El peculiar e insólito sonido del móvil me alarmaba que el nuevo día había comenzado, descansé profundamente víctima del cansancio acumulado, mi sueño había logrado borrar cualquier pista de la búsqueda fallida, al incorporarme a la mañana mis manos doloridas me recordaban donde había estado el día anterior.
Mi objetivo estaba claro, mi ego no estaba satisfecho, aunque no sabía el camino a seguir, quería llegar al final de esta búsqueda que había comenzado envuelta en coraje y determinación.
Me levanté con una mínima esperanza de que me volvieran a recordar que nada de lo ocurrido había sido en vano, estaba claro que la única persona que podía apoyar mis credenciales, era la primera curandera que visité. Tenía claro que quería hablar con ella respecto a lo ocurrido, ella me había descrito el lugar sin haberlo visto, me apoyaba con esos pequeños detalles que me daba del sueño, detalles concretos que me empujaban a convertir todo este sueño en una realidad eminente en la que me había sumergido por completo.
Necesitaba hablar con ella, me sentía en la obligación de contarle que lo había intentado y no había dado resultado, al fin y al cabo, ella había estimulado en mí esa búsqueda hasta ahora, insaciable.
Salí de casa decidida, el frío del ambiente congelaba en mí cualquier duda o indecisión que aparecía desde mi casa a la suya, esta vez fui sola, consideré que tal vez no había encontrado nada precisamente por haberlo contado a mi familia, a partir de este punto, quería y tenía la determinación de continuar sola, aunque el camino me pesara tanto como un elefante a las espaldas.
La emoción que me invadía era tan grande como el número de olivos que hay en la provincia.
Aparqué dos calles más abajo y me dirigí hacia su casa a pasos agigantados.
Llamé al timbre y esperé mientras los latidos de mi corazón se convertían en los protagonistas del momento.
Tardaba en abrir, aunque a mí no me preocupaba en absoluto esa tardanza, estaba dispuesta a quedarme allí hasta que abriera la puerta.
Mientras seguía inmersa en mis pensamientos, con la incertidumbre de su respuesta, volví a tocar al timbre por inercia, esta vez tuve la suerte de que abriera.
Al abrir la puerta notó mi ansiedad, me invitó a pasar y me rezó, le dije que había buscado en aquel lugar, que mis padres y hermanos me habían ayudado y que no habíamos encontrado nada más que la tubería del desagüe de la piscina.
Le conté que lo había dejado porque había comenzado a llover y la tierra estaba muy apelmazada, también le dije que no podía irme sin intentarlo unos metros hacia la izquierda, que tenía una corazonada y que a pesar de cavar metro y medio aproximadamente, tampoco había encontrado nada.
Guardó silencio por un momento, después me dijo que lo veía perfectamente, me volvió a describir el sitio, la higuera, el aparcamiento y me confesó que me había quedado como a medio metro de donde estaba la caja, según ella estaba en el segundo agujero, en el de la corazonada, si no hubiera llovido y lo hubiese seguido intentando tal vez hubiera dado con ella, pero estaba claro que las condiciones meteorológicas no estaban de mi parte y por alguna razón, no tenía que encontrar aquello en aquel momento.
Al salir a la puerta, utilizó el escalón como señal de referencia y me volvió a explicar lo que ella estaba viendo, con sus palabras me animaba a continuar la búsqueda, sin embargo yo creía que de tener que encontrar algo lo hubiese encontrado aquel día.
Al menos me quedaba la tranquilidad de demostrar a los demás y a mi misma que era capaz de hacerlo, de intentarlo y que ningún miedo me podía detener.
Salí optimista, por primera vez sentí que mi esfuerzo no había sido en vano, al contrario, a pesar de no haber encontrado nada yo sentía que había ganado mucho en cuanto a sentimientos y afinidad con mi familia, con caja o sin ella, ellos estaban conmigo, apoyándome.
Días después me planteé la posibilidad de retomar la búsqueda, pero desistí, papá no estaba de acuerdo con seguir, el tenía claro que la búsqueda no servía para nada, yo por mi parte no había tenido más señales y pensé que mi misión con este tema había terminado, pensé que mi principal cometido era demostrarme que soy capaz de todo, aunque a veces sienta pánico.
Volví a bajar al lugar de los hechos, no había nadie, papá estaba en la aceituna, así que decidí tapar los agujeros que habíamos hecho.
Al llegar parte de la zanja estaba tapada, no entendía quien había podido hacerlo, pero me lo tomé como una señal más de dar por concluida esta búsqueda.
Intente abrir la casa para coger la azada y terminar de tapar al zanja, misteriosamente la llave no habría la cerradura, tras intentarlo varias veces, decidí subir al pueblo a pedir a mamá las suyas, papá todavía iba a tardar un poco en llegar.
El bajar con el otro juego de llaves, volvía a intentar abrir la casa pero tampoco abría.
Estaba claro que yo no podía abrir la puerta, por algún motivo no me dejaban coger la azada, sin embargo tenía claro que quería tapar la zanja y el agujero.
Los nervios que sentía por lo ocurrido no me impedían mi objetivo, decidí empezar a taparla con las manos, me arrodillé en el suelo mientras arrastraba tierra de los lados hacia dentro de la zanja, no quería perder el tiempo mientras papá llegaba.
Llevaba rato intentando arrastrar tierra para tapar la zanja, cuando papá llegó me pregunto que hacía, le conté que no pude abrir la puerta para coger la azada y una leve sonrisa invadió su cara.
Papá cogió sus llaves y abrió la puerta de la nave al primer intentó, yo no podía dar crédito a lo que estaba viendo, cerro y abrió varias veces para hacerme ver que no había ningún problema, entonces le di mis llaves y le pedí que lo intentara con ellas, no se porque, pero papá no tuvo ningún problema a la hora de abrir la puerta.
Sin entender muy bien que pudo haber pasado y tras la sonrisita de papá por lo ocurrido, cogí la azada y me fui a la zanja para terminar de taparla, papa me había confesado que el había tapado un poco, por eso estaba medio tapar cuando yo llegue.
Comencé a echar tierra con la azada, ahora era mucho mas fácil, y cada capa de tierra suelta que echaba, la pisaba detrás con firmeza, papá estaba guardando los lienzos y la
Vareadora de la aceituna, mientras no paraba de observar lo que yo hacia.
Casi anochecía, era invierno y las tardes eran de bocado, cuando termine de tapar la zanja grande, le dije a papá que empezaría con el agujero pequeño, pero no quiso, decía que lo dejaría abierto, que mamá quería plantar allí una platanera que tenia en casa.
Yo no me opuse, pensé que si seguía la búsqueda por alguna razón, la platanera seria un punto de referencia, aunque no necesitaba de ninguna señal para saber donde estaba el agujero, mi intuición me guiaba una y otra vez hasta esa línea imaginaria que en mi mente se había quedado gravada.
Papá se notaba muy aliviado cuando vio la zanja tapada, la verdad es que era de grandes dimensiones y aunque eran sus tierras, todo el que la veía quedaba extrañado, es cierto que papa no tenia porque dar explicaciones, pero también sentía que si no lo hacia, daba pie a pensar cualquier cosa, papá prefería dar su versión y no dar paso a la imaginación de los demás. Les contó que era para meter unas tuberías, cosa creíble ya que es cierto que dimos con la tubería de la piscina, estaba al descubierto, lo cual hizo que la versión de papa fuese factible.
Pero no quería mantener la zanja por mucho tiempo abierta, cuando vio que por fin estaba tapada, mi alivio se unía al suyo en un ápice de dinamismo.
Al acabar de taparla entre a la casa a soltar la azada y a despedirme, estuvimos hablando un poco sobre el tema del sueño, le dije que estaba tranquila y que no iba a intentarlo más, pero también le dije que si en algún momento los sueños seguían, volvería a seguir con la búsqueda.
Papá me dijo que no lo veía claro, que ya lo habíamos intentado y que no había dado resultado, que era dar palos de ciego y que no sacaría nada positivo de todo esto, sin embargo me contó algo que respaldaba la teoría que días antes había escuchado en la radio del pueblo.
Próxima entrada; Mis antepasados regresan
Por aquella fecha la guardia civil había pillado a varia gente buscando metales con detectores, ha papá le daba pánico que nos pudiesen llamar la atención por buscar algo que ni siquiera teníamos claro, yo tenía claro que si en algún momento encontrábamos algo habría que declararlo, aún así a papa no le hacia mucha gracia todo esto, no se porque extraña razón, pero era cierto que por esa fecha no era yo sola la que iniciaba una búsqueda.
Entre mi decepción por no encontrar nada y el miedo de papá a lo que podría pasar, desistí totalmente de seguir intentándolo.
Cuando digo totalmente, me refiero a que desde aquel día, no he pensado en volver a intentarlo, después de saber lo que papá pensaba y teniendo en cuenta que las tierras son suyas, mucho menos.
Os preguntareis ¿para qué tanto esfuerzo?
Pues bien, hay días que yo también me lo pregunto, siempre llego al mismo punto de partida, necesitaba cavar en mi interior, y para hacerlo, necesitaba una excusa, como siempre que no me atrevo a algo.
Desde aquel día en mi interior esa búsqueda no ha cesado, sigo cavando a diario entre sentimientos, teorías, pensamientos, y al igual que en la búsqueda anterior, no se muy bien que es lo que busco realmente, sin embargo, siempre encuentro algo que intento adaptar a mi presente, moldeándolo si no me gusta, aceptándolo cuando me cuesta, disfrutándolo cuando me llena, reconociéndolo cuando lo creía olvidado, encontrándome cara a cara con ese trasfondo que me impedía continuar.
Han sido tantas las veces que he desistido de mirar hacia delante, simplemente porque no me creía capaz de llegar, sin embargo ahora no solo avanzo a ese horizonte de mis ideales, sino que a veces paso esa línea a la que jamás pensé llegar, poniendo mi límite personal un poco más alto y creciendo cada día como ser humano y como persona.
Si tuviera que hacer balance de esta experiencia que al principio comenzó por no ser grata para mí, resaltaría dos cosas que definitivamente me han marcado a día de hoy, una de ellas y la principal sería esas ansias de búsqueda interior con toda mi vida, algo que me permite reencontrarme conmigo misma y modificar todo aquello que no me ayuda a avanzar.
La otra es sin duda la magnitud de la fuerza interior que poseemos pese a cualquier contratiempo que se nos pueda presentar, podemos con todo, en todo momento, el miedo es como una sombra en la pared, la sombra más enorme que jamás hayas visto puede ser de el ser más insignificante que te puedas imaginar, así es el miedo, puede parecer un monstruo frente a nosotros, sin embargo puede convertirse en tu aliado para superar cosas que solos no podemos y jamás nos hemos planteado.
En mi interior ese era el sol esperanzador que ahora me calentaba cuando todo me parecía difícil.
En mi interior ese era el sol esperanzador que ahora me calentaba cuando todo me parecía difícil.
Aún así, nunca podré olvidar lo ocurrido, no hay vez que baje al campo y me sienta allí, cavando y con la esperanza de encontrar algo para terminar con el miedo que supone para mí.
Después de tener mi recompensa personal de la búsqueda, los sueños continuaron…
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Saca el escritor que llevas dentro