro que deseaba hacerlo, pero no había podido.
Volvió a pasar como antes, aunque no pude olvidar lo
ocurrido, estaba más tranquila con el paso de los días, hasta me permití abandonar
la tila antes de acostarme, cuando menos lo esperaba ocurrió de nuevo.
Como siempre comienzo a pensar en la rutina del día que casi
agoniza ante mis ojos, me agobio de nuevo y me alegro de estar descansando
por fin, sin darme cuenta me adentro en paisajes profundos, de la mano de esa
gente que viven en mi vida y que me la hacen mas llevadera, hasta que algo me
empuja a ese túnel oscuro que logra cambiar mis esquemas, mi tranquilidad, mi monotonía.
Esta vez me encontraba en el barrio donde me crié,
callejuelas estrechas, cuestas empinadas, casas viejas con puertas de madera y
retrancas, ventanas bajas con verjas tupidas, vecinas hablando en sus puertas
en sillas de madera con el culo de anea, niños gritando por las calles mientras
juegan al escondite, fachadas desconchadas, el panadero en la puerta de casa y en la esquina de la calle, la furgoneta que pregonaba fruta barata. Tapias que
tras de ella escondían casas abandonadas en las que podías oír tu eco.
El tiempo libre se podía respirar a cada paso, en aquella época las mujeres no trabajaban tanto fuera de casa, eso era labor del hombre, la madre se dedicaba a la casa y a los niños, a preparar la santa cruz y ayudar a hacer muñecos de nieve con sus hijos.
El tiempo libre se podía respirar a cada paso, en aquella época las mujeres no trabajaban tanto fuera de casa, eso era labor del hombre, la madre se dedicaba a la casa y a los niños, a preparar la santa cruz y ayudar a hacer muñecos de nieve con sus hijos.
¡Que tiempos! Da la sensación de que viajas un poco atrás en
tus recuerdos y te ves protagonista del nodo, donde el estrés se veía en las
grandes ciudades como Madrid.
De pronto el cielo se cubrió de nubes oscuras, y comenzó a
llover con gran intensidad, cuando volví la vista, la calle estaba desierta, había
perdido todo su color, las mujeres se habían encerrado en sus casas, cerraban
ventanas, cubrían las puertas de madera con una tabla a media altura para
proteger la madera de la puerta, las abuelas gritaban los nombres de sus nietos
para que volvieran a casa, el panadero seguía su reparto con un chubasquero,
nadie probaba el eco de aquellas tapias, y yo permanecía allí, en aquella
cuesta mientras el agua nacía en mi pelo y moría en mi ropa.
Con mi ropa empapada por la lluvia decidí irme a casa, no
tenía sentido seguir allí, mojándome. Llame a la puerta de la calle con el
llamador pero no me abría nadie, tras varios intentos, empuje a la puerta y se
abrió, todo estaba tal y como cuando vivíamos allí, friso en las paredes a
media altura, el resto encalado hasta el techo, puertas barnizadas, suelo de
terrazo, escaleras empinadas, y el mismo olor a arroz que mi abuela preparaba.
Entré recatada a pesar de conocer cada rincón de aquella
casa, miré varias puertas y ninguna me llamaba la atención lo suficiente como
para dirigirme hacia ellas, solo una resaltaba en mi retina, la puerta del salón.
Sin dudarlo demasiado pisé firme y descubrí que se escondía detrás
de la puerta.
La televisión en blanco y negro, el mueble color ocre donde
pintaba con tiza sobre un costado para que mamá no se enterase, los sofás de
escai granates donde me dormía cuando estaba castigada, sillones a los lados
donde me encantaba escuchar música de los chichos con mi radio casette de pilas, sillas con tapicería
estampada y tras aquellas cortinas tupidas, la ventana color verde primavera
donde tantas veces me asome para ver a los niños jugar.
Los cristales estaban empañados por la lluvia que caía a través de
ellos, mi interior no vacilo ni un segundo, empezó a pintar dibujos en aquellos
cristales con mi dedo, mientras no perdía de vista la oscuridad que había
cubierto la calle y la lluvia incesable que continuaba cayendo.
Pasé bastante rato pintando y escribiendo en los cristales,
cuando mi dedo quedo prácticamente congelado, di por concluido mi rato de relax.
Me volví hacia la habitación y mi corazón quedo encogido
tras el grito que dí en silencio al comprobar que ya no estaba sola.
No sé que impacto fue más fuerte, si el que recibió mi corazón
o el de mi mirada tras ver a mis dos abuelas sentadas una en frente de la otra,
cada una en un sillón.
Mi mente no daba crédito a lo que veía, había vuelto a
aquella casa 25 años después y había encontrado a mis abuelas fallecidas mirándome
con las mismas intenciones que en el sueño anterior donde hacia fotos de todo.
Quede paralizada, parpadeaba continuamente con la esperanza
de despertar, para mí era vivir un sueño dentro del mismo sueño en el que me
situaba. Al terminar el aleteo de mis parpados, seguían allí, contemplándome.
Mi abuela materna volvía a aparecer con esa mirada
desafiante, como si me reprochara algo que no lograba entender, me daba más
miedo y respeto aún que la primera vez que la vi. Sin embargo mi abuela materna
seguía envolviéndome en esa aura de protección, donde me sentía cómoda dentro
de la situación y tremendamente alegre de haberme reencontrado con ella de
nuevo.
Mire un instante atrás buscando la ventana donde había
estado dibujando, la lluvia había desaparecido, el sol despuntaba tímidamente y
yo seguía esperando que una arco iris de esperanza penetrara en mis sentidos.
Cuando miré de nuevo hacia delante con la convicción de que
los sillones estuviesen vacíos, comprobé que seguían allí, sin idea alguna de
marcharse.
Me parecía curioso que no se mirasen entre ellas, solo me
miraban a mí.
Pensaba muchas cosas en ese momento, creo profundamente en
la vida después de la muerte, y pensé que tal vez necesitaban ayuda para lograr
la paz eterna, por otro lado me daba la sensación de que entre ellas habían tenido
una riña, una disputa por mí, yo siempre quise más a mi abuela paterna que a la
materna, pero porque ella me crió desde niña, vivía en casa con nosotros,
mientras que a la otra la veía muy de vez en cuando.
Pero la idea que más se aproximaba a las sensaciones que tenían,
se asociaban con el primer sueño, donde tuve que cavar los agujeros en tierras
de mi padre.
Intuía que mientras mi abuela paterna me apoyaba, la otra
estaba molesta por haber iniciado esa búsqueda.
Pensé que tenía que ver ella en todo esto, ¿porqué?,
entonces comencé a recordar que aquellas tierras las había heredado mi madre de
ella, que mi abuela se había criado allí,
que tal vez ella sabía lo que ocultaban, por eso no estaba dispuesta a
que mi iniciativa acabase con aquel secreto, de ahí provenía su mirada
desafiante y los reproches de sus gestos, porque verdaderamente en vida no le
había hecho nada como para que estuviese molesta conmigo, ella siempre supo que
mi debilidad era mi abuela paterna, no ella.
Pero es lógico, cuando convives con una persona y te da todo
para hacerte feliz, te consiente, te cuida, te mima, mientras te ve crecer y
disfruta contigo de tus aciertos y tus fracasos, se crea un vinculo difícil de
explicar, solo lo puedes sentir, y aunque una parte de mi siempre se ha sentido
culpable por no querer a las dos por igual, he entendido que era imposible
experimentar las mismas sensaciones por ambas.
Próxima entrada; Hablo con mis antepasados bajo la luz de la luna
Amparo sigue escribiendo por favor q me has dejao supre intrigada; por un momento mientra leia yo tambien me meti en la historia, parecia q era yo la q estaba en la calle empapada y luego haciendo dibujos en el cristal....
ResponderEliminarNo dudes que continuare mi relato.Gracias por meterte en el personaje, ahora se que mientras vivía esa experiencia no estaba sola, todos mis lectores estaban conmigo. Gracias por acompañarme leyendo, de eso se trata, de que podáis sentir lo que yo sentía.
ResponderEliminarMuy interesante la historia...seguiré leyendola. Eso del grito y no star sola me ha dejado intrigada.
ResponderEliminarAprovecho para invitarte a visitar mi otro blog dónde estoy escrbiendo semanalmente un capitulo de una novela corta
Titulada Sayonara, la encontraras a mano derecha en el sidebar
http://cuentosdensueno.blogspot.com
Te espero
Un abaraXo
PREciosa amparo, gracias por publicar en mi articulo del primer amor, tu respuesta fue la medicina que por un instante me puso los píes en el suelo... por decirlo así... Conmueves muchoo a través de la escritura, tienes una hipnosis y pasión alucinante, te seguiré leyendo querida, besos de chocolate para tu vida ;)
ResponderEliminarAnimo Querida!!! no importa la batalla aislada de esos sentimientos, sino la guerra final... Me alegro que mis palabras te hayan ayudado, no hay nada mas gratificante para la gente que al igual que yo, escriben y plasman su forma de sentir para ayudar a otros. Gracias por valorar mi opinión.
ResponderEliminarInfinidad de besos de chocolate para tu vida.